El Nuevo Herald
31 de agosto de 2001

 Angustiosa zozobra en la zona cercada por el ejército colombiano

 CARLOS OSORIO / AFP
 SAN JOSE DEL GUAVIARE, Colombia

 Un asalto de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es esperado con temor por vecinos de la ciudad
 de San José del Guaviare --de 28,000 habitantes-- en la Amazonia colombiana, desde donde el Ejército coordina hace varios días
 una vasta ofensiva contra una columna guerrillera.

 Una vecina advirtió que el pueblo es una ``bomba de tiempo'', por las varias estaciones de gasolina y una central de gas que lo
 rodean y que serían blancos inmediatos en un posible ataque rebelde.

 Otra mujer, que no quiso identificarse, también clamó por el cese del conflicto armado que azota Colombia desde hace cuatro
 décadas.

 ``Esta guerra debería acabarse, pero mientras más pedimos por la paz, más se intensifican las hostilidades'', se dolió la mujer,
 sentada en una calle de San José del Guaviare, 650 km al sureste de Bogotá.

 Sus palabras y su semblante reflejaron el temor de una gran mayoría de los 27,000 habitantes de la capital del cocalero y
 selvático departamento de Guaviare, amenazados con un asalto de las FARC, que operan en los alrededores de la ciudad.

 Funcionarios de la municipalidad de San José, que hablaron a condición de mantener el anonimato, señalaron que la amenaza de
 la guerrilla es creíble, debido a que en otras oportunidades ha incursionado en esa localidad y pueblos cercanos. Empero,
 enfatizaron que esta vez el Ejército y la Policía parecen haber tomado las medidas necesarias para evitar el ataque, aunque eso
 no evita la tensión de los vecinos.

 ``La gente duerme con un ojo abierto, mientras la fuerza pública está en permanente estado de alerta'', dijo un responsable del
 gobierno municipal.

 A pesar de estar resguardados por el batallón José Joaquín París, por una brigada antiguerrilla y por la base antinarcóticos, la
 mujer denunció que San José es una ``bomba de tiempo'', porque a sus alrededores se ubican por lo menos ocho estaciones de
 gasolina y una central de gas, que serían blancos de un posible ataque rebelde.

 Con lágrimas en los ojos, la mujer --quien llegó hace hace 20 años a la población procedente de Bogotá-- reveló cómo su esposo,
 dueño de una chagra (cultivo de coca, materia prima de la cocaína) fue asesinado hace tres años en una aldea cercana, acusado
 de deudas y transacciones de drogas que ``nunca pude comprobar porque yo no conocía nada del negocio''.

 ``Les firmé todos los documentos, y solamente les pedí permiso [a los hombres armados que controlaban la región] para sacar mi
 ropa y la de mi pequeño hijo, y me vine para San José. Desde entonces no sé nada de la tierrita'', expresó tras recordar que
 ``vivíamos bien, pero ahora tengo que trabajar como aseadora para poder subsistir. Sin embargo, gracias a Dios estamos vivos,
 aunque no sé por cuánto tiempo''.

 ``Mi peor momento, luego del asesinato de mi esposo, fue cuando me avisaron que mi hijo, en ese entonces de 12 años y quien
 trabajaba en un caserío como operario de construcción, se iba para la guerrilla'', continuó.

 ``Salí presurosa, me subí a una voladora [pequeña embarcación fluvial] y me fui hasta allá. De rodillas le pedí que no hiciera eso,
 que yo le había dedicado mi vida y que por Dios le rogaba que no se fuera con la guerrilla. El accedió. Desde entonces nunca
 volvimos a hablar del tema. Nunca supe por qué o cómo lo habían convencido para hacerlo'', abundó la mujer.

 Según su testimonio, muchas familias de la región tienen uno o dos hijos en las filas rebeldes.

 ``A dos primos de mi hijo se los llevaron hace poco. La niña de 18 años y el niño de 15. Creo que los mataron, porque poco
 tiempo después el Ejército llegó hasta el sitio en donde se encontraban y dicen que no quedó nada'', indicó.

 ``Muchas mujeres lloramos cuando vemos las noticias, los muertos y los combates; por eso ya casi no vemos noticieros.
 Además, los niños pequeños preguntan si los van a matar. Todos los días pedimos porque no se maten más, porque todos somos
 hermanos, pero hay más muertos'', puntualizó la mujer.