El verdadero poder de ‘Tirofijo’
Manuel Marulanda siempre detentó el poder, pese a que la guerrilla
contaba con líderes más preparados.
Manuel Marulanda nunca perdió el control de las Farc. Ni en
sus inicios, cuando tuvo que zanjar diferencias entre el grupo de campesinos
liberales y comunistas que se enfrentaban a los “pájaros” o se dedicaban
a bandolerear, ni cuando la arrolladora personalidad de Jacobo Arenas ponía
en duda su liderazgo en las épocas de Casa Verde. Ni siquiera en
este último tiempo, cuando el narcotráfico se tomó
sus estructuras y emergieron figuras como Alfonso Cano (un intelectual
con camuflado) o Mono Jojoy (destacado como el jefe militar). Siempre mandó
sobre la tropa. Su liderazgo se fue consolidando a medida que su figura
se convertía en mito con cada noticia falsa sobre su muerte en combate.Quienes
han estado cerca de él siempre respondían lo mismo cuando
se les preguntaba por qué un anciano sin mayor instrucción
conservaba el mando de esta guerrilla: “La malicia campesina”.Sin haber
terminado sus estudios básicos, este hombre se curtió en
el monte, aguzó al máximo su sentidos y se convirtió
en un gran estratega militar. Al mismo tiempo, seguía pensando en
política, en hacer política, en aprender de política.
Siempre que recibía visita de “afuera” interrogaba al máximo
a sus interlocutores. Así aprendió cómo funcionan
el Estado, los dirigentes de los partidos y cuáles eran las alianzas
que movían las decisiones trascendentales del país.Una de
sus cualidades como guerrero fue conocer bien a su enemigo y nunca menospreciarlo.
Así se ganó el respeto de los intelectuales que entraron
a compartir el mando colegiado de las Farc, como Jacobo Arenas, Alfonso
Cano, Iván Márquez o Timochenko, quienes acogieron siempre
la voz de mando de “el viejo”.“Marulanda es un maestro de la guerra de
guerrillas y eso no lo ha aprendido en libros, eso es intuición,
eso es aprendizaje arrancándole verdades a la vida”, dijo en alguna
oportunidad Jacobo Arenas.Aunque las decisiones de las Farc siempre se
tomaron por consenso entre los siete miembros del secretariado, la voz
de Marulanda era la decisiva. Por eso, en estos dos últimos años
su liderazgo fue aún más marcado. Los graves problemas de
comunicación que empezaron a afectar la toma de decisiones hicieron
que la voz de Tirofijo fuera la única.Temas como la reciente liberación
de secuestrados fueron coordinados directamente por él, a través
de Iván Márquez, sin poder consultar a los otros miembros
del secretariado, que se enteraron por las noticias. Incluso, se habla
hoy de divisiones internas en el Secretariado por hechos como la pérdida
de control sobre Emmanuel, el hijo de Clara Rojas, o la captura de las
pruebas de supervivencia de Íngrid Betancourt y otros secuestrados
por parte de las autoridades, producto de la falta de comunicación.Marulanda,
a pesar de los achaques propios de su edad (sufría de hipertensión
y fue operado de la próstata), gozó de buena salud. Con un
numeroso cuerpo de seguridad (se especula que podrían ser hasta
3.000 hombres en diferentes anillos) podía llevar una vida relativamente
tranquila. En los últimos 15 años se afincó en la
zona de los Llanos del Yarí, una vasta llanura que colinda con la
serranía de La Macarena y la espesa selva del sur de la Orinoquia.
Se movía con tranquilidad por el río Duda, zona en la que
aún tienen una fuerte relación con la población civil
y habitada por colonos que han tenido relación familiar con las
Farc durante dos o tres generaciones.