Chávez: "En mi gobierno no habrá presos políticos"
Entrevista exclusiva con el presidente de Venezuela
RAMON A. MESTRE
Me advirtieron que el presidente Hugo Chávez Frías era
una especie de evangelista político, entregado
con denuedo a su tarea evangelizadora.
Sin embargo, durante las casi dos horas que compartí con Chávez
en su despacho del Palacio
de Miraflores, no me encontré al predicador exaltado. A lo largo
de nuestra conversación, sus
palabras traslucieron una pasión contenida. Sus respuestas surgían
concisas, sin el menor titubeo.
En mi presencia, Chávez no exhibió los síntomas
de esa incontenencia verbal que manifiesta en
algunas comparecencias públicas.
Al recibirme, me estrechó la mano calurosamente. Acto seguido,
me preguntó
mi fecha de nacimiento. ``Te llevo un mes'', me dijo. Le respondí
que ambos
habíamos nacido bajo el signo oscuro de dos dictaduras latinoamericanas,
Chávez en la Venezuela de Marcos Pérez Jiménez,
yo, en la Cuba de Fulgencio
Batista. ``Así es, hermano'', repuso.
Chávez es un hombre llano, de postura marcial. Un pitcher con
el cuerpo trabado
de un catcher. En persona, es más fotogénico que en las
imágenes divulgadas
por los medios de comunicación.
Cuando arrancó la entrevista, nos quedamos solos. Su edecán
nos interrumpió
una sola vez para entregarle una nota al presidente. ``Tengo al viejo
muy
enfermo'', me dijo con evidente preocupación, ``y la vieja está
sola con él. Por
eso no puedo extender este diálogo. Lo siento''. Esa noche,
el padre del
presidente se encontraba ingresado en una clínica caraqueña.
Me informan que el gobierno venezolano acaba de contratar un asesor
de imagen
estadounidense. Tal vez el Chávez que conocí es fruto
de los consejos que
ofrece el asesor de marras, pero la impresión que me produjo
Hugo Chávez Frías
no fue la de un dictador en ciernes, sino más bien la de un
hombre abierto,
consciente de sus limitaciones, perfectamente predipuesto al toma y
daca del
diálogo racional.
De Castro, al igual que de Mussolini, se ha destacado su presunto conocimiento
enciclopédico. Sin embargo, a diferencia de estos personajes,
Chávez no se
proyectó como un ser omnisapiente. Más de una vez me
comentó que no sabía
la respuesta a una de mis interrogantes.
Quedamos en vernos después de las elecciones nacionales que se
celebrarán
tras la ratificación de la nueva Constitución.
P. Algunos de sus críticos detectan paralelos inquietantes entre
los primeros
años de la dictadura de Fidel Castro y los meses iniciales de
su presidencia.
¿Cómo responde usted a estos alegatos?
R. En primer lugar les recordaría a esas personas que en la Venezuela
actual no
hay exiliados, ni deportados, ni presos políticos, ni fusilamientos,
ni
enfrentamientos con superpotencias. Es más, en mi gobierno no
habrá presos
políticos. En todo momento, nosotros hemos respetado las libertades
ciudadanas. Si lees nuestros periódicos te darás cuenta
de que aquí la prensa
publica lo que quiere, sin restricciones ni amenazas.
Lo que sí te puedo decir es que yo he sido la única persona
cuya libertad de
expresión ha sido violada durante mi gobierno. Una entidad oficial
[el Consejo
Nacional Electoral] me prohibió realizar lo que ellos llamaron
actividades
proselitistas durante las elecciones a la Asamblea Constituyente. Acaté
su
prohibición bajo protesta, denunciando la violación de
mis derechos.
Volviendo a la comparación que hacen por ahí entre tu
país y Venezuela, con
mis comentarios no pretendo enjuiciar la experiencia cubana. Cada pueblo
tiene
que elegir su propio camino. Además, como tú sabes, las
circunstancias en el
1959 eran muy diferentes a las que enfrentamos en este mundo de fin
de siglo.
De todos es conocido el contexto de la Guerra Fría...
Esos mismos críticos que me señalas vienen diciendo las
cosas más falsas y
más hirientes acerca de nuestro gobierno. Que si soy un dictador,
qué si
estamos dando un golpe constitucional. Tú mismo has escrito
cosas duras...
