El Nuevo Herald
23 de septiembre de 2001

El drama de miles de niños en Ciudad de México

 LUIS GRANOVSKY / Agence France Presse
 MEXICO

 Lavan parabrisas, venden chicles, se prostituyen, piden limosnas, viven en conductos subterráneos de aguas negras. Más de 130,000 menores luchan para sobrevivir
 cada día en las calles de la Ciudad de México, mientras que el número aumenta un 15 por ciento al año.

 Estos niños, como los 3.5 millones de entre 12 y 17 años que trabajan en todo el país, ni idea tienen de que, según Vicente Fox, México ``se acerca a ese grupo
 selecto de países que conducen a la economía mundial y que toman las decisiones para el desarrollo y el crecimiento''.

 Las cifras, de la estatal Desarrollo Integral de la Familia (DIF), frías como siempre, no muestran toda la realidad: en la capital hay casi 60,000 menores que ``trabajan
 jornadas de hasta 11 horas diarias, los siete días de la semana, sin más pago que la comida o con salarios que apenas alcanzan el mínimo, y el 52 por ciento de ellos
 ha abandonado la escuela'', indica el estudio ``Trabajo infantil y adolescente en la Ciudad de México'', realizado por el gobierno local.

 Los niños, ya sea los que trabajan o los que viven en la calle, son reflejos de un país en que el 50 por ciento de la población (50 millones de personas) viven en la
 pobreza. De esa cifra, 20 millones se encuentran en la extrema pobreza.

 Las acciones oficiales y las casas de atención a niños se multiplican, aunque el crecimiento del número de menores que se vuelcan a las calles los desborda. Según el
 Consejo Nacional de Adicciones cada año 80,000 adolescentes se vuelven alcohólicos.

 ``La situación de las niñas y adolescentes de la calle tienen características y necesidades diferentes a las de los varones. Su vida está llena de sentimientos de
 incapacidad, desconfianza, temores, rechazos y están expuestas a frecuentes violaciones, y a embarazos no planeados ni deseados'', señaló Claudia Colimoro,
 fundadora del proyecto La Casa de las Mercedes.

 En Ciudad de México, una treintena de casas de atención a niños de la calle multiplican sus esfuerzos para aliviar la vida de estos menores y, en especial, para abrirles
 caminos distintos a la delincuencia y la drogadicción.

 José Vallejo, de la Fundación Renacimiento, señaló: ``Tenemos programas para niños y jóvenes que viven en la calle o en riesgo de llegar a esa condición, tenemos
 hospedados a unos 70 [menores] de entre ocho y 18 años y reciben tratamiento o educación formativa''.

 ``El promedio de estancia va entre seis y ocho años. Hay muchachos que llegan a los ocho o 10. Vienen con con un conflicto familiar fuerte, acostumbrados a vivir en la
 calle y hay que hacer un proceso de que aprendan a sociabilizar y a estudiar, a elevar su autoestima, a superar las adicciones'', explicó.

 Otras de las casas --que funcionan con donativos privados y oficiales-- tienen, además de alojados permanentes, centros de atención para externos. Algunos llegan a
 bañarse o a comer, otros consultan a los médicos.

 El 5 de setiembre se creó el programa ``De la calle a la vida'', también manejado por el DIF, cuya directora, Ana Aranda, explicó que lo novedoso de esta iniciativa es que
 se trabaja con instituciones de la sociedad civil, y además se buscarán recursos para financiar proyectos que ya han sido exitosos.

 Por ejemplo, hace dos años el gobierno de la capital firmó un acuerdo con las cadenas de supermercados para que permitan a los niños que embolsan los productos a
 los clientes, que asistan a escuelas vespertinas o nocturnas.

 No obstante, los propios funcionarios encargados de la atención de estos niños manifiestan en reserva pocas esperanzas de que los ``chavos'' de la calle, que forman
 parte ya del paisaje social del país, dejen algún día de integrar la realidad.
 
 
 
 

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