'El Mono Jojoy era el Pablo Escobar de las Farc': Luis Eladio Pérez
Luis Eladio Pérez dice que el libro de Íngrid lo ha llevado a recordar episodios que él ya había querido borrar de su mente.
El ex secuestrado habla de la muerte del jefe guerrillero y de su relación con Íngrid Betancourt, en entrevista con Yamid Amat. "Ojalá se case con Marc Gonsalves, yo sería padrino".
El ex senador Luis Eladio Pérez, secuestrado por alias 'Mono Jojoy', sostiene que el abatido jefe guerrillero "era el Pablo Escobar" de las Farc. A veces servicial y amable, pero casi siempre cruel y sanguinario.
Pérez revela detalles de su secuestro y de su relación con 'Jojoy', de sus lazos de hermandad con Íngrid Betancourt y del romance de ella con el estadounidense Marc Gonsalves. De su secuestro, por ejemplo, cuenta que la guerrilla atravesó con él, cautivo y amarrado, la base militar de Tres Esquinas, símbolo de la lucha antiguerrillera.
¿Qué recuerda de 'Jojoy'?
Cuando estábamos secuestrados bajo sus órdenes, Íngrid, Clara Rojas y yo, por instrucciones suyas, me habían privado de todo: no tenía ni una cuchara, comía con los dedos; ni crema dental ni cepillo de dientes ni jabón ni desodorante ni ropa interior. Apestaba. Pero era un calculador. De pronto, se presentaba como generoso y ordenaba atender nuestras necesidades. Aparecía como compasivo.
¿Cómo era frente a los guerrilleros?
Muy duro. Pero originaba respeto porque, tenía manifestaciones de afecto. Abrazaba y besaba a los guerrilleros de base que nos cuidaban. Pero no temblaba en ordenar un fusilamiento de quien violara el reglamento interno.
¿Ejecutó fusilamientos?
Muchos. A guerrilleros que se robaban dineros de secuestro o narcotráfico, al que intentaba fugarse y era descubierto, al que violaba a una guerrillera, al que no cumplía el reglamento interno.
¿Usted cómo lo supo?
Los mismos guerrilleros lo comentaban: 'Mataron a tal, fulanito de tal se escapó, lo cogieron y lo fusilaron. En los años de secuestro, cambiaban esporádicamente a dos o tres y llegaban nuevos, la mayoría en reemplazo de fusilados.
¿Si 'Gafas' y 'César' no hubieran subido al helicóptero en la 'operación Jaque' habrían sido fusilados?
Tenga la plena seguridad de que los guerrilleros que quedaron vivos en la 'operación Camaleón', con la liberación del general (Luis) Mendieta, fueron fusilados. Hay grabaciones de comunicaciones en las cuales 'Jojoy' da la orden de fusilar a todos los que estaban al cuidado de ellos. El baño de sangre de los últimos años, en mucho se lo debemos a este personaje.
¿Qué siente hoy ante el abatimiento de 'Jojoy'?
El mismo alivio que siente el país. El mismo sentimiento de descanso que ocurrió ante la muerte de Pablo Escobar. 'Jojoy' era eso: el Pablo Escobar de la guerrilla. Además de ordenar actos de terrorismo, asesinatos, secuestros, era el que más aportaba al financiamiento de las Farc por el negocio de la coca. Eso le generaba un poder adicional.
¿Durante su cautiverio, fue especialmente cruel con algún secuestrado?
Con el ex gobernador Alan Jara. Le decía que era paramilitar y responsable de la muerte de guerrilleros, que se había robado 80 mil millones de pesos del presupuesto del Meta, algo absolutamente absurdo, y vivía amenazándolo con llevarlo a juicio político para decidir su fusilamiento.
¿Y con quién fue deferente?
Cuando se presentó con Íngrid, con Clara y conmigo. Habíamos construido con tablas y viejos tubos un lugar para hacer flexiones y abdominales. Al verlas, 'Jojoy' se puso a hacer ejercicio. De pronto, nos dijo: '¿Qué se les ofrece?' Y fue muy chistoso porque Íngrid empezó a hacerle una lista de pedidos: crema bronceadora número tal, crema bloqueadora no sé qué. Crema Lancome. 'Jojoy' me miraba y se reía, pero anotaba. A mí me parecía macondiano. Le pedí una cuchara para comer, jabón y cepillo. Ofreció regresar. No llegó nunca. Quien apareció fue 'Martín Sombra'. Nos vendaron, encadenaron y nos metieron a una lancha hasta que nos desembarcaron en la cárcel de alambres de púa. Ahí nos reunieron con los tres estadounidenses y los demás políticos. Unos 15 días después, 'Sombra' nos llamó a Íngrid, a Clara y a mí. "Aquí les manda 'Jojoy'". Eran tres bultos, uno para cada uno.
