Escritor sufre varado en Bolivia, víctima de acuerdos migratorios
DAYMIS HERNANDEZ, de 27 años, residente en Miami, con la foto de su padre al fondo, el escritor Plácido Hernández.
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Enfermo, separado de sus seres queridos y sin posibilidades de
recibir atención médica, el escritor cubano Plácido
Hernández se
pregunta todos los días si su destino será morir
en el agreste destierro boliviano de Santa Cruz de la Sierra.
Sobre todo, luego de haber estado apenas a dos millas de Miami
cuando fue interceptado por el Servicio Guardacostas a
mediados de 1998.
``Todo esto es muy deprimente'', manifestó Hernández,
de 53 años, en conversación telefónica desde Bolivia.
``¿Qué hago yo aquí
solo y jodido, sin poder trabajar y viviendo de lo que mis dos
hijas pueden enviarme desde Miami?''.
Hernández forma parte del grupo de doce cubanos que tras
una estancia en la Base Naval de Guantánamo, fueron ``relocalizados''
en Bolivia por el Departamento de Estado, en octubre del pasado
año.
``Un verdadero calvario, como si no hubieran bastado los vejámenes
de la Base, pues ahora tenemos el colofón de Bolivia, sin
esperanzas de vida ni opciones de trabajo'', indicó el
escritor, quien en la isla desarrolló una activa labor como periodista
independiente desde 1995.
Con una extensa obra narrativa publicada en Cuba, Hernández
ganó amplia popularidad por su cuento El hombre que vino con la
lluvia, con sendas versiones en la radio y la televisión
a finales de los años 80. Pero inconforme con la situación
del país, decidió
romper sus vínculos con el régimen mendiante un
gesto inequívoco: quemando en público su carnet del Partido
Comunista.
``Después de ese `ardoroso episodio' su nombre y sus libros
fueron oficialmente desaparecidos, pero reapareció escribiendo unas
crónicas hermosas de los barrios de la ciudad'', recordó
el periodista Raúl Rivero, quien fue por entonces colega de Hernández
en
la agencia Cubapress.
Sometido a represalias y hostigamiento policial, Hernández
decidió emigrar ilegalmente a Estados Unidos en 1998. En un
segundo intento, fue interceptado por los guardacostas norteamericanos
y conducido a Guantánamo, en virtud de los acuerdos
migratorios bilaterales de 1995.
De acuerdo con su testimonio, desde los días en Guantánamo
debió ser tratado quirúrgicamente por sus graves problemas
en la
columna vertebral. ``Necesitaba una resonancia magnética
y lo único que recibí fueron evasivas'', relató.
Su salud se empeoró tras la llegada a Bolivia. Hernández
se ha visto inmovilizado por tres meses, tendido en la cama de un
estrecho cuarto que comparte con otro cubano. Tampoco está
recibiendo tratamiento médico para sus problemas del cólon,
con
sospechas de evolución maligna.
``Lo poco que mis hijas pueden mandarme se me va en medicamentos,
que son incosteables acá'', señaló Hernández,
que esta
semana se ha visto forzado a mudarse por no poder pagar la renta
mensual de $40.
Sus hijas Daymis, de 27 años, y Dayamis, de 30, llegaron
de Cuba en 1999. Al año siguiente lo visitaron en Santa Cruz de
la
Sierra, pero sus gestiones y posibilidades económicas
son aún reducidas para cubrir las necesidades del padre.
``A la larga mi padre ha sido una víctima de los acuerdos
migratorios'', comentó Daymis en Miami. ``Y todo ha terminado en
el
olvido''.
El activista Juan Arias, que conoció la situación
de los cubanos en Guantánamo durante una visita de trabajo a la
base, considera
que ``la política de relocalización en terceros
países ha sido funesta''.
``La única esperanza para Plácido es arriesgarse a salir de Bolivia'', dijo Arias.