Angustiosa zozobra en la zona cercada por el ejército colombiano
CARLOS OSORIO / AFP
SAN JOSE DEL GUAVIARE, Colombia
Un asalto de las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) es esperado con temor por vecinos de la ciudad
de San José del Guaviare --de 28,000 habitantes-- en la
Amazonia colombiana, desde donde el Ejército coordina hace varios
días
una vasta ofensiva contra una columna guerrillera.
Una vecina advirtió que el pueblo es una ``bomba de tiempo'',
por las varias estaciones de gasolina y una central de gas que lo
rodean y que serían blancos inmediatos en un posible ataque
rebelde.
Otra mujer, que no quiso identificarse, también clamó
por el cese del conflicto armado que azota Colombia desde hace cuatro
décadas.
``Esta guerra debería acabarse, pero mientras más
pedimos por la paz, más se intensifican las hostilidades'', se dolió
la mujer,
sentada en una calle de San José del Guaviare, 650 km
al sureste de Bogotá.
Sus palabras y su semblante reflejaron el temor de una gran mayoría
de los 27,000 habitantes de la capital del cocalero y
selvático departamento de Guaviare, amenazados con un
asalto de las FARC, que operan en los alrededores de la ciudad.
Funcionarios de la municipalidad de San José, que hablaron
a condición de mantener el anonimato, señalaron que la amenaza
de
la guerrilla es creíble, debido a que en otras oportunidades
ha incursionado en esa localidad y pueblos cercanos. Empero,
enfatizaron que esta vez el Ejército y la Policía
parecen haber tomado las medidas necesarias para evitar el ataque, aunque
eso
no evita la tensión de los vecinos.
``La gente duerme con un ojo abierto, mientras la fuerza pública
está en permanente estado de alerta'', dijo un responsable del
gobierno municipal.
A pesar de estar resguardados por el batallón José
Joaquín París, por una brigada antiguerrilla y por la base
antinarcóticos, la
mujer denunció que San José es una ``bomba de tiempo'',
porque a sus alrededores se ubican por lo menos ocho estaciones de
gasolina y una central de gas, que serían blancos de un
posible ataque rebelde.
Con lágrimas en los ojos, la mujer --quien llegó
hace hace 20 años a la población procedente de Bogotá--
reveló cómo su esposo,
dueño de una chagra (cultivo de coca, materia prima de
la cocaína) fue asesinado hace tres años en una aldea cercana,
acusado
de deudas y transacciones de drogas que ``nunca pude comprobar
porque yo no conocía nada del negocio''.
``Les firmé todos los documentos, y solamente les pedí
permiso [a los hombres armados que controlaban la región] para sacar
mi
ropa y la de mi pequeño hijo, y me vine para San José.
Desde entonces no sé nada de la tierrita'', expresó tras
recordar que
``vivíamos bien, pero ahora tengo que trabajar como aseadora
para poder subsistir. Sin embargo, gracias a Dios estamos vivos,
aunque no sé por cuánto tiempo''.
``Mi peor momento, luego del asesinato de mi esposo, fue cuando
me avisaron que mi hijo, en ese entonces de 12 años y quien
trabajaba en un caserío como operario de construcción,
se iba para la guerrilla'', continuó.
``Salí presurosa, me subí a una voladora [pequeña
embarcación fluvial] y me fui hasta allá. De rodillas le
pedí que no hiciera eso,
que yo le había dedicado mi vida y que por Dios le rogaba
que no se fuera con la guerrilla. El accedió. Desde entonces nunca
volvimos a hablar del tema. Nunca supe por qué o cómo
lo habían convencido para hacerlo'', abundó la mujer.
Según su testimonio, muchas familias de la región tienen uno o dos hijos en las filas rebeldes.
``A dos primos de mi hijo se los llevaron hace poco. La niña
de 18 años y el niño de 15. Creo que los mataron, porque
poco
tiempo después el Ejército llegó hasta el
sitio en donde se encontraban y dicen que no quedó nada'', indicó.
``Muchas mujeres lloramos cuando vemos las noticias, los muertos
y los combates; por eso ya casi no vemos noticieros.
Además, los niños pequeños preguntan si
los van a matar. Todos los días pedimos porque no se maten más,
porque todos somos
hermanos, pero hay más muertos'', puntualizó la
mujer.