Celia Eterna
ERWIN PEREZ
El Nuevo Herald
La cantante cubana Celia Cruz, gran figura de la música latinoamericana y símbolo de sus compatriotas exiliados, falleció ayer, a las 4:55 p.m., en su domicilio de Nueva Jersey, a consecuencia de un cáncer cerebral. Tenía 77 años.
''Es una inmensa tristeza confirmarle a todos sobre la pérdida de Celia, nuestra reina, la Guarachera del mundo'', rezaba un emotivo comunicado enviado por la vocera de la artista, Blanca Lasalle.
En el mismo se detallaba que la intérprete murió
''luego de una intensa lucha con un tumor cerebral'', por el que --agrega
el escrito-- se la había ''intervenido
quirúrgicamente dos veces'' en el 2002.
Lasalle también explicó que el esposo de Celia, Pedro Knight, casi tan legendario como ella, ``estuvo apegado a su lecho en todo momento''.
Durante el transcurso de este año, la cantante estuvo sometida a un severo tratamiento que primero le permitió asistir a algunos eventos públicos --como un homenaje que le hicieron en marzo en Miami-- pero luego la debilitó físicamente.
''Ha tenido una semana difícil'', reconoció Lasalle ayer, horas antes de que se produjera el fatal desenlace, cuando ya había caras sombrías entre los que tenían acceso al hermético círculo de allegados de Celia.
La noticia causó dolor entre sus colegas. Olga Guillot declaró a El Nuevo Herald: ``La muerte de Celia es un golpetazo muy grande para mí porque fuimos amigas de toda la vida, siempre estuvimos cerca''.
En conversación telefónica desde México, la mítica bolerista cubana agregó que la Guarachera de Cuba ''es una figura irrepetible'', y completó que ``afortunadamente queda su música para seguir disfrutándola''.
Gloria y Emilio Estefan también mostraron pesar por la noticia. ''Extrañaré muchísimo a Celia pero quedarán en mi corazón todas las cosas lindas que con su ejemplo me enseñó'', sostuvo Gloria.
El matrimonio cubano recibió el impacto en Panamá, durante la escala de un vuelo Lima-Miami. En una suerte de poema, Emilio Estefan agradeció a la salsera por, entre otras cosas, ''mantener siempre a Cuba cerca de nuestros corazones'' y por ``unir y dar tanto orgullo a los latinos''.
El puertorriqueño Willie Colón, de quien Celia
fue madrina de bodas, manifestó que ``es difícil pensar en
un mundo sin Celia Cruz; con su muerte nos ha dejado un
tremendo vacío''.
Haciendo hincapié en el aporte que efectuó con su trabajo en Estados Unidos, la mexicana Thalía manifestó que ``Celia fue una pionera de la música latina y quienes la seguimos debemos estarle agradecidos''.
''Gracias, Celia, por enseñarnos que la vida deber ser vivida con mucha azúcar'', expresó, por su parte, el comité directivo de la Academia LARAS, organizadora de los premios Grammy Latinos.
Celia Cruz nació el 21 de octubre de 1925 en el barrio habanero de Santos Suárez, en el seno de un modesto hogar, en el que vivían sus padres (Catalina Alfonza y Simón Cruz) y sus tres hermanos, entre los que estaba Gladys, que la acompañó en los dramáticos meses finales de su vida.
Se perfilaba como cantante destacada desde niña y gustaba de participar en los concursos de aficionados que organizaban las radios. La primera vez que compitió, con el tango Nostalgia, ganó. ''De premio me dieron un cake'', recordaría, con algo de su típico sentido del humor, años después.
Para darle gusto a su padre, que quería que fuera maestra, Celia inició estudios de Pedagogía pero terminó de convencerse de que lo suyo era la música cuando una maestra le dijo: ``Dedícate a cantar, que con eso en un día vas a ganar el sueldo que yo gano en un mes''.
Durante buena parte de la década de los 40 fue forjándose frente a los micrófonos. Quería cantar música romántica, pero la compositora Isolina Carrillo, de raza negra como ella, le sugirió que para los intérpretes de color era mejor dedicarse a la música tropical, bailable.
Así comenzó todo.
Luego vino la parte más conocida de aquella etapa, que en estos días se ve tan remota, en la que la Guarachera --el calificativo que más le gustaba-- inició su leyenda. De esas jornadas hay una fecha clave: el 3 de agosto de 1950, cuando ingresó a La Sonora Matancera, reemplazando a Mirtha Silva.
''Al principio el público llamaba a la radio para pedir que volviera Mirtha, decían que yo tenía una voz chillona'', relataba, y en el mismo tono maternal protestaba: 'A la gente siempre le ha gustado el `relajo' ''.
La unión de Celia con la Matancera, que a la postre significaría el encuentro con su compañero de vida --Knight era trompetista de la orquesta--, marcó una suerte de cimiento de su carrera. Duró 15 años y estuvo iluminada con clásicos como Burundanga, Yerbero moderno y Mata siguaraya.
Celia se exilió junto a la Sonora, liderada por Rogelio Martínez, quien el día de la partida, el 15 de julio de 1960, predijo, con terrible precisión, que no volverían a pisar su tierra. El elenco musical arribó a México para trabajar un año, al cabo del cual se instaló en Estados Unidos.
''Fui muy feliz en Cuba'', reflexionaría Celia, décadas
después, sobre la época prerrevolucionaria. ''Nunca fui discriminada
y logré todo lo que quise alcanzar, con mi esfuerzo, con mi trabajo''.
