Los convocados de La Habana
Por Pablo Alfonso
Esta vez, Mambrú no fue a la guerra. Se fue a La Habana convocado por la dictadura…y claro, el viaje no tiene nada que ver con la tradicional canción del cuento.
Los “mambruses” que motivan este comentario son los “emigrados” que concluyeron el viernes en la capital cubana tres días de arrumacos con la dictadura castrista; por ellos no siento dolor ni pena.
El llamado a filas lo realizó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX). Allí acudieron, en señal de aprobación y obediencia, 129 emigrantes cubanos, instalados en 34 países, de acuerdo con las cifras oficiales.
La sede del encuentro, el Hotel Nacional, es hoy todo un símbolo de la segregación social, teniendo en cuenta que los cubanos que viven en el país, no pueden disfrutar de esas instalaciones, reservadas solo para los extranjeros y algún que otro privilegiado que pague sus gastos en divisas.
Ignoro si alguno de estos “emigrantes”, tan sensibles a la igualdad social, los derechos civiles y la unidad de la familia cubana, sintió algún reparo al disfrutar de un entorno que se le niega a sus con-nacionales residentes en la isla. No acostumbro a juzgar mal, así que les otorgo el derecho a la duda; a fin de cuentas, los escrúpulos individuales pueden florecer en cualquier grupo humano, sin importar su nivel de degradación social, moral o política. No afirmo que este sea el caso, solo apunto la característica como una explicación sociológica del fenómeno.
Nada hay de extraordinario en que los emigrantes mantengan vínculos normales con su país de origen. Eso es lo común. Como lo común, también es, que ningún emigrante tenga que hacer profesión de fe y reverencia al gobierno de turno en su país de origen. ¡Por muy largo que sea el turno que cumpla ese gobierno! Lo común es que existan discrepancias políticas, de hecho y de derecho; públicas y privadas, entre los emigrantes y los dirigentes políticos de turno en sus respectivos países.
Nada hay que reprochar a un encuentro común entre emigrantes comunes y un gobierno común. Sin embargo, el encuentro de La Habana parece otra cosa. Vale decir: se trató de una reunión de emigrantes “sui-géneris”. Los convocados por el MINREX, acudieron a la cita bajo un lema de claro tinte político. La dictadura lo bautizó como una reunión de Cubanos Residentes en el Exterior contra el Bloqueo y el Terrorismo.
Es imposible ignorar -por muy ingenuo y cándido que se pretenda ser-, que la traducción de esa consigna, equivale en términos prácticos, a respaldar sin condiciones las posiciones políticas de la dictadura castrista. Esa posición incluye su agenda de política exterior, su diferendo con Washington, sus discrepancias con la Unión Europea, su estrategia para obtener la liberación de sus cinco agentes condenados por espionaje en Estados Unidos y un largo etcétera que transita los tortuosos vericuetos de la revolución bolivariana de Hugo Chávez y su socialismo del siglo XXI, entre otros objetivos políticos.
Entre esta reunión y los encuentros anteriores celebrados bajo el título de “La Nación y la Emigración” hay una notable diferencia, que supera el contenido de la agenda. Al margen de que aquellos encuentros no produjeron resultados significativos, y de que usted simpatizara o no con sus participantes, los convocados ahora por La Habana, han sido llamados a título de meros colaboradores y servidores del régimen.
Lo dijo el canciller Felipe Pérez, con las palabras precisas. Así lo describió Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba: “Este es un encuentro diferente a los tres realizados con anterioridad sobre Nación y Emigración, se trata, más que todo, de un intercambio “más pequeño, con directivos y representantes de las organizaciones de cubanos más comprometidos y activos”, dijo el canciller Pérez.
Así que, más claro no canta un gallo. Ni siquiera el teniente coronel de la Inteligencia cubana Carlos “El Gallo” Zamora, oculto bajo la fachada de director de Asuntos Consulares y cubanos residentes en el exterior del ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
Por cierto que El Gallo no cantó precisamente un “bambarambay” desde La Habana. Se limitó a darle la bienvenida a los convocados con tareas concretas; todas dentro del marco de la agenda del régimen.