Análisis: Amenazas, una estrategia diabólicamente eficaz
La estrategia de hacer renunciar a las autoridades de municipios y departamentos
de este país, en la
que se embarcaron las Farc hace tres semanas con el fin de generar un vacío
absoluto de poder, no
es una idea original de la guerrilla colombiana.
Hace tres décadas, en la guerra del Vietnam, los viet cong amenazaron
y eliminaron a centenares de
funcionarios locales, con lo cual consiguieron sembrar el desorden y la
anarquía en buena parte del
territorio en conflicto.
En el caso colombiano, luego de lanzar las amenazas, las Farc solo han
asesinado a un alcalde
elegido popularmente, el de Solita (Caquetá), y han llevado a cabo
unas pocas acciones dispersas de
intimidación: un atentado contra el alcalde de Santa Bárbara
(Antioquia), cinco o seis secuestros de
advertencia, con liberaciones rápidas, el homicidio de la esposa
de un alcalde (San Vicente del
Caguán) y una bomba en la alcaldía de Miranda (Cauca), entre
otras.
Con estas escasas operaciones, han conseguido la renuncia de 222 alcaldes
municipales y la
parálisis total de 35 pueblos, con toda su administración
renunciada y cesante.
"Lo que están haciendo las Farc puede ser el paso más importante
en muchos años de afianzamiento
de su control territorial", asegura el analista Alfredo Rangel. "Y cumple
con el doble cometido de
erosionar muy seriamente al Estado a nivel de las regiones y mostrar poder,
ya no solo en las áreas
periféricas de siempre, sino también en los grandes núcleos
urbanos".
Lo que más llama la atención de los observadores del conflicto
colombiano es la gran capacidad que
está demostrando la guerrilla para confundir a la Fuerza Pública,
y al país entero, sobre cuál va a ser
su accionar en el corto plazo.
Luego de la ruptura del proceso de paz, cuando se esperaba una acometida
terrorista contra las
ciudades y un enfrentamiento frontal contra el Ejército y la Policía,
la guerrilla terminó optando por el
plan de 'despejar' los municipios de autoridades y agentes del Estado.
"Primero mostraron su poder dejando a oscuras e incomunicando a varios
departamentos", dice el ex
guerrillero y analista León Valencia. "Luego hicieron algunas operaciones
cargadas de audacia como
lo de los diputados del Valle. Y finalmente se metieron en esto de las
amenazas a los alcaldes, una
táctica terriblemente barata y eficiente".
Este último planteamiento de Valencia es totalmente válido.
Tal vez nunca, en el viejo conflicto
colombiano, se había apreciado una estrategia que exigiera unos
costos tan bajos en cuanto a
hombres, municiones y logística. Las Farc lo único que han
hecho es lanzar una amenaza general y
presionar a algunos alcaldes para que, casi por inercia, el amedrentamiento
opere y se produzca el
efecto multiplicador. Y eso es, finalmente, lo que está sucediendo.
Aunque es imposible prever hasta donde va a llegar la nueva táctica,
lo evidente es que, ya echada a
rodar, sus consecuencias pueden ser contundentes. Tanto así, que
para muchos analistas, el país
está entrando en una fase definitiva de la guerra.
"Es que decenas de pueblos sin autoridades, sin administración,
generarían un caos tal, una
anarquía de tal magnitud que el Estado podría colapsar. La
situación se puede volver inmanejable,
aún para la propia guerrilla", asegura el investigador Javier Naranjo.
"Lo peor es que enfrentar una situación como esta exige una respuesta
de presencia militar y política
masiva en muchísimos puntos del territorio nacional. Solo eso, y
no los chalecos antibalas, los
alcaldes armados y los escoltas, puede frenar una ofensiva como esta de
las Farc.
Siguiendo esa lógica, la situación en que va a entrar el
próximo gobierno, en menos de un mes, es
sumamente complicada. Es probable que el nuevo Presidente comience mandato
con decenas de
pueblos acéfalos de administración, o gobernados a control
remoto.
"La situación está forzando a que Uribe tenga que entrar
con un planteamiento categórico de
respuesta militar a gran escala, o a que se vea obligado a sentarse a la
mesa de diálogo, quiera o
no", afirma el catedrático y experto en temas de paz Alejo Vargas.
Inclusive, en una reunión de alcaldes y gobernadores amenazados,
realizada el viernes en Bogotá,
varios mandatarios exigieron que el nuevo Presidente arranque su mandato
convocando a un
proceso de paz.
La otra opción, la respuesta militar categórica, no la pueden
dar las Fuerzas Armadas tal como se
hallan en la actualidad. Analistas como Javier Fernández Riva y
voceros del gobierno entrante
reconocen que el Ejército necesita de dos puntos del Producto Interno
Bruto (PIB), más o menos
cuatro billones de pesos, para lanzar una ofensiva eficiente contra la
subversión.
No es claro cuánto tiempo puede pasar antes de que el nuevo Gobierno
consiga esos recursos, los
desembolse y los haga efectivos. Y quizá lo más complejo
de este problema de las renuncias masivas
es que precisamente las soluciones son de urgencia extrema, porque el acoso
de la guerrilla no va a
ceder y porque un solo alcalde asesinado tiene efectos inmediatos y crecientes
en renuncias y en
administraciones al garete.
"Lo que viene es definitivo. Aquí no ha habido una política
de paz en más de 30 años de conflicto,
pero tampoco ha habido una política de guerra", afirma un investigador
que pide reserva de su
nombre.
"Las Farc tiraron una carta que plantea un golpe mortal al Estado. Uribe
no va a poder pasar
agachado, como hicieron sus tres antecesores, dejando que el conflicto
continúe soterrado mientras
pasan sus 4 años", concluye.
SERGIO OCAMPO MADRID
Editor de Nación