Tras histórico encuentro surgió compromiso por la democracia
El
entusiasmo por la visita no pudo empañarse con los temores de atentados
o incidentes. Ello a pesar de que éstos aumentaron en la mañana,
cuando se informó que en el distrito de San Juan de Lurigancho un
auto blanco supuestamente iba regando bombas caseras por las calles. Las
imágenes del miércoles pasado volvían a las cabezas
preocupadas.
Unas
cuantas marchas de protesta, producidas a pesar de la prohibición
expresa, fueron reprimidas con dureza y totalmente disueltas para el mediodía.
Medio centenar de detenidos no olvidará esta fecha.
A
esa hora del día solo restaba esperar la llegada del mandatario
norteamericano a las 2 y 45 de la tarde. Y lo hizo exactamente a esa hora.
Su puntualidad podría ser la envidia del presidente Alejandro Toledo
y su hora Cabana.
Todo
estuvo sincronizado. La tercera nave del grupo de siete aviones que trajo
al presidente George Bush arribó a suelo peruano a las 2 y 37 de
la tarde. Y mientras el llamado Air Force One seguía por la pista
de aterrizaje hasta colocarse en el lugar indicado dieron las 2 y 45, tal
como habían anunciado.
Apenas
unos minutos antes el presidente Alejandro Toledo y su esposa Eliane Karp
habían llegado a la explanada del Grupo Aéreo 8 en un helicóptero
de la Policía Nacional.
El
despliegue de logística y seguridad fue espectacular en la base
militar y durante el resto del día en cada paso que dio Bush. La
consigna de que nadie se acercase demasiado se cumplió a cabalidad.
Parecían uniformados
George
y Laura Bush descendieron de la enorme aeronave. Ella vestida de rojo y
él con terno oscuro, camisa blanca y corbata azul-celeste. Alejandro
y Eliane Toledo se acercaron a recibirlos. Ella también vestida
de rojo y él con terno oscuro, camisa blanca y corbata azul-celeste.
Para la cena de gala, las mujeres lucieron otros trajes, Eliane siempre
de rojo y Laura esta vez de negro.
Los
dignatarios se saludaron como dos viejos amigos que se reencuentran después
de un tiempo. Apretones de manos y palmadas en la espalda y en el hombro.
En cuanto pudo, Bush puso en palabras lo que había expresado con
gestos: Toledo, amigo, dijo en castellano para que todos entendieran. El
lazo se habría creado en las tres oportunidades que se vieron y
en la decena de veces que han hablado por teléfono.
La
seguridad fue extrema. Cada calle y los alrededores por donde transitó
el Cadillac blindado negro que llevó al presidente de los Estados
Unidos fue cerrada. En este impresionante vehículo también
estuvo el presidente Toledo. En el trayecto los mandatarios aprovecharon
para adelantar algunos temas previstos en la agenda y también aquellos
que no fueron considerados, pero que uno u otro tenían interés
en plantear.
Una
vez en la residencia del embajador, Toledo se despidió del visitante
y partió en su Mercedes negro con dirección a Palacio de
Gobierno. Allí lo esperaban unas 300 personas de diferentes bases
de Perú Posible con banderitas peruanas y estadounidenses, y pancartas
de bienvenida. El jefe del Estado Peruano se acercó a este grupo,
cuya movilización fue organizada por la congresista Doris Sánchez,
a pesar de que el Ministerio del Interior había dispuesto en la
víspera que quedaba prohibida cualquier tipo de manifestación.
Al ritmo de huayno y de jazz
En
esos momentos, el presidente norteamericano dirigía un discurso
en la residencia del embajador de su país para dar inicio a una
reunión que duró 20 minutos. Su ingreso fue precedido por
un cadencioso huaylas y después se dio paso a música jazz.
"Fue una reunión muy sencilla y alegre, como es el presidente",
comentó uno de los asistentes.
Dentro
de la residencia, medio millar de empleados de la Embajada de Estados Unidos
en el Perú y residentes de ese país en Lima esperaban desde
las 12.30. Los invitados habían llegado a la casa de John Hamilton
en un ómnibus especial.
Frente
a la delegación diplomática de su país, el presidente
Bush reiteró la buena relación entre ambos países
y la confianza en el gobierno de Alejandro Toledo. También anunció
que habrá más recursos para combatir el terrorismo y el narcotráfico,
así como mayor protección para quienes laboran en las diferentes
misiones diplomáticas estadounidenses.
De
aquí el presidente de los Estados Unidos se dirigió a Palacio
de Gobierno. La Plaza Mayor lucía especialmente bella iluminada
por el sol de la tarde. Los jardines impecables y un espontáneo
vuelo de palomas al paso de la comitiva dieron un marco ideal. Alejandro
Toledo esperaba a Bush en el Patio de Honor.
Los
llamados amigos se abrazaron nuevamente y casi de inmediato saludaron con
los brazos en alto desde el interior de la Casa de Gobierno a los simpatizantes
de Perú Posible que estaban a 10 metros de distancia. Así
se cumplió, de algún modo, el baño de popularidad
contemplado en la agenda. Las medidas de seguridad, sin embargo, lo redujeron
a un distante saludo que la gente respondió con calidez.