P. Y volvería a escribirlas si se presentaran las circunstancias.
R. Espérate, no estoy negando tu derecho a escribir con absoluta
libertad. Lo
que quiero subrayar es que ustedes los comunicadores sociales tienen
una gran
responsabilidad. Yo les pediría que fuesen justos y equilibrados,
que no
emitiesen juicios apresurados, sin fundamento, acerca de lo que intentamos
llevar a cabo aquí en Venezuela. Les pediría que fueran
honrados y que
reconocieran nuestros aciertos --¿o es que no hemos hecho cosas
dignas de
elogio?
Te diré que algunos de esos mismos periodistas que nos han tratado
con tanta
dureza han escrito elogios encendidos de Carlos Andrés Pérez
-- lo hicieron
durante su segunda presidencia y cuando se encontraba bajo arresto
domiciliario. Ya tú ves.. ¡Y Pérez sí que
fue un tirano! Pérez sí asesinó a
personas indefensas, a mujeres y niños, en las calles de Caracas.
El sí participó
en el saqueo de nuestro país. Durante dos presidencias. Me pregunto
por qué
tantos críticos de nuestro gobierno han sido tan bondadosos
con Pérez y tan
despiadados con nosotros.
P. A propósito del gobierno de Pérez, no hace mucho un
ex militar venezolano
me aseguró que usted formaba parte de las tropas venezolanas
que Pérez
supuestamente iba a despachar a Haití poco después del
golpe que derrocó al
presidente Jean Bertrand Aristide. Este contacto me decía que
la fuerza
expedicionaria venezolana tenía la misión de restituir
a Aristide a la presidencia.
¿Qué hay de cierto en lo que me contaba mi amigo militar?
R. Sí, en efecto, yo formaba parte de un cuerpo de paracaídistas
que Pérez
quería enviar a Haití. Fue tal y como te lo contaron.
Lo que no te contaron es que
nosotros teníamos el propósito de insubordinarnos cuando
nos dieran la orden
de movilizarnos para atacar a Haití. Habíamos tomado
esa determinación porque
rechazábamos la intervención militar en Haití
y en cualquier otro país del mundo.
Pensamos entonces y seguimos pensando hoy que los haitianos y otros
pueblos tienen que resolver los asuntos de sus países así
como los venezolanos
tenemos que resolver los asuntos de Venezuela. Seguimos rechazando
la
injerencia militar.
P. ¿Para ustedes no pesaba el hecho de que Aristide era un presidente
electo
democráticamente? Supongamos que el mismo Aristide le hubiese
pedido al
gobierno de Venezuela que interviniese para derrotar a los golpistas...
R. De ser así, ello no hubiera alterado nuestro criterio. Aunque
Aristide hubiese
solicitado la intervención, él no hablaba a nombre de
todo el pueblo haitiano...
P. De sus palabras se desprende que usted tampoco puede arrogarse el
derecho de hablar en nombre de todo el pueblo venezolano...
R. Sí. --En todo caso, la intervención militar es inaceptable.
P. Una última pregunta relacionada con Pérez, si su gobierno
cayera en los
mismos defectos que usted le atribuye a la segunda presidencia de CAP,
y al
sistema político venezolano en general, ¿justificaría
usted un golpe o una
insurrección para destituir al presidente Hugo Chávez?
R. Claro que sí. Imagínate que les doy la orden a estos
muchachos que ves aquí
[el presidente se refiría a la guardia presidencial asignada
al Palacio de
Miraflores, la cual está conformada casi exclusivamente por
jóvenes reclutas del
servicio militar] para que abran fuego sin provocación contra
una marcha de
venezolanos pobres, indefensos que se acercan a Miraflores a fin de
reclamar
sus derechos... En ese caso ¿cómo voy a sorprenderme
de que, en respuesta,
esos compatriotas abran fuego contra la guardia presidencial, actuando
en
defensa propia? No, hermano, las víctimas de la injusticia que
no cuentan con
gobernantes dispuestos a velar por sus derechos tienen el derecho de
tomar las
armas contra un gobierno injusto y corrupto. Y si llegásemos
a caer en la
corrupción y los abusos de poder que cometieron los gobiernos
anteriores, pues
nos expondríamos a que el pueblo venezolano se levantara en
armas contra
nosotros, al igual que nosotros nos levantamos en armas contra Pérez.
