El drama de miles de niños en Ciudad de México
LUIS GRANOVSKY / Agence France Presse
MEXICO
Lavan parabrisas, venden chicles, se prostituyen, piden limosnas,
viven en conductos subterráneos de aguas negras. Más de 130,000
menores luchan para sobrevivir
cada día en las calles de la Ciudad de México,
mientras que el número aumenta un 15 por ciento al año.
Estos niños, como los 3.5 millones de entre 12 y 17 años
que trabajan en todo el país, ni idea tienen de que, según
Vicente Fox, México ``se acerca a ese grupo
selecto de países que conducen a la economía mundial
y que toman las decisiones para el desarrollo y el crecimiento''.
Las cifras, de la estatal Desarrollo Integral de la Familia (DIF),
frías como siempre, no muestran toda la realidad: en la capital
hay casi 60,000 menores que ``trabajan
jornadas de hasta 11 horas diarias, los siete días de
la semana, sin más pago que la comida o con salarios que apenas
alcanzan el mínimo, y el 52 por ciento de ellos
ha abandonado la escuela'', indica el estudio ``Trabajo infantil
y adolescente en la Ciudad de México'', realizado por el gobierno
local.
Los niños, ya sea los que trabajan o los que viven en la
calle, son reflejos de un país en que el 50 por ciento de la población
(50 millones de personas) viven en la
pobreza. De esa cifra, 20 millones se encuentran en la extrema
pobreza.
Las acciones oficiales y las casas de atención a niños
se multiplican, aunque el crecimiento del número de menores que
se vuelcan a las calles los desborda. Según el
Consejo Nacional de Adicciones cada año 80,000 adolescentes
se vuelven alcohólicos.
``La situación de las niñas y adolescentes de la
calle tienen características y necesidades diferentes a las de los
varones. Su vida está llena de sentimientos de
incapacidad, desconfianza, temores, rechazos y están expuestas
a frecuentes violaciones, y a embarazos no planeados ni deseados'', señaló
Claudia Colimoro,
fundadora del proyecto La Casa de las Mercedes.
En Ciudad de México, una treintena de casas de atención
a niños de la calle multiplican sus esfuerzos para aliviar la vida
de estos menores y, en especial, para abrirles
caminos distintos a la delincuencia y la drogadicción.
José Vallejo, de la Fundación Renacimiento, señaló:
``Tenemos programas para niños y jóvenes que viven en la
calle o en riesgo de llegar a esa condición, tenemos
hospedados a unos 70 [menores] de entre ocho y 18 años
y reciben tratamiento o educación formativa''.
``El promedio de estancia va entre seis y ocho años. Hay
muchachos que llegan a los ocho o 10. Vienen con con un conflicto familiar
fuerte, acostumbrados a vivir en la
calle y hay que hacer un proceso de que aprendan a sociabilizar
y a estudiar, a elevar su autoestima, a superar las adicciones'', explicó.
Otras de las casas --que funcionan con donativos privados y oficiales--
tienen, además de alojados permanentes, centros de atención
para externos. Algunos llegan a
bañarse o a comer, otros consultan a los médicos.
El 5 de setiembre se creó el programa ``De la calle a la
vida'', también manejado por el DIF, cuya directora, Ana Aranda,
explicó que lo novedoso de esta iniciativa es que
se trabaja con instituciones de la sociedad civil, y además
se buscarán recursos para financiar proyectos que ya han sido exitosos.
Por ejemplo, hace dos años el gobierno de la capital firmó
un acuerdo con las cadenas de supermercados para que permitan a los niños
que embolsan los productos a
los clientes, que asistan a escuelas vespertinas o nocturnas.
No obstante, los propios funcionarios encargados de la atención
de estos niños manifiestan en reserva pocas esperanzas de que los
``chavos'' de la calle, que forman
parte ya del paisaje social del país, dejen algún
día de integrar la realidad.
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