La Gran Piedra
Margarita Pécora Barrientos
SANTIAGO DE CUBA.— Algunas versiones insólitas circularon en los
últimos tiempos en torno al origen de la gigantesca roca que corona
a 1
225 metros sobre el nivel del mar, a la Sierra de la Gran Piedra, una de
las formaciones montañosas de particularidades geológicas
y
geomorfológicas más atractivas, que conforman el Gran Parque
Nacional
Sierra Maestra.
Entre las opiniones, carentes de suficiente fundamento científico,
está la
que afirma que la Gran Piedra es un aerolito que cayó hace millones
de
años sobre este elevado punto de la geografía santiaguera.
Semejante versión es aplastada por los sólidos y convincentes
argumentos de geólogos santiagueros, quienes sostienen que la
descomunal roca es una ignimbrita (toba soldada), producto sólido
de la
explosión de un volcán submarino, perteneciente a la secuencia
de rocas
de la formación El Cobre.
Según la consideración del Doctor en Ciencias Héctor
Rodríguez, de la
Empresa Geominera Santiago, el último episodio volcánico
de Cuba, en
el Paleógeno (hace alrededor de 50 millones de años) lanzó
fragmentos
de tobas en estado semifundido dando lugar a esta enorme y maciza
roca.
"Su particular morfología y ubicación en la cúspide
de una puntiaguda
montaña —aclaró Rodríguez— responde a que la piedra
es un resultado
de la erosión que ha actuado alrededor de la roca modelando su relieve
de forma natural. Ella representa, añade, un punto que hizo resistencia
al
viento, la lluvia y otros fenómenos climatológicos."
El ingeniero Ángel Medina, especialista en búsqueda y exploración
de
yacimientos, además de coincidir con los criterios de Rodríguez,
agrega
que la estructura geológica de toda la zona sur de la Gran Piedra
fue
estudiada con gran detalle por el especialista ruso Guenadi Kusakov,
quien dirigió una brigada cubano-rusa en los años 1983 al
85.
Esos trabajos permitieron acometer estudios de estratigrafía del
área,
estructurales, geofísicos y geoquímicos aportando uno de
los
conocimientos regionales más detallados.
"A partir de este levantamiento y de trabajos anteriores se establecieron
nuevos yacimientos de hierro magnetítico ya estudiados y explorados
demostrando que toda esa zona es rica y posee apreciables reservas del
mineral, tanto en volumen como en calidad, que elevan la importancia
económica del área con muchas perspectivas también
para la búsqueda
de oro."
NO ESTÁ SOLA
Evadiendo complicadas terminologías de las ciencias geológicas,
Rodríguez aclaró que la gigantesca mole de piedra de 51 metros
de largo,
26 de alto y 30 de ancho, donde caben de pie decenas de personas a un
tiempo, no es el único testigo del vulcanismo del Paleógeno,
pues en
toda la geología de la Sierra Maestra están presentes estratos
de este tipo
de rocas. Las mismas están compuestas de tobas, ceniza y demás
fragmentos de rocas y productos líquidos, como mantos de lava
volcánica.
Aclaró de paso, que este vulcanismo, ocurrido millones de años
atrás en
el arco de islas que conformó luego nuestro archipiélago,
cesó hace
millones de años y que en la actualidad no se registra ninguna
manifestación de vulcanismo en la geología cubana.
MIRADOR NATURAL
Las montañas de la Gran Piedra, aunque más bajas que las
que rodean
al Turquino, poseen particularidades geomorfológicas, ecológicas,
climatológicas y paisajísticas, que le atribuyen gran importancia
para el
turismo.
Los 1 225 metros de altura sobre el nivel del mar en que se encuentra la
piedra, la convierten en un mirador natural, al punto que lugareños
afirman divisar desde ella, en noches claras, el resplandor de luces que
indica la proximidad de la República de Haití.
Comoquiera que el fenómeno está por confirmarse, lo cierto
es que la
gigantesca roca es el epicentro de uno de los parajes naturales de mayor
belleza de la zona, porque ofrece vistas de altos contrastes.
Por un lado permite divisar todo el litoral costero del sureste, donde
se
extienden las playas y pintorescos hoteles del parque Baconao. En otra
dirección se aprecia la ciudad de Santiago de Cuba, con sus edificios
de
18 plantas desafiando la sismicidad del terreno, y las ruinas pétreas
de
mansiones señoriales y secaderos de café que significan la
huella
francohaitiana en estos lomeríos.
El microclima existente en la zona permite disfrutar de temperaturas que
han llegado a descender hasta cuatro grados centígrados,
caracterizándose por la expansión de una densa niebla que,
incluso en
verano, impide divisar a una persona a más de un metro de distancia.
Para ascender a la piedra, el visitante se enfrenta con la emocionante
aventura de escalar, envuelto en la densa neblina, 452 peldaños,
escoltados por una tupida vegetación de helechos, orquídeas
y otras
especies, que perfuman el ambiente. La subida requiere de la toma de
aire en los tres descansos existentes.
La fauna de la Gran Piedra es, según opiniones de Carlos López,
jardinero y guía de los cuatro senderos turísticos abiertos
en la zona, uno
de los atractivos más fuertes. En torno a la mole arrojada por el
volcán,
vuelan pájaros carpinteros, zorzales reales, cartacubas, gavilanes,
torcazas, mayitos, capitaneados por nuestra ave nacional, el tocororo.
La flora también es exclusiva, pues la componen 222 variedades de
helechos, y 352 de orquídeas, eucaliptos, pinos maestrenses, cubenses,
cipreses, y una variedad de frutales entre ellos, por insólito que
parezca,
las manzanas legítimas y melocotones.
A sólo un kilómetro se encuentra el Jardín Botánico,
donde se cultivan
de forma excepcional, especies como el ave del paraíso, las dalias,
magnolias y otras de climas fríos, aprovechando el microclima que
reina
en la zona.
La cortina de nubes que baja hasta tocar el suelo tapizado de musgos
siempre húmedos, suele impregnar de misterio y enigma el encuentro
de
los hombres con la mole de piedra, que sólo la fuerza descomunal
generada en las entrañas de un volcán, pudo haber lanzado
hasta aquella
montaña.