La guerrilla colombiana actúa en pleno centro de Venezuela
GERARDO REYES
El Nuevo Herald
A eso de las 8 de la noche, cuando los guerrilleros se habían
puesto las pistolas al cinto, y estaban más serenos, la señora
de la casa le pidió autorización
a uno de ellos para cantar el Salmo 91.
Con la aprobación del rebelde, la soprano de la iglesia
adventista entonó a capela: ``El que habita el abrigo de Dios morará
bajo sombras de amor, sobre
él no vendrá ningún mal y en sus alas feliz
vivirá''.
Al terminar, recuerda ella, el guerrillero jefe le comentó
que esas no eran las palabras exactas del Salmo 91, a lo cual le respondió
que habían sido
adaptadas para que rimaran en la versión musical.
La extraña discusión bíblica ocurrió en noviembre del año pasado a menos de tres horas de Caracas en la sala de una finca de recreo.
Fue uno de varios episodios absurdos de un secuestro frustrado
que ahora los habitantes de esta región citan como un ejemplo más
de la sospechosa
facilidad con que la guerrilla colombiana ha logrado infiltrarse
en los campos y las ciudades de Venezuela.
``¿Cómo es que llegan a secuestrar de esa manera
tan impune, después de pasar por lo menos ocho alcabalas [puntos
de control] desde la frontera con
Colombia?, se pregunta el propietario de la finca que estuvo
bajo cautiverio y luego fue víctima de una implacable extorsión.
El y su esposa, la soprano, están en Miami intentando
empezar una nueva vida y lidiando con el eco de las últimas palabras
de un emisario de la guerrilla
quien les advirtió que los buscarían en cualquier
lugar del mundo para matarlos.
La finca donde empezó la pesadilla está enclavada
en una zona montañosa del estado Carabobo, cerca de Valencia, situada
a 150 kilómetros al occidente
de Caracas y a unos 500 kilómetros de la frontera con
Colombia.
Cómo llegaron allí los guerrilleros es un pregunta
que el empresario y su esposa sólo pueden explicar con una especulación:
con la ayuda pasiva o activa
del gobierno.
''Después de esto, a mí me quedan pocas dudas de que Chávez ha abierto la frontera a la guerrilla colombiana'', explicó el empresario.
El secuestro aumentó en Carabobo en un 69 por ciento en el 2003, según cifras de la Guardia Nacional.
En este caso, según las investigaciones, el empresario
de 65 años y su esposa de 56, fueron víctimas de una extorsión
de jóvenes que se identificaron
como miembros de la guerrilla colombiana. La pareja, que pidió
no ser identificada, se había resistido a un secuestro del grupo
que los mantuvo detenidos
en su finca durante seis horas.
El drama comenzó el 9 de noviembre cuando la pareja llegó
a su finca en las montañas al oeste de Valencia en compañía
de una tía de 75 años del
empresario.
Cuando aún estaban en el interior del automóvil,
de los árboles salieron cuatro hombres y una mujer armados con pistolas.
Los ocupantes del automóvil, el
mayordomo, su esposa y su cuñado, fueron obligados a
entrar a la casa.
Al empresario le extrañó que uno de los perros de la finca, que no es amistoso, seguía a los guerrilleros batiendo la cola, como si llevaran allí varios días.
Con un inconfundible acento colombiano, recuerda, el líder
de los rebeldes dijo que su agrupación había investigado
la vida suya, que conocían todas sus
propiedades, que sabía que viajaba con frecuencia a Miami
y que por todo esto reunía las condiciones para llevarlo a Colombia
y exigir un rescate.
''Prefiero que nos maten a los dos'', le respondió el
empresario. ''Ni me llevan a mí ni se la llevan a ella. Después
de todo, el anhelo de un cristiano es
encontrarse con Dios'', recuerda que les dijo.
Mientras esperaban la llegada de un comandante guerrillero que
nunca llegó, los rebeldes y sus rehenes hablaron de Dios, de beneficios
de la educación
familiar y de la concentración de la riqueza.
Uno de los guerrilleros, dejó en claro una cosa que el empresario no puede olvidar.
``Nosotros no tenemos fronteras, nos dijo''.
Lo que siguió fue tan agobiante como estar secuestrados.
Los asaltantes se llevaron al administrador de la finca y al cuñado
de éste como rehenes y le
advirtieron al empresario que recibiría una llamada para
ser notificado de la cantidad que debía pagar para que respetaran
su vida, la de su esposa y la de
los rehenes.
Si hablaban con las autoridades, serían ajusticiados.
Para fugarse los rebeldes usaron el automóvil del empresario,
que luego abandonaron. El hallazgo del carro activó una investigación
del Grupo
Antiextorsión y Secuestro de la Guardia Nacional (Gaes).
A partir de ese fin de semana, un negociador de la guerrilla
se comunicaba casi a diario con el empresario. Bajo amenazas de matar a
toda la familia y de
incendiar las propiedades, el negociador exigía detalles
de las gestiones para recaudar el dinero. La cantidad exigida el primer
día fue de $3 millones.
''Era una locura, yo no tenía ese dinero'', dijo.
Las víctimas de la extorsión lograron reducir el monto del rescate a $50,000, a ser entregados en bolívares.
Para su sorpresa, quien se presentó a recibir el dinero
fue el cuñado del administrador de su finca. Allí, en la
oficina, el joven reconoció que trabajaba para
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, recuerda el
empresario.
''¿Por qué me hiciste esto si yo te ayudé
en tantas cosas?'', le preguntó tras recordarle que le había
dado vivienda y trabajo dos años antes a su familia
cuando se presentó como ''desplazada'' de la violencia
en Colombia.
'El tipo me respondió fríamante: `cosas de la vida y no me pregunte más nada' y desapareció con el dinero''.
Agentes del Gaes siguieron los pasos de los cobradores y los
abordaron en un taxi en la avenida Bolívar Norte de Valencia, según
inforó la prensa. Bajo
presión física y sicológica, los jóvenes
dieron indicaciones del lugar donde se encontraba la célula guerrillera
que dirigía la operación.
Pero los militares no lograron llegar hasta el lugar porque se trataba de un paraje internado en Colombia.
El capitán del Gaes, Argenis Freitas, quien participó
en la operación, dijo a El Nuevo Herald que no estaba autorizado
para dar declaraciones y refirió la
llamada al teniente coronel Pedro Rafael Palermo, quien no respondió.
Una semana después de la captura de los cobradores de
la finca del salmo 91, fue secuestrado un productor agrícola y llevado
a Colombia y la semana
pasada una granada fragmentaria explotó en un galpón
de la constructora Sedaivicla, ubicada en un municipio cercano a Valencia.
Los propietarios informaron que desde hace aproximadamente un
mes, Alcibiades Rodríguez, principal accionista de la firma, ha
sido amenazado vía
telefónica por unos hombres que se han identificado como
guerrilleros colombianos.