El guerrillero jubilado
La historia de Francisco Galán podría ser la parábola de cómo se renuncia a la guerra.
En Colombia los guerrilleros se mueren o se desmovilizan o se reinsertan o se dedican a la guerra toda la vida. Pero no se conocía una figura tan particular como es la que hoy ostenta el ex vocero del ELN, Francisco Galán: es un guerrillero jubilado.
Tras 14 años de cárcel, y más de 30 en la guerrilla, este hombre que está a punto de cumplir 60 años sentenció hace pocos días que renuncia al uso de las armas y aclaró que consideraba proscrita la lucha armada en el país. La declaración de Galán, momentos después de haber conversado en el Palacio de Nariño con el presidente Álvaro Uribe, desató lo que era previsible de quienes hasta ese momento habían sido sus jefes. El Comando Central del ELN lo desautorizó como su vocero, le agradeció por los servicios a la organización y le deseó suerte en su nueva tarea política.
Pacho, como le dicen los que lo conocen, que de por sí ya estaba en una especie de limbo, quedó desnudo en medio de un galimatías conceptual, pues era un ex convicto que gozaba de su libertad condicional en una casa de Medellín como vocero de una organización guerrillera en armas. "No renuncié al ELN, sólo a la lucha armada", dijo. ¿Pero cómo puede seguir en un grupo armado? Aunque él no responde a esa pregunta, lo cierto es que Galán ya anda en otro rollo que él mismo define a secas como "ciudadano constructor de paz".
Pero tal vez más interesante que tratar de descifrar su estado político actual sea revisar el camino recorrido por Galán para llegar a una convicción tan profunda en un insurgente, como es la de renunciar a las armas. Es una historia que, se podría decir, comenzó el 3 de agosto de 1992, cuando el Ejército lo capturó en Santander.
Ese día, Galán fue presentado a la opinión con un traje de preso de los que se ven en las películas. Lo mostraban con un overol de rayas negras y blancas de pies a cabeza en una celda rodeado de custodios. El Ejército mostraba su trofeo, sin duda uno de los peces gordos del ELN al que el país recordaba como vocero en los diálogos de Caracas, durante el gobierno de Virgilio Barco.
Y no era para menos; a pesar del show del uniforme, que no se usa en el país, Galán era catalogado uno de los más radicales del ELN. Alguna vez, el jefe de las Farc Alfonso Cano dijo que los diálogos en Caracas habían fracasado, entre otras, por la posición radical del ELN en cabeza de Galán. Lo llamaban el hombre de los tubos, por ser uno de los cerebros de la estrategia de volar con dinamita el oleoducto. Por años millones de galones de petróleo se regaron por los ríos causando inmensos daños ambientales.
Nadie sabe que Francisco Galán se llama Gerardo Bermúdez. Y no importa mucho porque casi que ni él se acuerda que así fue bautizado. Desde cuando dejó los hábitos de seminarista en Manizales y en Pasto y arrancó su vida guerrillera en la llamada red urbana del ELN, a finales de 1973, el cuasi padre Bermúdez se cambió el nombre: en adelante se le conocería como 'Kiko'. Pero cuando el Comando Central lo escogió como su representante en los diálogos de Caracas (1991), le notificaron por radio que su nombre, en adelante, sería Francisco Galán. Francisco, por lo de Kiko, y Galán, por la lucha comunera.
Los primeros años tras las rejas fueron muy duros. Los pasó en varias cárceles de Bogotá. El cambio que propició la historia que vendría más adelante fue la llegada del gobierno del presidente Ernesto Samper, que traía consigo la idea de refrendar los protocolos de Ginebra que hablaban de humanizar la guerra. Una bandera que el ELN había levantado tiempo atrás. La coincidencia hizo que el gobierno, por medio del consejero de Paz, Daniel García-Peña, convenciera a los militares de que un preso como él podía estar con iguales medidas de seguridad en la cárcel de Itagüí. La idea de Samper era que Galán estuviera en mejores condiciones y así sirviera de puente con el Comando Central para iniciar acercamientos con esa guerrilla.
Fue así como Galán empezó a escuchar desde "este" país argumentos distintos sobre el conflicto y miradas que contrastaban con el aislado mundo del monte. Su tarea era estar pegado de un radio de comunicaciones para informarles a los comandantes sobre sus movimientos.
En la cárcel se escribieron cientos de borradores de acuerdos que iban desde dejar el secuestro hasta la suspensión de la voladura del tubo. Las reuniones en la cárcel con él y con su camarada Felipe Torres, quien también está hoy fuera de las filas del ELN, se convertían en esperanzas para los gobiernos de turno o para la llamada sociedad civil, que si bien confiaban en la disposición de Galán, muy a menudo no terminaba en nada cuando llegaba a sus jefes.
"Hablar con Galán es muy entretenido, pero no es muy claro que sirva", se les oyó decir a varios comisionados de paz que pasaban por la cárcel como una tarea obligada de su cargo.
Poco a poco, todo ese contacto y las salidas de la cárcel, que fueron más de cuatro, algunas al exterior y otras a campamentos del ELN, les dieron a Galán y a Torres la imagen de los guerrilleros presos que trabajaban por la paz. Siempre volvieron a su prisión, pese a tener muchas oportunidades para evadir los años de cárcel que les quedaban.
Poco a poco, su roce con diplomáticos, académicos, políticos y la lectura del día a día, fueron labrando en Galán sus convicciones de hoy. Como la conclusión que sacó cuando derribaron las Torres Gemelas en Nueva York. "Ese día yo les dije a los del Coce, o negociamos ahora, o la cosa se va a poner peluda".
"No es la cárcel la que me transforma, yo siempre había tenido la inquietud de estar más cerca del corazón del pueblo y no del corazón de la guerrilla que fue constituida en nombre de ese pueblo", asegura.
Hoy Galán dice que la guerra se degradó y que no hay espacio para la lucha armada, en una posición totalmente distante a la de la dirigencia de su organización, que pese a ser la que más tiempo ha estado sentada en mesas de diálogo, ni siquiera ha podido concretar una tregua.
"El día que una fuerza guerrillera entienda que no va a lograr la toma del poder por las armas, ese día cambiará de actitud. Imposible que hoy en día se crea que la insurgencia va a llegar al Palacio de Nariño", dice.
Pese a que hace años dejó de portar armas, en el imaginario de las miles de víctimas del ELN él carga la responsabilidad de su organización. Dice que de existir víctimas que lo señalen, les pedirá perdón. "Yo ayudé a la liberación de muchos retenidos, pero si alguien cree que yo debo resarcirlo, estoy dispuesto, pero no en dinero porque no tengo".