Piensa tú que mientras el pueblo venezolano pasaba todo tipo
de necesidades y
de injusticias, los presidentes, los ministros, los miembros del Congreso
y sus
amigos se robaban los bienes del estado, disfrutándolos descaradamente,
inclusive con sus queridas. Para no hablar de la matanza de 1989. A
pocas
manzanas de aquí, asesinaron a miles de compatriotas.
P. Durante los golpes de 1992 ustedes también mataron, también
asesinaron a
personas inocentes...
R. Me hablas de hechos muy lamentables. Lo nuestro era una guerra. En
las
guerras se producen bajas. Pero piensa que en nuestro país,
durante 40 años,
los gobiernos han estado matando de injusticia y de miseria a millones
de
personas. Ahora, lo más importante es acabar con esas condiciones,
cambiar
las instituciones inservibles que han sido la causa de tanta injusticia,
las que
dan pie a las opciones violentas.
P. Cuando lo oigo a usted y a sus seguidores denunciar los últimos
40 años de
historia venezolana, me dan la impresión de que no están
dispuestos a
reconocer ni una sola virtud en una democracia imperfecta que, después
de
todo, puso en marcha el proceso que condujo a la caída de Pérez,
hizo posible
su propia excarcelación e hizo posible su victoria en las elecciones
presidenciales y constituyentes.
R. Te aseguro que sí reconocemos que en los gobiernos anteriores
había
hombres honrados, patrióticos, con buenas intenciones. De hecho,
algunos de
ellos están colaborando activamente con nosotros. Para ellos,
no fue fácil ejercer
sus deberes ciudadanos en medio de tanta inmoralidad. El sistema mismo
estaba corrompido. De ahí que tenemos la obligación de
cambiarlo, mejorándolo.
El primer paso, redactando una nueva constitución.
Por si no lo sabes, antes de nuestra llegada a la presidencia, nuestro
país era
un polvorín. El pueblo estaba cansado, enfurecido ante tanta
injusticia. Lo sigue
estando. La sociedad venezolana es un volcán activo. Ha estado
al borde de la
erupción. Reclama, con razón, cosas que le pertenecen.
Es una situación difícil.
P. Hasta ahora, ¿cuál ha sido el aspecto más difícil de su presidencia?
R. Mira, no ha sido ni la crítica, ni las campañas organizadas
con el fin de
desacreditarnos, de engañar al mundo sobre lo que estamos haciendo
en
Venezuela. Para mí lo más difícil ha sido constatar
la magnitud delsufrimiento
del pueblo venezolano. El ochenta por ciento vive en la pobreza. La
cifra aumenta
a diario.
Como presidente, siento la urgencia de hacerle frente a ese sufrimiento.
El del
altísimo número de niños enfermos, el de los niños
venezolanos sin acceso a
una buena escuela primaria, el del altísimo número de
indigentes en nuestras
calles, el de las mujeres maltratadas, los desempleados, las personas
mal
alimentadas, los venezolanos que carecen de servicios básicos,
las
innumerables víctimas de la injusticia. Te doy un ejemplo: el
otro día me vino a
ver una delegación de Trujillo [un estado andino], decenas de
personas humildes
desesperadas porque nadie les ha hecho caso a sus denuncias contra
el poder
local. Me trajeron expedientes voluminosos detallando sus denuncias.
Esos
expedientes habían sido archivados e ignorados por las autoridades.
Aquí me
llegan expedientes de ese tipo todos los días. Han sido muchos
años de
injusticia. Años en que las autoridades ignoraron las necesidades
del pueblo
venezolano. Queda todo por hacer.
P. ¿Se siente frustrado ante la magnitud de la tarea, ahora que
le toca a usted
asumir gran parte de la responsabilidad de atender a esos venezolanos
sumidos
en la miseria, azotados por la injusticia?