¿Lo que habían pedido?
Todo y más. Cremas finísimas de marca para Íngrid y Clara, ropa interior, sudaderas, camisetas, lociones, perfumes. Para mí, una bolsa con 200 máquinas desechables, crema para afeitarme, jabón, camisetas, calzoncillos, medias. Yo terminé distribuyendo eso entre Jorge Eduardo Gechem, Orlando Beltrán y los norteamericanos. ¿Pero sabe qué fue lo que más nos sorprendió? Un ponqué de Joyce, la pastelería del norte de Bogotá. Absolutamente fresca, como si acabara de llegar. Ahí concluimos que estaban utilizando hidroaviones.
¿Y por qué el pastel?
"Un detalle", mandó decir.
¿Leyó ya el libro 'No hay silencio que no termine'?
Sí.
Pocas referencias a 'Jojoy'...
Mínimas.
De las cosas que Íngrid narra en su libro, ¿cuál fue la que más le impactó?
Su inmensa capacidad de memoria. Me ha puesto en condiciones muy difíciles al recordar episodios que yo ya había querido borrar de mi mente: los maltratos permanentes, las enfermedades, la fuga que realicé con ella, que fue un episodio lamentable y fatal, porque fue lo que provocó un comportamiento de la guerrilla inaceptable.
¿Cómo se produjo su encuentro en cautiverio?
Ella me confundió con un anciano guerrillero. Yo llevaba dos años secuestrado... solo... en condiciones precarias y miserables... Cuando llegaron me acerqué a Íngrid. Me identifiqué, pero noté en ella desconocimiento. Dije: "Soy Luis Eladio Pérez, tu compañero de Senado. Ella reaccionó. Íngrid, muy emotiva. Clara, muy seca. Siempre fue así. No solo conmigo sino con todos. Y se advertía enemistad entre Íngrid y ella, lo que generó malestar en la convivencia, porque cada secuestrado comenzó a tomar partido.
¿Cuál fue la causa del distanciamiento entre ellas?
No sé, exactamente. Íngrid deja entrever que sin duda fueron los intentos de fuga y los comportamientos de la una y de la otra en los mismos; los miedos, los temores. Además, percibí en Íngrid un gran resentimiento por algunas apreciaciones que Clara le hizo en referencia al papá.
Durante sus dos años de secuestro solitario, ¿usted en dónde estuvo?
En permanente movimiento. Me llevaron por Nariño y Putumayo, por el Ecuador; después me subieron por todo el Caquetá, inclusive, un día pasamos a las 5:30 de la mañana por la base de Tres Esquinas, cuando me llevaron a reu-nirme con Íngrid y Clara.
¿Por Tres Esquinas?
Sí, señor. Por la base de Tres Esquinas, sobre el río Orteguaza, en una lancha...
¿Usted vio la base?
Pero claro, me llevaban amarrado. Eran como 12 guerrilleros, cuando de pronto apareció la base y sus inmensos reflectores. Me exigieron silencio. No podía creer que estuviese pasando por la base militar más importante que tiene el Ejército en contraguerrilla como Pedro por su casa.
Íngrid dice que un día les hicieron una amenaza. "Nos miramos con Lucho e instintivamente nos tomamos de la mano". ¿Nació un gran afecto?
Sí, de amistad, de mutua compañía y comprensión. Sobre este tema se ha especulado demasiado, con un morbo que ha hecho daño a todos los secuestrados, a nuestras familias. La gente se olvida que nos tocó vivir 5 ó 6 años encadenados las 24 horas del día. Yo tuve que caminar un año descalzo, porque me quitaron las botas. En mi situación, encontrar a una persona de las calidades de Íngrid, de su condición humana, de su capacidad casi samaritana, porque me ayudó en los momentos más difíciles, con dos comas diabéticos, un pre infarto y leishmaniasis, no podía originar nada distinto que una hermandad.
Narra Íngrid que usted estuvo a punto de morir en sus brazos...
Quienes somos diabéticos sufrimos picos de hipoglicemia graves. Si no nos suministran inmediatamente algo con azúcar uno queda descerebrado y punto. Un día tuve el primer coma diabético. Íngrid siguió con exactitud mis instrucciones, me hablaba y sacudía, me mantenía despierto. Dormir en ese momento es entrar en coma profundo, de consecuencias irreversibles; salvó mi vida con la ayuda de los norteamericanos. Ese día yo estaba cumpliendo años: el 9 de diciembre de 2003 y, como ella dice, me arrastraba desde las orillas de la muerte.
