La CIA revela detalles de accidente de avión espía
GERARDO REYES
El Nuevo Herald
A bordo de uno de los aviones espías más modernos del
ejército de Estados
Unidos, con capacidad de fotografiar cada centímetro del territorio
colombiano e
interceptar comunicaciones de guerrilleros en medio de la noche, una
tripulación
de experimentados pilotos militares cometió un error elemental
en la madruga
del 23 de julio de 1999: introdujo las coordenadas incorrectas.
Al menos a esa fue la conclusión a la cual llegó una investigación
de los
servicios de inteligencia militar contenida en más de 1,5000
documentos
desclasificados que fueron obtenidos por El Nuevo Herald en ejercicio
del
derecho de petición (Freedom of Information Act).
Aunque muchos de los documentos aparecen censurados, los reportes
desclasificados ofrecen una rara oportunidad para conocer la febril
actividad que
el ejército de Estados Unidos desarrolla en Colombia en los
dos últimos años.
El avión, un De Havilland especialmente acondicionado para operaciones
de
reconocimiento se estrelló contra un cerro del sur del país,
infestado a sus
alrededores de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de
Colombia. Esa circunstancia desató de inmediato la hipótesis
de que el avión fue
derribado.
Una hipótesis que no era descabellada, según se desprende
del memorando, si
se considera que en un período de 18 meses, analizado por una
entidad
americana, los aviones del gobierno de Colombia y del Departamento
de Estado
fueron objeto de 87 ataques, aunque con armas de corto alcance.
Pero el reporte, preparado por un analista de inteligencia de Ejército
de Estados
Unidos y basado en entrevistas con funcionarios de la CIA, concluyó
que la
causa del accidente fue un error humano atribuible a una fatigada tripulación
que
había hecho ocho misiones en los días anteriores de un
promedio de seis horas
cada una, casi todas nocturnas, sobre el territorio colombiano.
La tripulación se equivocó al introducir las coordenadas
en el sistema de
aeronavegación del avión; no verificó correctamente
las coordenadas antes y
después de archivarlas en el diskette del computador de la aeronave
y falló en la
confrontación de esos puntos con un mapa topográfico,
afirma la conclusión del
oficial investigador. Estas fallas estuvieron precedidas por otras
circunstancias
que pudieron contribuir al accidente, entre ellas:
La aviadora y el copiloto no observaron los períodos
de descanso necesarios
antes de iniciar la misión
La tripulación nunca había volado la zona de día ni de noche previamente
No existían mapas confiables de la zona sobrevolada.
La operación se planeó para hacerse ``visualmente''
a pesar de que el avión
despegó en una noche nublada, sin luna y con una visibilidad
de dos millas.
En el accidente, que se produjo entre las 4:30 y las 5 de la madrugada,
murieron
la primera mujer piloto del ejército de Estados Unidos, capitana
Jennifer Odom
de 29 años, el copiloto Thomas Moore de 32, los operadores de
sistema Rey
Krueger de 20 y Bruce Cluff de 26, el capitán José A.
Santiago de 37 -quien no
tenía autorización para abordar el avión- el mayor
colombiano Alfonso Murillo y el
teniente Aponte E. Mesa.
A pesar de que el avión sobrevoló zonas situadas a cinco
millas náuticas de la
frontera con Ecuador, llevaba a bordo personal colombiano sin la autorización
del
gobierno vecino como lo requieren los procedimientos diplomáticos,
afirmó el
reporte.
Aunque los investigadores descartaron cualquier ataque desde tierra,
dejaron
constancia que en el sitio del accidente los oficiales de seguridad
y rescate, que
fueron los únicos autorizados para llegar al lugar, tuvieron
que usar explosivos en
el fuselaje con el propósito de retirar los restos de los pasajeros
y recobrar
``equipos delicados''.
``El lugar fue ostensiblemente manipulado para recuperar los restos
humanos'',
afirma el reporte. Los investigadores del Ejército hallaron
``deficiencias notorias''
en el programa de seguridad del batallón 204 del Inteligencia
Militar, al cual
pertenecía la tripulación. El avión despegó
de la base militar de Apiay, al
suroriente del país de donde salió el avión a
la 1:35 de la madrugada.
En respuesta a las dudas formuladas por la familia de la piloto, la
CIA sostuvo
que los grupos insurgentes de Colombia no tienen el armamento capaz
de
derribar un avión a la altura en la que volaba la aeronave (8,000
pies) y en las
condiciones que lo hacía (un vuelo nocturno con cielos nublados).
En aras de
discusión, si la guerrilla hubiera usado ametralladoras calibre
.50, afirma el
reporte, ese tipo de fuego raramente causa un daño catastrófico
a un avión de
varios motores a esa altura.
``El resultado más probable sería que uno o dos proyectiles
hicieran impacto
causando un daño significativo pero probablemente no lo hubiera
derribado'', dice
el memorando preparado por el investigador Jeffrey M. Erickson. De
cualquier
manera, esa posibilidad fue definitivamente rechazada dado que en las
inspecciones de los escombros del avión no se encontraron rastros
de una
explosión previa al impacto.
A eso se agrega, según agentes de la CIA citados por Erikson,
que en el
momento del accidente no se reportaba presencia de guerrilleros en
un área de
40 kilómetros alrededor del escarpado paraje donde cayó
el aparato.
Según la CIA, aunque existen ciertos reportes de un posible ingreso
de misiles
tierra aire de las FARC, ninguno se ha confirmado. Los agentes de la
CIA
aseguraron que la versión según la cual, el avión
habría sido derribado por
insurgentes fue alimentada por ellos mismos como propaganda ``diseñada
para
explotar la incertidumbre que rodeó el hecho y fortalecer su
reputación''.