El Nuevo Herald
17 de noviembre de 2001

Cardoso, un Gorbachov con ritmo carioca

 ANA FERNANDEZ / Agence France Presse
 BRASILIA

 El presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, que forma parte del selecto club de líderes mundiales, es admirado en el extranjero --como quedó demostrado en su última gira--, pero mayoritariamente injuriado en casa.

 ``Es nuestro Gorbachov: odiado internamente y adorado en el exterior'', resume el jefe del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia, Luiz Pedone.

 Su participación en un seminario sobre transición y consolidación democráticas, organizado por la Fundación Gorbachov en Madrid; como invitado junto al ex presidente estadounidense Bill Clinton en la casa de campo del primer ministro británico Tony Blair; o su participación como invitado de honor en la Asamblea Nacional francesa, no hacen más que contribuir al prestigio internacional del que goza el presidente brasileño.

 Entre el 7 y el 9 de noviembre viajó a Washington para entrevistarse con su homólogo George W. Bush, y el día 10 participó en la apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

 En la región, Cardoso también ha dejado su impronta: artífice del germen de la integración del sur del continente, protector del Mercosur y principal defensor de los
 intereses del sur frente al norte encarnado por Estados Unidos y Canadá en la creación del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), o frente a Europa en el reclamo de apertura de los mercados agrícolas.

 El presidente francés, Jacques Chirac, elogió el papel de Cardoso en la política internacional al señalar que se está consolidando como uno de los principales líderes del mundo.

 Para el también profesor de Ciencias Políticas de la universidad brasileña, David Fleischer, la popularidad de Cardoso en el extranjero se debe sobre todo a su trayectoria como intelectual comprometido en los años sesenta y setenta, que lo llevaron a ser profesor en Francia, Chile o Estados Unidos. Lo que es indiscutible es que ha logrado llevar a Brasil "a la mesa del primer mundo, tanto como potencia económica como de opinión'', destaca.

 Pero si Brasil nunca había tenido tanta proyección internacional, la popularidad de Cardoso en casa es baja.

 Una encuesta a fines de agosto le adjudicaba un 20 por ciento de aceptación y más del 45 por ciento de sus compatriotas desaprueba su gestión, que concluirá el 31 de diciembre del 2002. Así y todo, en los últimos meses mejoró su popularidad, que tocó fondo a 13 por ciento a fines del año pasado.

 La pobreza --44 millones de personas que viven con menos de un dólar al día--, la extrema desigualdad de la distribución de la renta, la corrupción en amplias esferas del gobierno, la violencia en las ciudades, la crisis energética o los programas sociales frenados por opciones económicas neoliberales son algunas de las asignaturas pendientes de su doble mandato.

 El Cardoso presidente, cargo que ostenta desde hace casi siete años después de ser el único reelegido en las urnas, pasará a la historia porque gobernó al país dentro de un ambiente democrático y con ``pleno respeto'' de las instituciones, destaca el profesor de Ciencias Sociales e integrante del Grupo de Análisis de Conyuntura Internacional de la Universidad de Sao Paulo, Cristian Lohbauer.

 El académico relativiza el concepto de popularidad, ya que las opiniones ``se basan en la coyuntura''. Además, señaló, Cardoso ``ha actuado dentro de lo posible''. Esto es, dentro de lo que le han permitido los partidos de derecha que están en la alianza gubernamental.

 En casa, para bien o para mal Cardoso también pasará a la historia como el artífice de la consolidación de las privatizaciones, iniciadas en los gobiernos de sus
 predecesores: Fernando Collor de Melo e Itamar Franco, así como por numerosas reformas económicas, como la administrativa, la seguridad social o la fiscal.

 Pedone lo define como el gobierno del ``gran frustrado'': ``Podía haber hecho muchas cosas pero no lo consiguió'', resume.