7 Dias (Managua)
 Edición 513 del 05 al 11 de Febrero del 2007

A un aniversario más del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro

La República de Papel fue escrita con sangre

Jazmina Caballero García

El 10 de enero de hace 29 años, Managua fue estremecida con la fuerza de un sismo por una única muerte. Cuando el reloj marcó las 8:20 de la mañana, ocurrió un hecho de esos que cambian la historia. Tres disparos de escopeta entraron en el pecho de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, pero todo el país gritó de dolor.

Pedro Joaquín Chamorro nació en el año 1924, en una familia con una trayectoria política larga. Hijo de Pedro Joaquín Chamorro Zelaya y de Margarita Cardenal, llevaba en la sangre la política y el periodismo. Y dio su sangre por las libertades políticas y por la libertad de la palabra.

Lo que cuenta Ligia Chamorro Cardenal

Ella se enteró de la muerte de su hermano cuando el teléfono sonó para darle la horrible noticia. “Mi marido –el arquitecto Samuel Barreto– y yo fuimos corriendo al hospital. Yo no lo vi a Pedro con todos los balazos sino hasta que ya lo sacaron de la morgue. Allí estaba mi mamá, ella fue de una gran fe, era una señora muy enérgica, nos daba fuerza. Fue un dolor espantoso, no tiene nombre porque no sólo es perder a un ser querido sino perder un símbolo, perder una lucha. Sufrir la humillación de que los poderosos pueden hacer todo lo que quieran y que nadie tiene derecho de contradecir. Mi hermano había luchado tanto, él sentía toda la impotencia y el dolor de un pueblo”.

“Pedro era una persona muy creyente, siempre andaba en gracia de Dios; él sabía que estaba amenazado de muerte y creía que un día lo iban a matar. Habíamos convivido por mucho tiempo con las amenazas de muerte que él recibía, una vez le dijeron que lo iban a montar en un helicóptero y luego lo iban a dejar caer en el lago, eso lo dejó escrito en su diario que yo nunca me atrevía a leer, porque me daba temor”.

“Las amenazas siempre estaban presentes, pero la verdad es que en la familia no creíamos que iban a matarlo, porque había pasado tanto tiempo en esa lucha y los Somoza no se habían atrevido. Hasta el momento de hoy no se sabe quién lo mató, quién fue el de la idea. Tal vez alguien que quería quedar bien con Anastasio Somoza Debayle, aunque este sabía que no le convenía matar a Pedro. Todo quedó en misterio”.

“¡Están matando a mi hermanito!”

Pedro Joaquín sentía mucho orgullo por la historia política de su familia y de sus antepasados. Según Ligia Chamorro, el carácter de este personaje formidable de nuestra historia moderna combinaba los rasgos más sobresalientes de su madre, una mujer de gran coraje y vigor mental, y la energía y capacidad emprendedora de su padre.

Narra que a Pedro le encantaba bromear y que fue un hermano muy cariñoso y protector. Recuerda que cuando él tenía unos 20 años y ella, 14, vivieron un episodio muy dramático. Ocurrió poco tiempo después de los comicios fraudulentos en los que había salido “electo” Presidente de la República Leonardo Argüello, que después se le rebeló a Anastasio Somoza García y fue depuesto. Pedro y Ligia fueron con unas amistades a pasear al Parque Central; cuando a su lado pasó una patrulla, ella, que era una muchacha impetuosa, empezó a proferir reniegos contra Somoza. Entonces, un guardia la encañonó.

“Con bala en boca me tenía. Pedro se fue atrás del guardia, lo agarró y lo voló en un charco de agua, el rifle y el casco saltaron al suelo; pero vinieron otros guardias y lo empezaron a culatear, yo gritaba: ‘¡Están matando a mi hermanito!’ Después caímos los dos al suelo, él inconsciente y yo toda raspada… Llegaron otras gentes que lo auxiliaron, primero lo metieron en la pila de las tortugas que había en ese entonces en el parque y más tarde lo llevaron a casa”.

“Poco tiempo después nuestros padres lo mandaron a México a estudiar Leyes, también lo hicieron para alejarlo de aquí. Pero él regresó aún más antisomocista que antes, y jamás abandonó la lucha”.

Lo que cuenta su hijo Pedro Joaquín Chamorro Barrios

“En Nicaragua hemos visto resurgir los valores por los cuales mi papá luchó y ofrendó su vida, como los valores de la libertad de prensa, y no es casual que en Nicaragua la fecha en que cambian los Gobiernos sea el 10 de enero, aniversario del asesinato de mi papá. Creo que eso enaltece más su figura”.

