Brigadier Henry Reeve: El joven legionario de la libertad
PEDRO A. GARCIA Y RAMON BARRERAS
A media legua de Yaguaramas —según consignó Máximo
Gómez en su parte de guerra—, en un lugar conocido como Cayo Inglés,
se hallaban acampados
los mambises. El fuego de la avanzada anunció la presencia del enemigo.
El Brigadier Henry Reeve (El Inglesito) salió a su encuentro y cargó
al frente de su
tropa con la impetuosidad que lo distinguía.
Las dos fuerzas se enfrascaron en un combate cuerpo a cuerpo. Furioso y
con el machete agitado, El Inglesito, sin detenerse por la gravedad de
sus heridas,
volvía de nuevo al ataque. Ordenó la retirada, que cubrió
temerariamente con solo 15 de los suyos. Su caballo cayó muerto.
Cuando su ayudante le ofreció
otra cabalgadura, le conminó: "Retírese, que lo van a matar".
Otro balazo le impactó en el hombro. Machete en la diestra, revólver
en la zurda, seguía luchando. Solía contar el coronel mambí
Rosendo García, testigo
de los hechos, que al quedarle solo una bala, "se aplicó el revólver
en la sien derecha". Era el 4 de agosto de 1876. Henry Reeve tenía
26 años, 7 de ellos al
servicio del Ejército Libertador. Había participado en más
de 400 acciones.
EL INGLESITO
Según señalaban los documento mambises de la época,
El Inglesito había nacido en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril
de 1850. El cronista mambí Manuel
de la Cruz afirmaba que "era alto, delgado, musculoso, el cabello rubio
y el cutis salpicado de pecas"; en contradicción con el historiador
cienfueguero
Enrique Edo que lo describía "de estatura baja, lampiño,
de cutis muy blanco".
Otra descripción, aparecida en el periódico La Verdad
(19 de agosto de 1896), señalaba que "era bajito, delgado, blanco,
rubio, con un bigote fino (...), los
pómulos salientes, más bien feo que bien parecido." En sus
últimos tiempos solía vestir "de saco y chaleco blancos,
botines y polainas, llevaba un buen
reloj y una faja en la cintura".
El coronel mambí Fernando Figueredo lo calificaba de "heroico en
el combate, de fácil percepción, astuto, enérgico
y de orden", el general norteño Thomas
Jordan, de alguien "más valiente que Julio César". Un enemigo,
el historiador español Antonio Pirala, le reconocía sagacidad
y valor frío: "El franco arrojo
y la grandeza de la audacia (...) hacían de Reeve un partidario
excepcional".
Una vez, un joven le solicitó a Ignacio Agramonte que lo asignara
al lugar más peligroso de su caballería. "Marche usted al
lado del (entonces) comandante
Reeve", replicó el jefe mambí.
El Mayor rara vez le llamaba así, sino Enrique el americano y así
le llamaron cariñosamente los camagüeyanos, según Fernando
Figueredo. Otros preferían
decirle El Inglesito, y así fue conocido en toda Cuba.
UN MAMBI NEOYORQUINO
Cuentan sus biógrafos que Reeve combatió muy joven en las
filas antiesclavistas durante la Guerra de Secesión. En 1868, al
conocer del alzamiento de La
Demajagua, acudió a presentarse en la Junta Cubana de Nueva York.
Le preguntaron el motivo de su interés por Cuba: "Porque ustedes
son patriotas". "¿Y
usted, de dónde es?", alguien inquirió. "De allí donde
se muere", replicó.
Se alistó en la expedición del buque Perrit y según
ciertas fuentes, llegó a la Isla el 4 de mayo de 1869. Días
después, en el combate de Las Calabazas, cayó
prisionero de los españoles. Como era usual en las tropas colonialistas,
lo enfrentaron a un pelotón de fusilamiento.
Narraba Fernando Figueredo: "Las 4 balas que le asestaron a este, de las
que dos debieron despedazarle el cráneo y dos atravesarle el pecho,
no hicieron sino
herirlo levemente en la cabeza, dejándolo sin conocimiento, entre
los cadáveres de sus infortunados compañeros. La noche refrescó
sus heridas, el joven
volvió en sí y a la ventura, un extranjero en tierra extranjera".
Sangrando aún, dos días estuvo perdido en la manigua hasta
que otros mambises lo encontraron. Luego pasó al Camagüey,
donde al decir de Fernando
Figueredo, "sería prolijo enumerar los brillantes servicios que
en sus primeros pasos como soldado, clase y oficial prestó". Ya
en 1870 ostentaba los
grados de capitán.
Al año siguiente, bajo el mando de Agramonte, protagonizó
hazañas en Hato Potrero, La Entrada, El Mulato y La Redonda. Fue
uno de los 35 jinetes
escogidos por el Mayor para el histórico rescate del general Sanguily.
CON GOMEZ EN LA MANIGUA
Ya bajo las órdenes de Máximo Gómez, quien asumió
el mando en el Camagüey tras la caída en combate de Agramonte,
combatió en Santa Cruz del Sur al
frente de la tropa de asalto. Parco en elogios, el dominicano consignaría:
"Se debe hacer especial mención del coronel Reeve, que se
lanzó a caballo sobre
la boca de un cañón".
El coronel mambí Ramón Roa ha testimoniado: "Un artillero
español le disparó (a Reeve) su carabina a quemarropa, hiriéndolo
gravemente, lo cual no
impidió que, herido y todo, dirigiera una carga sobre un grupo enemigo
que se echaron mar adentro, en demanda de unos botes". La herida le inutilizó
la pierna derecha para siempre y lo envió al hospital por el resto
de 1873 y parte de 1874. Convaleciente, recibió las estrellas de
brigadier.
Asumió el mando de Camagüey una vez restablecido (Gómez
planeaba ya la invasión a Las Villas) y junto con este y Maceo,
macheteó en Camujiru. El
dominicano apuntaría: "Reeve es un carácter puramente militar,
une a un valor probado, una rectitud y seriedad poco comunes en su modo
de mando. De ahí
que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieren como un padre".
Cruzó a Las Villas a fines de 1875 y le nombraron jefe de la vanguardia
mambisa. Antes había escrito a Gómez: "A mí no me
importa la posición. Yo
dejaría lo que tengo por cualquier fuerza que vaya a la vanguardia".
Y a Vicente García, que estaba dispuesto "a donde quiera que me
arroje la ola
revolucionaria".
Llevó la Revolución hasta Matanzas, incluso hasta las cercanías
de La Habana. Atacó a más de 50 ingenios. Ocupó numerosos
poblados. Aparecía y
desaparecía para pavor de los españoles. Pasó a ser
un héroe legendario, símbolo de la libertad y la independencia.
Tras su caída en combate, un grupo de patriotas cubanos escribirían
a la madre de El Inglesito: "Movido de sus generosos impulsos, pisó
estas playas, joven
y fogoso legionario de la libertad, sin más títulos que su
ardoroso entusiasmo y su firmísima resolución de luchar por
la independencia de Cuba, a la que
desde entonces adoptó y amó como su Patria".
Hoy, a 125 años de que Henry Reeve, El Inglesito, perdiera la vida
luchando por la independencia de Cuba en un enfrentamiento con el enemigo
cerca del
poblado de Yaguaramas, en la provincia cienfueguera, se efectuará
precisamente la Tribuna Abierta de la Revolución también
como homenaje a este
internacionalista revolucionario que no quiso guardar su espada mientras
hubiera un pueblo sin libertad, como, bajo su ejemplo, hicieran otros cubanos
en
distintas épocas en otras partes del mundo.