Intimidades de 'Tirofijo' y las Farc revela desertora en libro 'Conversaciones de una guerrillera'
Perros salchicha tratados como reyes y dramas pasionales, incluso homosexuales, en las Farc.
Los consejos de guerra y los fusilamientos bajo argumentos paranoicos; la inducción de abortos en mujeres hasta de siete meses de embarazo y tantas otras demostraciones de inhumanidad son historia conocida en la larga vida de las Farc.
Pero, lo que no se sabía hasta ahora son las facetas insólitas sobre varios dirigentes de esa guerrilla, que aparecen en el libro Conversaciones de una guerrillera, de Zenaida Rueda (Planeta), que acaba de llegar a las librerías.
Zenaida Rueda, una santandereana de 36 años, de origen campesino, fue la guerrillera que, hace un año, desertó en compañía del ingeniero Juan Fernando Samudio, quien llevaba 22 meses secuestrado.
Esta mujer pasó la mitad de su vida en la guerrilla, desde la madrugada del martes 5 de noviembre de 1991, cuando los subversivos llegaron por ella, bajo la amenaza de que si no se iba para el monte se llevarían a algunos de sus hermanos.
Durante todos esos años, Zenaida, hoy desmovilizada, fue protegida de alias 'Gaitán', jefe del frente Antonio Nariño, de quien cuenta que "siempre se daba mañas para conseguir botellas de Buchanan's, así estuviera en la selva".
Con el tiempo, Zenaida llegó a hacer parte, en San Vicente del Caguán, de los anillos de seguridad del 'Mono Jojoy', de quien cuenta: "Se la pasaba leyendo o hablando con los guerrilleros, vestido de pantalón camuflado y camiseta blanca. Siempre estaba perfumado y se cambiaba cuatro o cinco veces al día porque sudaba mucho debido a la diabetes".
También conoció a 'Marquetalia' y a 'Martín Villa', líderes de los tiempos fundacionales. Dice que eran dos "ancianitos, a quienes las Farc protegían como un tesoro" y que los comandantes guerrilleros se veían en aprietos para llevarlos de un frente al otro, por la responsabilidad de garantizar su protección.
Cuenta también que el comandante Adán Izquierdo no murió al accidentarse en una camioneta, como lo informó la guerrilla en la época del despeje, sino asesinado en su cama por su propia mujer, que lo mató por venganza. Ella había sido capturada por el Ejército e Izquierdo la abandonó a su suerte, se consiguió otra y la instaló en el campamento.
Algún tiempo después, 'Tirofijo' hizo que ella le contara la verdad y la mandó fusilar. Izquierdo fue sepultado con honores militares.
Narra, además, la ocasión en que, por error de una bacterióloga, en el hospital del bloque Oriental, resultaron todos con sífilis, incluido 'Marquetalia', que tenía más de 80 años. El 'Mono Jojoy' decidió que la bacterióloga era una infiltrada y por poco la matan.
Un episodio de homosexualidad da inicio al capítulo quinto del libro, en el que el comandante Rodolfo se suicida de un tiro de pistola, porque un joven guerrillero, del cual estaba enamorado, le dice que terminen su relación.
Rigo, el hijo de 'Marulanda'
Pero el mejor guardado secreto de las Farc es el del hijo enano de 'Tirofijo'. "Rigo tenía 23 años cuando lo conocí (...) era muy inteligente. Hablaba perfectamente inglés" y "le habían encomendado la misión de monitorear las conversaciones (en inglés) de los pilotos de los aviones bombarderos y de los aviones fantasmas".
"Con Rigo tuve gran empatía. Al principio estaba aterrada de verlo. Nunca en mi vida había visto un enano. Rigo tenía su camuflado y botas de caucho. Le habían hecho un chaleco pequeñito y cargaba un morral con hamaca, sábana, dos mudas de ropa y una pistolita Pietro Beretta, aunque nunca lo vi disparar".
"Yair lo ponía a trotar porque estaba muy gordo, pero el enano hacía trampa. Caminaba un rato y cuando se daba cuenta de que no estábamos mirando, se sentaba", relata.
También cuenta que: "El viejo ('Tirofijo'), tenía tres
perros chiquiticos, de los que llaman salchichas. Y los cuidaba mejor que
si fueran guerrilleros. A veces los llevaba a las caminatas y a los guardias
de Marulanda les tocaba cargarles el alimento. Les daban gaseosa con galletas.
Por la noche, les armaban un cambuche con hamacas y les ponían un
toldillo para que no los picaran los bichos. Y antes de subirlos a las
hamacas, los guerrilleros les limpiaban las patas".