Íngrid afirma que 'Joaquín Gómez' le preguntó: '¿Qué opina de la información que les había transmitido Clara, en el sentido de que su ciclo biológico, que lo conocía, estaba por terminar y que ella quería ser madre?'. ¿Clara pidió autorización para quedar embarazada?
No lo sé, porque Clara estaba embarazada cuando me encontré con ellas. Ella llegó con 5 meses de embarazo.
¿Íngrid no le comentó sobre su distanciamiento con Clara?
Sí, pero no por el embarazo, aun cuando Íngrid le advirtió todos los riesgos que eso suponía para la vida tanto de Clara como del bebé. Y de la misma convivencia nuestra. Otra razón del distanciamiento es que Clara no quería intentar más fugas. Íngrid y yo, sin Clara, empezamos a hablar entonces, de esa posibilidad, porque teníamos un inmenso temor de un intento de rescate o un ataque aéreo; los norteamericanos creían eso. Un día, un guerrillero le pidió el favor a Íngrid que le tradujese algo de un GPS. El guerrillero se descuidó. Íngrid logró ver las coordenadas. Yo tenía un cuaderno con el mapa de Colombia: estábamos 80 kilómetros al sur de Mitú, en el río Apaporis, exactamente en la nariz que hace el mapa de Colombia, entre los límites de Venezuela y Brasil. Pensamos que si lográbamos avanzar a través del río podíamos llegar a la frontera, o alguna población del Brasil. Empezamos a planear todo, con tan mala suerte que en ese momento me dio leishmaniasis en la sien izquierda, el famoso cáncer de la selva, que origina la picadura de un insecto que produce un gusano, que va carcomiendo y produce la muerte. Yo era un monstruo: no podía caminar, no podía moverme, menos dormir, y el dolor era infinito.
¿Y la fuga se descartó?
Se atrasó 6 meses en que nos fuimos preparando. Íngrid empezó a construir una especie de malla de pechero con tarros de aceite, que nos daban para orinar de noche, porque encadenados no nos permitían ninguna movilización. Íngrid se las ingenió para fabricar unos aparatos que nos permitirían flotar. Un buen día me curé, y estaba yo en el proceso de recuperación de la movilidad, cuando la guerrilla empezó a abrir huecos para colocar estacas y a llevar rollos de alambres de púas; comprendimos que nos iban a volver a cercar. Dijo Íngrid: 'Es hoy, o no es nunca'. A la una de la mañana, bajo una terrible tempestad, Íngrid entró a mi cambuche: 'Llegó la hora, arranque, arranque', me dijo.
Y arranqué. Habíamos previsto amarrarnos para evitar que la corriente nos separara. Nadar y flotar. Lo hicimos durante tres días. Al cuarto día, no teníamos comida, yo no tenía fuerzas... empecé a sentirme muy mal... No podía ni ponerme de pie. Mucho menos nadar ni caminar. Le dije a Íngrid que me estaba muriendo y que no podía seguir. Le rogué que se fuera, que a mí la guerrilla me encontraría. Ella, al ver mi estado, tomó la determinación de que no me dejaría solo. Sentimos el ruido de una canoa. Nos dijimos: 'Pidamos ayuda'. Podían ser civiles o la guerrilla. Pero no teníamos alternativa. ¡Era la guerrilla!
¿Y comenzó la peor época del secuestro?
La peor. Encadenamiento de pies y cuello, represiones, maltrato, amarrados a árboles, habíamos llegado a un monstruoso infierno. Sufrí un pre infarto. Íngrid y un norteamericano salvaron mi vida. Ella me daba la comida, lavaba mi ropa, me llevaba los baldes de agua para poderme asear; siempre tuve su mano generosa...
¿Para ese momento ya había nacido el romance entre Marc Gonsalves e Íngrid?
Sí, había una empatía entre ambos, de tiempo atrás. Era sumamente difícil porque la guerrilla le prohibió a Íngrid hablar con los tres norteamericanos. Íngrid y Marc solamente se miraban y se escribían cartas.
¿Usted fue el enlace?
Colaboré para que ellos pudiesen intercambiar apreciaciones a través de cartas o lo que fuese...
¿Él era soltero?
No, casado, pero su esposa tomó la decisión de dejarlo, estando él secuestrado; él se enteró con los mensajes que la mamá le enviaba por la radio.
Si llegara a terminar en matrimonio, usted no se sorprendería...
Absolutamente no. Me alegraría muchísimo de que ambos tuviesen esa inmensa oportunidad de rehacer sus vidas. Admiro y profeso inmensa amistad por Íngrid. Hasta padrino sería.
YAMID AMAT
ESPECIAL PARA EL TIEMPO