R. No digas que estoy frustrado. Sí estoy plenamente consciente
de la magnitud
de la tarea que tenemos por delante. Siento un peso enorme sobre mis
hombros, la responsabilidad de aliviar la carga del sufrimiento de
todos esos
compatriotas y la urgente necesidad de resolverles sus problemas. Es
mi
responsabilidad. Como dice Albert Camus en El hombre rebelde, revelo
mi
humanidad rebelándome contra la injusticia.
P. ¿Por dónde se inicia esa rebelión?
R. Necesitaría varios días para exponerte nuestros proyectos
más importantes, y
para compartir algunas de las preguntas que nos hacemos. Estamos
reprogramando nuestro presupuesto nacional. Vamos a aumentar el gasto
social, el presupuesto de la educación, vamos a estimular la
labor social de la
Iglesia, de grupos no gubernamentales que han demostrado su pericia
en
gestión social. Sé que en el exterior se habla mucho
y hasta mal de nuestro
Plan Bolívar 2000, mediante el cual les hemos asignado tareas
sociales a
integrantes de las fuerzas armadas nacionales. En ellas contamos con
muchos
hombres capacitados que son más útiles para el país
cuando realizan tareas
fuera de los cuarteles. Hay dentistas, médicos, ingenieros,
administradores,
constructores. Están atendiendo las necesidades de la población.
Nos acusan de militarizar a la sociedad venezolana; bueno, pregúntale
si es así
a los venezolanos que se benefician de las labores sociales realizadas
por
nuestras fuerzas armadas. [Le comento que conozco a un venezolano de
escasos recursos que habla maravillas sobre el Plan Bolívar
2000. Sus hijos han
recibido atención dental, su familia hace compras en el economato
de los
militares a precios módicos, y espantados por la presencia de
soldados, los
delincuentes han desaparecido del barrio donde vive.] Aquí,
las fuerzas armadas
están realizando tareas útiles. Y urgentes. Nadie dice
que en Estados Unidos
existe un plan para militarizar a la sociedad norteamericana a pesar
de que allá
el ejército realiza labores importantes de construcción
civil, de infraestructura; o
porque soldados se movilicen para ayudar a las poblaciones afectadas
por un
desastre natural, un huracán o a las inundaciones que se ven
en estos días.
Piensa que los venezolanos hemos sufrido un gran desastre nacional.
Los
principales responsables han sido nuestros gobiernos anteriores.
P. Los cubanos también hemos sufrido un gran desastre nacional,
la larguísima
dictadura de Fidel Castro, de ahí que muchos nos preguntemos
sobre la
naturaleza de su amistad con Castro y sobre las supuestas afinidades
que lo
unen a Castro...
R. Soy amigo de Fidel Castro como soy amigo de Fernando Henrique Cardoso,
Andrés Pastrana, Ernesto Zedillo u otros jefes de estado latinoamericanos...
P. ¿Pero no me va a decir que tiene las mismas afinidades con
Pastrana, por
ejemplo, que con Cardoso, o con Castro?
R. No estoy diciendo eso. Como en cualquier relación humana,
uno simpatiza
más con algunas personas que con otras. Te brindo el caso del
presidente
Cardoso: no hay duda de que en virtud de su formación, de su
brillantez, de su
preocupación social, de su atractiva personalidad, hemos desarrollado
una gran
amistad. Como tú, él vivió en Venezuela y quiere
a nuestro país. Entiende
nuestros problemas. Pero mi amistad y mis afinidades con el presidente
Cardoso no significan que vamos a intervenir en los asuntos internos
de Brasil, ni
a favor de una parte ni de la otra; ni de que el presidente Cardoso
va a intervenir
en los nuestros.
Hace poco estaba en Brasilia con el presidente Cardoso. En esos días
otro
amigo, Lula da Silva, organizó una marcha para protestar contra
las políticas del
gobierno. No tomé partidp con Lula ni con el presidente Cardoso.
Lo mismo
podemos decir de los demás países latinoamericanos. Respetamos
la soberanía
ajena. No voy a enjuiciar ni los asuntos internos de Brasil ni los
de Cuba. Eso
les corresponde a los cubanos y a los brasileros.
P. ¿A quién le corresponde enjuiciar a las personas que
han saqueado al país, a
los corruptos venezolanos de marca mayor, a los responsables por la
matanza
de febrero de 1989 o los funcionarios responsables por las violaciones
de
derechos humanos que se cometen en el sistema carcelario de Venezuela?
