La lucha por los derechos humanos ha echado profundas raíces en Cuba
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Hace 25 años, cuando ``nadie escuchaba'' y la cárcel era
un destino inevitable,
cinco personas amasaron una idea romántica en una casa de la
barriada
habanera de El Vedado.
Hoy, el movimiento de derechos humanos dentro de Cuba es una fuerza
vigorosa
que se ha extendido a lo largo del país y cuyos representantes
reciben visitas de
jefes de Estado y gobierno, parlamentarios y funcionarios de organismos
internacionales que llegan a la isla.
``No es fácil para el gobierno cubano arrancar este árbol
de raíz sin pagar un
costo internacional importante'', expresó desde La Habana el
activista Elizardo
Sánchez Santacruz, presidente de la Comisión Cubana de
Derechos Humanos y
Reconciliación Nacional (CCDHRN). ``El régimen ha tenido
que aceptar una
realidad que ya no puede cambiar''.
Sánchez se refiere especialmente a las crecientes muestras de
respaldo que el
movimiento opositor pacífico recibe dentro de la isla. La pasada
semana, un
grupo de parlamentarios de Irlanda que llegaron a La Habana en visita
oficial se
entrevistó con miembros de la disidencia.
Días atrás, la reunión había sido con otro
grupo de legisladores finlandeses. El
pasado miércoles, Sánchez, Oswaldo Payá Sardiñas,
del Movimiento Cristiano
Liberación, y Marta Beatriz Roque, del Grupo de Trabajo de la
Disidencia Interna,
fueron recibidos por un alto funcionario de la Cancillería británica.
``Estas reuniones son algo que se ha institucionalizado, pero 10 años
atrás nos
hubieran detenido a la salida'', acotó Sánchez, uno de
los gestores del
movimiento de derechos humanos en Cuba.
Fue el 28 de enero de 1976 --aniversario del natalicio del prócer
independentista
José Martí-- cuando un grupo de personas identificadas
con los principios de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos se reunió
en la casa de la
doctora Marta Freyre para fundar el Comité Cubano Pro Derechos
Humanos
(CCDH).
Eran días difíciles para emprender esta lucha contra la
corriente, cuando el
comunismo parecía una fuerza incontenible a nivel mundial, y
en Cuba se
proclamaba una Constitución socialista a pura marcha triunfal,
al mismo tiempo
que miles de cubanos comenzaban a alistarse para librar las guerras
``internacionalistas'' en Africa.
``Creímos en una vía nueva y pacifista de luchar por el
futuro de Cuba, inspirados
en una cantera de experiencias como las de Martin Luther King, Mahatma
Gandhi, los humanistas españoles, la disidencia de Europa del
Este'', relató
Freyre.
Desde entonces el panorama ha cambiado sustancialmente para la disidencia
interna. Cientos de pequeñas organizaciones con diferentes motivaciones
ideológicas y profesionales han sido creadas a lo largo de todo
el país bajo el
manto de los derechos humanos.
Organismos no gubernamentales del prestigio de Human Rights Watch,
Amnistía Internacional y Freedom House, así como sendas
comisiones de
Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA),
han
reconocido su existencia y tratan de proteger su desempeño pacífico
frente a las
amenazas y el hostigamiento oficial.
En los días previos a la IX Cumbre Iberoamericana de La Habana
de 1999, los
miembros de la legendaria asociación de disidentes del socialismo
europeo
Carta 77 enviaron una misiva de respaldo al Grupo de los Cuatro. Varios
presidentes llegados a la cita se reunieron y respaldaron a la disidencia
con
fuertes discursos a favor de la democratización y las libertades
individuales,
como el entonces mandatario mexicano Ernesto Zedillo.
``Ha sido un triunfo de la perseverancia; no nos hemos cansado ni los
que
quedaron adentro ni los que marchamos al exilio'', manifestó
Freyre, residente en
España desde 1979 luego de recibir un indulto que la eximió
de una condena de
29 años por presunto espionaje.
Para Ricardo Bofill, uno de los fundadores de CCDH, el nivel de improvisación
y
desenvolvimiento artesanal en que han tenido que trabajar las organizaciones
de
derechos humanos es, paradójicamente, lo que ha hecho más
difícil destruirlo, a
pesar de la ``guerra sucia'' que desde un principio le ha declarado
el régimen
castrista.
El activista, que fue condenado a prisión y salió al exilio
tras ser blanco de una
campaña de descrédito orquestada en la prensa oficial,
considera que la amplia
composición de sectores y grupos sociales (campesinos, médicos,
grupos
religiosos, periodistas independientes) con que cuenta la disidencia,
la han
hecho ``mucho más representativa de la sociedad cubana que las
fuerzas que
integran el poder castrista''.
``La única arma que le ha quedado al gobierno es el garrote y
la prisión, a pesar
de que oficialmente afirma que está enfrascado en una batalla
de ideas'',
comentó Bofill.
Aunque indiscutiblemente en los últimos años la disidencia
ha ganado cierta
permisibilidad interna, lo cierto es que en las prisiones permanecen
cientos de
activistas, como los casos notorios de Vladimiro Roca y el doctor Oscar
Elías
Biscet.
El más reciente informe de Human Rights Watch condenó
el encarcelamiento de
opositores pacíficos al gobierno, ``muchos de ellos sujetos
a detenciones de
corta duración, arrestos domiciliarios, seguimientos arbitrarios
y despidos de
empleo por razones políticas''.
A comienzos de este año, la CCDHRN difundió una lista
con más de 300
prisioneros de conciencia, denunciando la existencia de más
de 200 prisiones y
campamentos de prisioneros en el ``Gulag cubano''.
``Pero lo interesante es que el movimiento de derechos humanos abarca
ya
miles de personas, y cada vez que arrestan a unos, aparecen otros diciendo
lo
mismo en plena calle'', observó el activista Frank Calzón,
quien dirige el
Washington el Centro para una Cuba Libre y fue acusado esta semana
por el
gobierno cubano de ``agente al servicio del enemigo''.
Bofill enfatiza que ni el Ejército Rebelde comandado por Fidel
Castro, sumado a
las fuerzas de la clandestinidad urbana en 1958, reunían entonces
más personas
que el actual movimiento de opositores pacíficos.
``Lo importante es que el movimiento sobrevive y crece'', opinó
Calzón, quien
sostiene que la defensa de los derechos humanos dentro de Cuba ``es
la
continuidad de otras luchas emprendidas en la historia nacional por
el derecho
de sus ciudadanos a pensar libremente''.
Los principales líderes disidentes coinciden en que el principal
legado del
movimiento de derechos humanos al futuro de Cuba estaría en
posibilitar una
transición política pacífica en el país,
donde justamente los cambios históricos
han sido marcados por soluciones violentas.
``Lo que anhelamos desde aquella primera reunión es que en el
futuro de Cuba
los discursos políticos sean trasladados del escenario violento
al del debate de
las ideas'', insistió Bofill.
Sánchez sitúa las miras en una conquista constitucional:
``Que los principios de
la Declaración Universal de Derechos Humanos sean reflejados
en la futura
Constitución cubana; eso nos salvaguardará de repetir
los errores de la república
y de tener que padecer más caudillos y regímenes dictatoriales''.