“Mi padre siempre fue una persona muy puntual y trabajadora, por eso aquellos que decidieran matarlo sabían que lo iban a encontrar en el mismo camino. Aquel 10 de enero de 1978, como todas las mañanas, él tomó su carro para dirigirse a La Prensa, después de haber estado el día 9, cumpleaños de mi abuela Margarita, en una cena en la casa de ella. Yo también estaba trabajando en La Prensa, ese día me adelanté un poco a mi padre, cosa rara porque él siempre llegaba más temprano que yo. Como yo era gerente de ventas tenía una reunión con los vendedores y estando en esa reunión, que había comenzado a las 8:30 de la mañana, de pronto apareció un taxista y me dio la noticia de que mi papá había tenido un gravísimo accidente en los escombros”.

“Recuerdo que yo presentí lo peor, suspendí la reunión, tomé mi carro y me dirigí veloz hacia los escombros, siguiendo la ruta inversa a la que él seguía todos los días para llegar a La Prensa. Vi el alboroto como a dos cuadras, paré el vehículo y me fui corriendo para ver qué había ocurrido. En ese momento estaba saliendo la ambulancia que llevaba el cuerpo de mi papá. Vi su carro, que estaba totalmente bañado en sangre y con los vidrios destrozados de ambos lados. Al ver eso pensé que lo habían matado, luego pregunté hacia dónde se había ido la ambulancia y me dijeron que al Hospital Oriental, que luego pasó a llamarse Manolo Morales y ahora se llama Roberto Calderón. Tomé mi carro veloz, pero antes de llegar a la Loma de Tiscapa tuve que parar porque en ese momento no me acordaba dónde estaba el hospital, hasta que por fin me ubiqué”.

“¿Vos pensás que soy baboso?”

“Al llegar al hospital miré un montón de gente y dije: ‘Aquí pasa algo’, vi que había ambulancias. Entré a la sala de emergencia y unos médicos que estaban dentro me dijeron: ‘Usted es el hijo del doctor Chamorro, ¿podría pasar a reconocer el cadáver?’ Para mí eso fue tremendo, horrible. Fui el primer miembro de la familia que tuvo el shock de encontrar a mi padre en ese estado, todo lleno de balazos”.

“Al poco tiempo llegó mi tío Xavier, creo que también mi hermano Carlos y no recuerdo si Carlos Holmann. Afuera les di un abrazo a todos y les dije: ‘Está muerto’. Me entregaron la ropa de él, la camisa ensangrentada y toda destruida por las balas, la llevé a la casa”.

“Supongo que mi padre vio que lo venían a tirar, porque primero chocaron su carro a propósito para pararlo y luego se le parquearon adelante. Allí fue cuando Domingo Acevedo Chavarría, el famoso 'Cara de Piedra', le disparó tres veces con una escopeta calibre 12”.

“Mi padre nunca quiso usar guardaespaldas, decía: ‘El día que quieran matarme me van a matar con o sin guardaespaldas’. Recuerdo que una vez le amenazaron con que lo iban a ir a matar a La Prensa; yo sabía un poco de armas, me preparé y cuando él iba a salir del periódico yo lo estaba esperando afuera con una escopeta que me había prestado un primo mío, Carlos José Berríos, que era cazador. Mi papá salió tranquilamente con un periódico en la mano, yo lo seguí en mi Volkswagen, y cuando llegamos a la casa le conté lo que había hecho. Entonces, él me dijo: ‘Pero ¡qué irresponsable sos! ¿Vos pensás que soy baboso?’ Y me mostró que debajo del periódico llevaba la pistola, la sacó, disparó dos balazos y recuerdo que hasta jodió la piscina. Era para demostrarme que él no estaba buscando que lo mataran”.

Propone crear un museo

“Ahora como diputado nacional voy a promover una iniciativa para que se haga un monumento a mi padre en el lugar donde lo mataron y que se haga un museo. Voy a promover en mi familia que quien tenga objetos de mi papá los done para que estén en ese museo a la vista de todos que quieran verlos. Es una iniciativa que hemos platicado varios concejales y amigos, inclusive sandinistas, y todos dicen que tanto la comuna capitalina como el Gobierno Central deberían destinar recursos para hacer un pequeño museo. Allí podrían estar sus libros, sus pertenencias, sus fotografías, el vehículo Saab en que él murió, que todavía está, mi mamá lo tiene guardado en el patio de su casa. También está la moto Honda 125, en la que él recorría de incógnito las calles de Managua”.