En otra de las innumerables ocasiones en que tocó el tema, sostuvo
que huyó del sistema de gobierno de Fidel Castro porque se sentía
''claustrofóbica'' con el comunismo.
Castro le negó la entrada al país en dos ocasiones fundamentales: para visitar a su madre enferma, y para asistir al entierro de su padre.
Celia eligió el noreste estadounidense para residir, primero Nueva York y luego la vecina Nueva Jersey. La Miami donde estaba el grueso de sus queridos cubanos le resultaba de una humedad y un calor poco convenientes para su salud, a la que cuidaba, como reconocía, ``mucho''.
En 1965 terminó el ciclo con La Sonora y empezó a cantar con la orquesta de uno que empezaba a ser leyenda, Tito Puente, su hermano, como le llamaba. Con el rey de los timbales estuvo unos años hasta que dio arranque a su segunda etapa profesional clave, la que la situó como la reina de la salsa: la de la Orquesta (y sello disquero) de la Fania.
La agrupación neoyorquina dirigida por Johnny Pacheco inició la salsa, que como Celia y Puente siempre recalcaron, es música cubana (sobre todo son y guaracha) ''con distinto nombre''. Allí brilló en compañía de mitos que la adoraron como Willie Colón, Rubén Blades, Héctor Lavoe y Eddie Palmieri.
Nunca dejaba de tener el respaldo de su marido, su ''Perucho'', con quien empezó su noviazgo en 1953 y se casó en 1962. ''Nos hemos comunicado, nos hemos dicho las cosas que nos molestaban'', repetía Celia cada vez que las parejas jóvenes le preguntaban cuál era el secreto de su relación.
''Con lo grande que es'', sostenía, por su parte, Knight,
''ella nunca ha sido altanera conmigo''. A la cantante se le ocurrió
ponerle ''Cabecita de algodón'', como lo
presentaba en público, cuando grababan un comercial donde
tenía que llamarlo con un apelativo cariñoso. El siempre
le decía ``negra''.
Celia decía que no tuvieron hijos ``porque no se nos dio''.
El furor de la Fania tuvo su pico en los primeros años
de los 70. Cuando el movimiento declinó, en la década de
los 80, Celia se transformó en la madrina de otra
discográfica histórica, RMM, de Ralph Mercado.
Allí vio nacer artísticamente a, entre otros, Marc Anthony
y la India.
Durante buena parte de los 80 y los 90, a la edad en que la mayoría de la gente se entrega al reposo, la artista recorría el mundo sola o junto a las estrellas de Mercado. Así, por ejemplo, cantó para refugiados cubanos en la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo y en Panamá.
Además grababa discos como Azúcar negra y Duets, y tenía sucesos como Que le den candela.
José Alberto ''El canario'' fue su partenaire en muchas de sus giras internacionales y recordaba que Celia era muy profesional. Hace dos años la cantante le comentó a este cronista que estaba ''cansada de volar''. En cada viaje internacional, claro, defendía a rajatabla la causa de los exiliados cubanos.
''En cuanto cambien las cosas me planto en Cuba'', declaró en 1990.
Los últimos lustros de Celia estuvieron pavimentados de trabajo, entre en el que se contaba una montaña de presentaciones para causas caritativas, pero también de reconocimientos.
Recibió una estrella en Hollywood; fue reina de festivales como el de la Calle 8 y el de Viña del Mar, en Chile; vio bautizar calles con su nombre. En 1994, el presidente Bill Clinton le dio la Medalla Nacional de las Artes. El Museo Smithsonian expuso un par de sus zapatos que donó especialmente.
''Después voy a venir para ver si todavía están aquí'', bromeó entonces, ante las autoridades de la prestigiosa institución.
''El que no cambia se estanca'', afirmaba sobre la carrera artística y, coherente con ese pensamiento, en 1999 se separó de la tutela empresarial de Mercado. Entretanto, ni pensaba en dejar su carrera y repetía una y otra vez: ``Quiero morirme en un escenario''.
El nuevo siglo dio a Celia un inesperado repunte en el nivel comercial. Pasó a la compañía disquera Sony y aunque soñaba, como siempre, con que le permitieran grabar un disco de boleros, reconocía resignada que no la habían contratado ''para eso'', sino para encantar con la salsa.
Tuvo un consuelo gigante: el 2000 fue el año de la alegre La vida es un carnaval, una canción del argentino Víctor Daniel, donde pregonaba que no hay que llorar porque las penas se van cantando, que la ubicó en los rankings de popularidad de medio mundo.
Ya se le pedía una autobiografía, a lo que Celia se negaba con este razonamiento: ''Para que esos libros se vendan deben contar penurias de la infancia y cosas así, que a mí jamás me sucedieron''. Con el mismo escepticismo, y con gracia, hablaba de probable películas sobre su vida.
''En el cine se necesita dramatismo; por ejemplo, Al Capone murió
en su casa pero para hacerlo más atractivo en el cine siempre aparece
muriendo en una cárcel'',
analizaba, pese a que en el 2001 aceptó que Cristina
Saralegui y Whoopie Goldberg avanzaran en un proyecto de largometraje biográfico.
En los años recientes, Celia no requería más hits discográficos, ya estaba en el Olimpo desde hace bastante, pero en el 2001 pegó con La negra tiene tumbao, lo que fue un cierre dorado para su trayectoria.