¿ O
es usted partidario de un borrón y cuenta nueva, parecido al
que pactaron los
chilenos y los españoles?
R. Eso lo tendrá que decidir nuestro Congreso. En cuanto a la
posibilidad de
enjuiciar a los acusados del saqueo del país, como los caracterizas
tú, o a los
que asesinaron a venezolanos indefensos en 1989, eso lo tendrá
que decidir el
poder judicial. Como presidente no puedo tomar esa determinación.
Constituiría
una violación de la separación de poderes. Precisamente,
los tiranos violan la
separación de poderes. Y yo soy un presidente democrático.
P. Sin embargo, usted ha criticado con razón al poder judicial
venezolano. Ha
señalado, al igual que otros críticos de la administración
de la justicia en
América Latina, que nuestros tribunales están viciados
por la corrupción, la
ineptitud, la falta de independencia. ¿Cómo se reforma
el sistema judicial
venezolano?
R. La Asamblea Constituyente ha emprendido esa labor. Se trata de una
tarea
muy difícil. Sin embargo, se tiene que llevar adelante, sin
demoras.
Nuestros críticos alegan que estamos imponiendo una dictadura
en el sistema
judicial, Purgando jueces arbitrariamente. Eso es falso. Una comisión
judicial
despidió a un pequeño grupo de jueces con expedientes
manchados.
¿Estamos imponiendo una dictadura en el sistema judicial? Hermano,
eso es
precisamente lo que ha existido en nuestro país. Una arbitraria
dictadura judicial.
Habrás visto las fuertes declaraciones de una de nuestras juezas,
antigua
integrante de nuestro tribunal supremo. Ella renunció inconforme
con una
decisión mayoritaria de sus colegas, un fallo que a ella no
le gustó. Pero ¿dónde
estaba esa jueza en la época en que tantos magistrados venezolanos
sólo
actuaban a favor de sus amos, violando ganrantías procesales,
dejándose
corromper, favoreciendo a los poderosos de turno? Esta jueza no dice
que,
antes, aquí los dirigentes de ambos partidos escogían
a los jueces importantes.
Nombraban personas de confianza, haciendo caso omiso de su capacidad,
de
su carácter. Exigían la lealtad incondicional. A veces,
hacían esos
nombramientos sentados en este mismo salón.
Mientras tanto, las cárceles están llenas de infelices
que tienen que espera
largosr años para poder acudir a un juicio. Son miles de reos
hacinados en
retenes infernales, explotados por las autoridades que han convertido
al sistema
carcelario en un gran negocio de venta de drogas, de armas blancas,
de
prebendas. Me pregunto qué dicen los defensores de nuestro sistema
judicial
acerca de estos horrores...
P. Una última pregunta --motivada por su descripción de
las condiciones en las
prisiones venezolanas: ¿cuál es la lección más
importante que se lleva de sus
años en la cárcel?
R. Los periodistas no suelen hacerme esa pregunta...Bueno, te diré
que en la
cárcel tuve tiempo, mucho tiempo, para recogerme. Recé
mucho, me entregué a
la reflexión, la lectura, la conversación serena con
mis compañeros. Mira,
cuando me condenaron era un hombre desbordado de ira, amargura, rencores.
Pero, gracias a Dios, en la prisión me limpié, me deshice
de esas emociones.
Entendí muchas cosas que antes no tenía muy claras. Entendí
que la ira, que el
rencor, que los sentimientos vengativos nos empobrecen, son barrotes
que
encarcelan al espíritu.
Preso, alcancé la paz. Y la claridad. Vi claramente que Venezuela
ha sufrido
demasiado a manos de los rencorosos, de los amargados, de los que odian.
En la celda que estaba situada directamente encima de la nuestra vivían
unos
presos comunes. Durante las salidas al patio, procuraba hablar con
ellos,
escuchar sus quejas, sus observaciones. Una noche, en la celda de arriba,
escuché cómo apuñalaban a un hombre, le enterraban
chuzos [puñales
caseros]. Lo oí gemir mientras moría. Llamaba a su mamá.
Tenía la voz de un
niño. Tenía la voz de millones de venezolanos, las víctimas
de la injusticia y el
atropello.