Doña Violeta Barrios viuda de Chamorro conserva en una vitrina objetos que pertenecieron a su esposo, como una bomba lacrimógena que una vez le tiraron, la faja que llevaba el día del asesinato, su billetera, su cédula y otros documentos.

Pedro Joaquín Chamorro Barrios rememoró: “Cuando llegué a la casa con la ropa ensangrentada de mi papá, la comencé a lavar en el patio, en un lugar donde se lavan lampazos. Fue el único momento en que realmente me descompuse y me ataqué en llanto, mi mamá o alguien más me dijo que no siguiera lavando…”

“Allí están los zapatos, los anteojos, la cartera, la faja, el pantalón y la camisa que él llevaba el día que lo asesinaron. Cuando mi papá murió nos distribuimos sus cosas. Yo tenía una foto de Sandino que era de él y cuando la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional asumió el poder en el 79, no tenían una foto de Sandino y decidimos prestarla para la Casa de Gobierno”.

Pasiones y admiraciones

Pedro Joaquín Chamorro Cardenal ponía mucha pasión en todo lo que hacía. Tenía una afición por los toros, que, según su hijo, adquirió en México cuando era estudiante de Derecho. “Teníamos una finca llamada Santa Clara y cada Semana Santa él invitaba a sus amigos que estaban veraneado para que lo vieran torear, hasta que un día un toro lo agarró y le pegó una buena levantada. Tuvieron que llevarlo al Hospital de Rivas, tenía tres costillas quebradas. Después de su presentación con lo toros hacía un asado a la argentina. El mandador de la finca, que se llamaba Ramón, sabía cocinar muy bien, preparaba al toro con todo y piel, al estilo argentino”.

Otra pasión de PJCh era la navegación. Le encantaba navegar en el lago, no solamente en bote a motor sino a vela. Solía ir a pescar con su amigo Alejandro Martínez Urtecho, y no le importaba no haber pescado nada, lo que le gustaba era el proceso, no el resultado.

Visitaba las veces que podía al poeta José Coronel Urtecho, a quien respetaba y admiraba. “Recuerdo que tenía sobre su escritorio un telegrama del poeta que decía: ‘Felicitaciones por la reaparición La Prensa. Para la conciencia del país, cuando La Prensa deja de salir es como si no ocurriese nada o todo fuera mentira’. Coronel Urtecho envió ese telegrama cuando La Prensa volvió a salir después del terremoto, después de no haber salido como por tres meses”.

“También tenía otro pensamiento que no sé de quién es: 'Tiene poder quien además tiene la razón. Si se tiene el poder y no se tiene la razón de poco sirve el poder, y si se tiene la razón y no se tiene el poder, de nada sirve tener la razón'”.

“La experiencia de mi padre demostró la veracidad de ese pensamiento, y también la demostró la vida de Somoza; aquel tuvo el poder y no tuvo la razón, y de poco le sirvió el poder. Mi papá tuvo la razón y no tuvo el poder; entonces, un día lo mataron”.

Habla un colega de los asesinos de Pedro Joaquín

Su nombre es Pedro Espinoza Talavera. Actualmente labora para una agencia de viajes en Costa Rica y tiene en Radio Cucú un programa dirigido a la comunidad nica, con el fin de aconsejar y orientar a los compatriotas que llegan “desde el barro al sur”.

Nacido en el año 1955, Pedro Espinoza fue involucrado de refilón en la muerte de Pedro Joaquín Chamorro. Por mera casualidad, estuvo trabajando en la empresa de electrodomésticos más grande de Nicaragua, La Proveedora del Hogar, mejor conocida como La P del H, donde también laboraban varios de los asesinos.

“En cierta ocasión a esta tienda llegó Silvio Peña Rivas, persona que posteriormente organizó al grupo que asesinó a Pedro Joaquín Chamorro. Silvio tenía unos 30 años e ingresó a La P del H como gerente de ventas, pero lo que menos hacía era trabajar. Cada vendedor se las ingeniaba para resolver sus problemas porque Silvio pasaba muy poco tiempo en su puesto. Cuando estaba en la empresa andaba por todos los departamentos jactándose de las amistades que tenía en el Gobierno y siempre mostrando un arma”.

