Tanja y el ‘Mono Jojoy’
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En sus diarios, Tanja cuenta que se le perdieron sus gafas en un
río años atrás, hecho que la deprimió profundamente porque no veía absolutamente nada. |
Medicina Legal descartó, por el momento, que la guerrillera holandesa que está hace seis años en las Farc hubiera muerto en el bombardeo al campamento de ‘Jojoy’. Lo que sí es cierto es que ella acompañó al jefe guerrillero en sus últimos días.
La noticia de la muerte del ‘Mono Jojoy’ fue como las bombas que lo mataron: del estruendo se pasó a la euforia y después al silencio.
Ha pasado una semana desde que se conoció la muerte del guerrillero más buscado de las Farc en Colombia y la expectativa ahora está en la información los computadores y las memorias USB que se encontraron en el campamento, y en establecer plenamente la identidad de quienes murieron durante la operación Sodoma.
Sin embargo, por unos días Holanda estuvo pendiente de saber noticias de su guerrillera, Tanja Nijmeijer (32 años), que llegó a las Farc en el 2004.
Ella, según las más recientes informaciones de inteligencia militar, acompañaba en los últimos meses al ‘Mono Jojoy’ y por eso se especuló sobre su muerte en los últimos días. Sin embargo, Medicina Legal, a través de la comparación de cartas dentales, descartó por el momento de entre los muertos esté Tanja, quien al parecer está huyendo en la selva.
A propósito de la relación entre Tanja y ‘Jojoy’, Semana.com reproduce apartes del último capítulo del libro “Tanja, una holandesa en la guerrilla colombiana”, escrito por León Valencia y Liduine Zumpolle, que tiene detalles sobre la cercanía de la guerrillera holandesa con ‘Jojoy’.
“La discusión que se generó en el seno del Bloque Oriental de las Farc, inmediatamente después de que se conocieran los diarios de Tanja, no tenía nada de vaga y de incierta. Los fragmentos difundidos por la inteligencia militar tuvieron un efecto demoledor para la imagen de Tanja dentro de la comandancia guerrillera y desataron una ola de presiones por parte algunos guerrilleros de base para que la trataran como a cualquier combatiente colombiano y le decretaran la pena de muerte.
Gerardo la interrogó de nuevo. Al interrogatorio se apareció con el ejemplar de la revista Semana que empezó a circular el 10 de septiembre. Se lo entregó a Tanja y le ordenó que leyera con cuidado todo lo que aparecía allí (Vea La guerrillera holandesa), en especial las palabras que ella utilizaba para referirse a las Farc. Tanja veía allí el rastro de sus rabias, de sus decepciones, de sus acusaciones contra los dirigentes guerrilleros; veía algunos rasgos de las Farc que ella había descrito en las noches silenciosas; veía las ulceraciones y los tumores que había descubierto en la arrugada piel de la guerrilla; pero todo le parecía abultado, deforme, como si sus propias palabras se hubieran transformado en un monstruo que tenía el propósito de tragársela entera. Gerardo permitió que terminara la lectura y le alargó un recorte de periódico con declaraciones del entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos para que midiera las consecuencias de sus escritos. Decía Santos que ahí estaba ante el mundo el verdadero rostro de las Farc pintado por una de sus combatientes. Ahí estaba una guerrilla prostituida, con militantes afectados por el sida, carcomida por el narcotráfico, carente de ideales, dedicada a matar y a secuestrar a civiles indefensos. (...) Estuvo varios días en la soledad más angustiosa, metida en su cambuche, aislada, rumiando su desgracia, arrepintiéndose una y otra vez de haber dedicado tantas noches a escribir el diario que ahora la tenía al borde de una sentencia de muerte. No quería hablar con nadie.
No quería comer. Sólo quería saber lo que había determinado el Estado Mayor del Bloque Oriental. Sólo quería oírle decir al mando que le había perdonado la vida y en cambio le impondría una sanción drástica de trabajo y humillación.
Fue Raúl Reyes quien le tendió la mano a Tanja. Él se había dado cuenta rápidamente del interés especial que ella despertaba en Europa. Tenía en sus manos algunos artículos que habían circulado en las capitales europeas con motivo del hallazgo de los diarios. Le habían llegado varias peticiones de entrevistas a él y a Tanja de parte canales de televisión, de periódicos y revistas. Se dio cuenta de que, bien manejada la situación, las Farc podrían seguir obteniendo frutos de la presencia de Tanja en la guerrilla”.
(...)
“En la selva profunda de Colombia, Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, le informaba a Tanja que de ese momento en adelante tendría que acostumbrarse a caminar con él por las montañas y a obedecer sus órdenes con una disciplina tal que la guerrilla pudiera olvidar todo el daño que habían hecho sus diarios. Tanja supo entonces que había sobrevivido al momento más azaroso de su pertenencia a la guerrilla, al ataque al campamento de Lozada y a un juicio que la hubiese llevado seguramente a la ejecución. Pero se dio cuenta de que no le esperaban días mejores, porque el Mono Jojoy era, sin duda, el hombre más perseguido de las farc y el gobierno del presidente Uribe estaba empeñado en acabar con todos los integrantes del Bloque Oriental”.
(...)
“Eran las tres de la tarde. Se habían sentado en el suelo, debajo de una pequeña carpa. Afuera caía una lluvia menuda y el día lucía oscuro. El Mono Jojoy estaba cansado. Hacía menos de dos horas había llegado de una larga caminada. Miraba de frente a Tanja y le repetía que no debía hacerse ilusiones con una vida fácil en la guerrilla a partir de ese momento. Que los errores cometidos por ella eran demasiado graves y las sanciones que afrontaría no serían menores. Tanja escuchaba en silencio las recriminaciones y pensaba en su futuro. No era nada halagador. En el mejor de los casos caería presa y afrontaría un juicio en Colombia o en otro país que le diera por imputarle algún delito cometido en sus años de guerra. Pero también podría morir en esa selva queempezaba a ser más familiar a sus ojos que su añorada Holanda”.
(...)
“Algunos hombres decían que habían compartido algún
tramo de la vida con Tanja y describían romances de ensueño
en medio de reyertas y combates. Las mujeres en cambio tenían recuerdos
de sus acciones y hablaban de sus posibilidades en el futuro. Zenaida Rueda
contaba en su libro, Confesiones de una guerrillera, que la había
visto enseñándole inglés a Pablo, hijo de Jorge Briceño,
alias el Mono Jojoy. Rueda le augura un destino trágico por la cruda
persecución que el Ejército estaba realizando en busca de
este jefe guerrillero”.