Para
la congresista Doris Sánchez (Perú Posible), promotora de
la movilización que contravino la disposición del propio
gobierno, hubo cerca de ocho mil simpatizantes. Las imágenes, sin
embargo, mostraban apenas unos tres centenares.
Los
saludos en el Patio de Honor tardaron apenas cuatro minutos. A su paso
por el Salón Dorado de Palacio, Bush no pudo dejar de admirar la
belleza de este ambiente decorado con espejos y marcos dorados. Ya en el
despacho presidencial tuvieron una reunión a solas durante 10 minutos.
Luego
vino la reunión de fondo: ambas delegaciones dialogaron por más
de una hora. Además de los presidentes, por el Gobierno Peruano
participaron el primer vicepresidente de la República Raúl
Diez Canseco, el presidente del Consejo de Ministros Roberto Dañino,
el canciller Diego García Sayán y el ministro de Economía
Pedro Pablo Kuczynski; por el de Estados Unidos lo hicieron el secretario
de Estado Colin Powell, la consejera para Asuntos de Seguridad Condolezza
Rice, el subsecretario para Asuntos de América Latina Otto Reich
y el embajador en Lima John Hamilton.
Antes
de que culminara este importante encuentro, Laura Bush ya anunciaba desde
el Palacio de Torre Tagle, donde se reunió con Eliane Karp, que
Estados Unidos destinará 195 millones de dólares al fortalecimiento
de la democracia, el combate al narcotráfico y el robustecimiento
de la economía peruana.
Las
dos primeras damas participaron en la sede de la Cancillería en
una disertación sobre el estado de la educación en el Perú
y los programas de apoyo de Estados Unidos para la capacitación
de los maestros.
Bromas de amigos
Fue
en la conferencia de prensa de ambos mandatarios donde surgieron las novedades
tras el encuentro entre ambas delegaciones.
Ésta
comenzó cinco minutos antes de las seis de la tarde y concluyó
37 minutos después. Como en una buena reunión de amigos,
brotaron las bromas, se jugó con la coincidencia en edades de ambos
presidentes: "Tenemos 55 años, pero mi amigo tiene el pelo negro
y yo gris", exclamó Bush y Toledo hizo referencia a su baja estatura
frente al tamaño de su homólogo.
Hubo
seis preguntas en total, tres de medios de comunicación peruanos,
una de ellas de El Comercio, e igual número de la prensa norteamericana.
En varios pasajes, cada uno respondió mirándose a los ojos
y apoyando cómodamente el codo en los podios que tenían el
escudo nacional.
En
esta exposición quedó clara la razón de la presencia
de Bush en nuestro país. Lo hizo para comprometerse en la lucha
contra el terrorismo y el narcotráfico, de la cual el Perú
es uno de sus principales aliados en la región, y para reconocer,
en el lugar, el mérito peruano por haber recuperado la democracia
de forma pacífica. Tras mutuos elogios, uno presentó al otro
como paradigma de la democracia.
Luego
vinieron las fotos de rigor y ambos se despidieron, siempre con la confianza
de dos buenos amigos, subiendo las escaleras en medio de amenos comentarios.
Encuentro andino
Después
de la reunión bilateral, los mandatarios pasaron al encuentro andino
con los presidentes Andrés Pastrana de Colombia y Jorge Quiroga
de Bolivia, así como el vicepresidente de Ecuador Pedro Pinto Rubianes.
Con ellos trataron el tema de la postergada aprobación de la Ley
de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA). Esta significativa reunión
que fue una iniciativa de Toledo duró aproximadamente una hora.
Después
de la foto protocolar en la escalera hacia la residencia, los invitados
y el anfitrión se dirigieron al comedor para probar la trucha del
Titicaca y el lomo en salsa de pimienta serrana, platillos elegidos personalmente
por Alejandro Toledo para esta inolvidable cena de gala ofrecida a 320
comensales.
En
los discursos de orden, ambos repitieron el libreto de los recíprocos
reconocimientos de cualidades, denominador común que por cierto
va más allá del habitual protocolo que muestran los jefes
de Estado en un encuentro oficial.
Los
tiempos previstos para cada reunión se cumplieron casi como estaba
calculado. En el desplazamiento de un presidente norteamericano, se supone,
todo se cumple con rigor, no hay espacio para imprevistos, y menos aún
después del atentado en Nueva York y Washington del pasado 11 de
setiembre.
Hasta
el espectáculo cultural que se presentó en la explanada de
Palacio de Gobierno, para que Bush disfrutara de nuestras danzas nacionales,
duró menos de 10 minutos, y de allí el ilustre visitante
partió con destino al Hotel Marriot en Miraflores, al que llegó
a las 10 y cinco de la noche. Su rostro, cansado, reflejaba la intensidad
de la jornada.
Su
partida está prevista para las 8 de esta mañana. Su nuevo
destino: El Salvador.
La
histórica visita, a pesar de su brevedad, pues apenas duró
17 horas, debe haber abierto las puertas para una estrecha relación
bilateral que beneficie en diferentes ámbitos a ambos países.