“Yo estudié inglés desde que tenía 12 años pero nunca tuve la oportunidad de encontrar un empleo en donde pudiera utilizarlo. Don Carmelo García, dueño de la empresa, me contrató para que parte de mi trabajo fuera traducir los manuales de los productos importados. Silvio Peña se dio cuenta de esto y en una ocasión me mandó a llamar para preguntarme si me gustaría trabajar como sobrecargo en LA NICA, línea aérea nacional. A mí me encantó la idea porque era algo que siempre me gustó y porque no veía que fuera difícil que me ayudara, dadas las altas amistades gubernamentales que Silvio tenía”.

“Él me dijo que me quería ayudar porque me había observado y había visto mi responsabilidad en el trabajo y sobre todo, porque era el único que dominaba dos idiomas, además del español: el inglés y el francés. De todas formas, por consejos de mi madre siempre tuve cuidado con propuestas de ayuda que no había solicitado; siempre supe que las cosas no vienen así de fáciles y que siempre hay que estar prevenido”.

Silvio Peña encuentra un cómplice

“Otro día Silvio me llamó y me preguntó qué opinaba yo sobre quitarle la vida a una persona. No dudé ni un segundo en decirle que bajo ninguna circunstancia le era lícito a ningún hombre quitarle la vida a otro. Le expuse mis razones y las bíblicas, ya que yo antes había sido predicador. Supongo que no vio en mí material disponible para sus propósitos y se limitó a darme una explicación que yo no le estaba pidiendo. Me dijo que me había preguntado eso porque a un vecino suyo, un lustrador, le habían violado a la hija de cinco años. Me dijo que si eso le hubiera pasado a él no la habría pensado dos veces para matar al violador. El diálogo llegó hasta ahí y me fui para mi puesto”.

“Justo detrás de mi escritorio estaba el de Harold Cedeño Aguirre, de unos 20 años, quien se encargaba del Departamento de Reclamos en La P del H. Estaba recién casado, tenía a su esposa embarazada y vivía una situación económica muy mala. A veces los compañeros teníamos que prestarle para el bus para que se fuera a su casa o para que pudiera volver al día siguiente. Creo que esta situación fue terreno fértil para que Silvio lo reclutara”.

Un giro inesperado

“Después de tanta miseria, un día de tantos Harold se aparece con mucha plata y me pide que le venda un ropero de tres cuerpos y otros artículos que en este momento no recuerdo. Era demasiado para alguien que no tenía ni para el pasaje y de pronto anda en un carro Toyota Corona Mark II, color verde oscuro, se nota que algo extraordinario le está pasando”.

“Me invitó a que nos tomemos una cerveza, que para ese tiempo había salido una que se llamaba Águila Negra. Me llevó a un restaurante nuevo en la pista de circunvalación, mejor conocida como el By Pass. Ahí me comentó con mucha alegría en su rostro que Silvio Peña le había conseguido un buen trabajo. No me dijo qué clase de trabajo era”.

“Parece que Silvio lo había involucrado de una forma tramposa al darle dinero para que trabajara con él, sin explicarle de antemano de qué se trataba. Harold cometió el error de gastar a diestra y siniestra y al revelársele de qué se trataba ya no podía volver atrás porque fue amenazado con hacerle daño a su familia si intentaba retroceder”.

“Harold estaba encargado de esperar todas las mañanas a Pedro Joaquín Chamorro a que saliera de su casa en el reparto Las Palmas y seguirlo por varios días para estudiar la ruta que hacía desde su casa hasta el diario La Prensa”.

“Sobre el autor o autores intelectuales, hasta ahora no se sabe y, a lo mejor, nunca se sabrá quiénes fueron. Siempre se dijo que fue Pedro Ramos quien lo mandó a matar por los reiterados ataques del periódico a este cubano que compraba la sangre de la gente muy pobre por cuatro córdobas de la época. Luego de saberse quiénes asesinaron al doctor Chamorro el impacto de todos los trabajadores fue impresionante, en La P del H todos estábamos atónitos, no lo podíamos creer”.

Dictamen del médico forense sobre el magnicidio

Cuatro heridas en la cara, una en la nariz y tres en la mejilla derecha.

En cuello: un refilón y dos orificios de entrada en la cara lateral derecha.

En hombro derecho: dos refilones y un orificio de entrada.

En cara anterior de tórax se constataron ocho orificios de entrada al lado derecho de la cara anterior del tórax y se constató también 5 orificios de salida en la cara anterior de la axila izquierda. Tres de las heridas del tórax eran grandes por la entrada de varios proyectiles en el mismo orificio.