Natalicio 165 de Pablo Lafargue
Por Yoel Cordoví Núñez
Investigador del Instituto de Historia de Cuba
Servicio Especial de la AIN
En Santiago de Cuba, el 15 de enero de 1845, vio la luz Pablo Lafargue. Su padre, Francisco Lafargue, de origen francés, había sido expulsado de Louisiana y se asentó en esa ciudad del oriente cubano, donde contrajo matrimonio con Ana Virginia Armagnac.
Se conoce poco de los primeros años de la vida de Lafargue. Apenas unos datos escritos por él a su concuño Charles Longuet en 1891: "He pasado mis primeros años en medio de las maderas y virutas. Mi padre era tonelero en Cuba. Amasó tras largos años de trabajo una pequeña fortuna que le permitió facilitarme mis estudios en el Liceo de Burdeos".
Francisco no matriculó a su hijo en planteles de la época que impartían clases en francés. Según documentos de archivos, cursó sus letras iniciales en una escuelita privada propiedad de Juan Foch, inscripta con el nombre de Instituto Cubano, sito en la calle San Basilio No. 74.
El claustro era de primera, al contar con maestros de la talla de Pedro Santacilia (casado posteriormente con la hija de Benito Juárez), Jesús María del Monte, Francisco Saldaña, Eduardo Danel y Baldomero Guevara.
Dos de esos profesores, Del Monte y Santacilia eran poetas, inspirados en motivos y sentimientos de cubanía y de oposición al colonialismo español. No sería arriesgado considerar la influencia que pudieron ejercer en la mente del inquieto niño tales educadores, con sus nociones de libertad y justicia.
Raúl Roa, por su parte, ofrece otra versión acerca de esa etapa de su vida, cuando advierte que la holgada posición económica del progenitor le permitió matricular en el Colegio de Santiago, a cargo del notable pedagogo Juan Bautista Sagarra, y ser alumno del poeta y conspirador Francisco Muñoz del Monte.
En aquel entonces, residía supuestamente en la calle Gallo, zona en la que vivía la mayor parte de los emigrados galos. De acuerdo con los testimonios de Berta Armaignac, emparentada con Lafargue, ella "recuerda vagamente que la familia poseía una finca, cercana a la ciudad, llamada la Maison de San Julián".
Pablo contaba con nueve años cuando su familia decidió trasladarse a Burdeos. Se iniciaba así una nueva etapa en su existencia, inmerso en los avatares de la Francia de Napoleón III. Sin dudas, un momento decisivo en su formación cultural en un contexto marcado por el desarrollo industrial en esa nación europea a mediados del siglo XIX, con el consecuente crecimiento de la clase obrera y la agudización de las luchas de clase.
En esa atmósfera de crecientes luchas políticas en la Francia imperial, agudizadas a partir de la crisis económica de 1857, el joven Lafargue, estudiante entonces de la Facultad de Medicina de París, se vincula de manera activa al combate contra el gobierno.
Se desconoce el instante en que se integró a la Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en Londres como resultado de las gestiones de los líderes del proletariado mundial, Carlos Marx y Federico Engels. No obstante, en 1865, con solo 23 años, presentó al Consejo General un informe sobre la situación del movimiento obrero en la urbe parisina.
Otro momento decisivo en su formación se produjo al año siguiente, cuando conoció personalmente a Marx: "Recordaré mientras viva la impresión que me produjo aquella visita".
Sus contactos directos fueron esenciales para que Lafargue desechara de alguna manera sus influencias proudhonianas y positivistas y abrazara con entusiasmo las teorías de Marx y Engels acerca de las cuestiones prácticas del movimiento revolucionario.
Sus relaciones con la familia Marx se estrecharían cuando contrajo matrimonio con Laura, hija del insigne pensador. Después de ciertos recelos del padre ante la vivacidad latina del pretendiente, lograron compenetrarse. En 1867, Marx le presentó a Engels, con quien entablaría una sólida amistad Il hidalgo della triste figura, como lo denominó Marx, fue incansable en su lucha revolucionaria por difundir las ideas del socialismo.
Participó en diversos congresos, fundó periódicos y secciones de la AIT en Francia y España, tomó parte en la creación del Partido Obrero Francés y sufrió persecuciones, exilios y arrestos junto con sus familiares más allegados, sobre todo después de la matanza de los comuneros en la capital gala, con quienes se había identificado.
Una vida entregada a la redención del proletariado terminó de forma dramática. En la noche del 26 de noviembre de 1911, Pablo y su esposa Laura se suicidaron en su casita de Draveil, tras una inyección hipodérmica de ácido cianhídrico.
Una nota a su sobrino Edgar Longuet acompañaba el cadáver: "Muero en la alegría suprema de tener la certidumbre de que en un próximo futuro, la causa a que consagré mi vida durante 55 años triunfará/ Viva el Comunismo/ ¡Viva el Socialismo Internacional!".