FABIOLA SANTIAGO
The Miami Herald
Escena de la vida de un espía cubano en el sur de la Florida:
Los vecinos en el edificio de apartamentos
de René González, en West
Miami-Dade, iniciaron una petición
para librarse de un tiránico
administrador de la propiedad. Cuando un
vecino tocó a la puerta de
González para obtener su firma,
éste aceptó prontamente.
``Tenemos que sacar a este tipo de aquí'',
le dijo González. ``¿Qué se
cree él que es esto? ¿Cuba?''
Cuando se trata de espiar entre los exiliados
cubanos, conviene tomar
una firme línea anti Castro.
Era el modus operandi favorito de Juan Pablo
Roque, el más famoso
espía del sur de la Florida, y como
resultó, también de su amigo René
González Sehweret, el más
conocido de las 10 personas acusadas por la
Oficina Federal de Investigaciones (FBI)
de ser espías de Cuba.
González, de 42 años de edad,
lucía en su automóvil las mismas
calcomanías rojas, blancas y azules
de los grupos de exiliados cubanos
Hermanos al Rescate y Movimiento Democracia.
Asistía habitualmente a
las demostraciones callejeras de Miami
y de las flotillas en el mar. Su
devoción a la causa de los exiliados
fue tal que ascendió a subsecretario
del comando aéreo de Democracia.
También voló en misiones de
Hermanos al Rescate para localizar a los
balseros, dejando caer agua y alimentos
a los refugiados extraviados en
pequeñas y áridas islas.
El FBI dice, mientras hacía todo
eso, González era el agente ``Castor'' o
``Iselín''. Su trabajo fue observar
las actividades de los grupos
anticastristas, incluso dos de los más
públicamente activos, Hermanos y
Democracia.
Era tan convincente en su fervor patriótico,
que después de su arresto
Ramón Saúl Sánchez,
el fundador de Democracia, dudaba creer que era
un espía.
``Estoy anonadado'', dijo Sánchez. ``Se me hace difícil hablar mal de él''.
González salió inicialmente
a la luz pública con una audaz versión de
defección en diciembre de 1990.
Entonces, el piloto de 34 años de
edad dijo a los reporteros que había
estado desesperado por salir de la isla
y que había pasado ``tres meses
planificando y años soñando''
su fuga.
Dijo que la oportunidad llegó un
sábado por la tarde, después de
despedirse de su esposa y de su hija e
ir al campo de práctica de la
escuela de aviación en San Nicolás
de Bari, en las afueras de La
Habana.
Aunque había perdido su empleo allí
en 1988, González dijo que seguía
siendo amigo de los empleados. Como había
pocos trabajadores ese
día, se ofreció de voluntario.
Durante el almuerzo, tuvo acceso a la torre
de control y apagó los radios y
los controles, dijo.
Luego vio en la pista un pequeño
avión, un AN-2 Colt, construido en
1947, y a un mecánico que pedía
que alguien estacionara el avión.
``Me ofrecí'', dijo González.
Dijo que se dispuso a despegar, pero llegaron
dos personas a la pista y,
como no deseaba atropellarlas, lo que hizo
fue estacionarlo mal. Resultó,
porque el mecánico le dijo que lo
sacara y lo probara nuevamente.
``Lo aceleré, solté los frenos
a toda máquina, hasta dejar Cuba atrás'',
dijo.
Y entonces esto: ``Nunca olvidaré
lo último que vi de Cuba'', le dijo a un
reportero del Herald. ``La planta termoeléctrica
de Santa Cruz del Sur y
la playa de Jibacoa. ``Nunca lo olvidaré,
pero creo que ese día lo que
más influyó en mí
fue el hecho de que en mi mente ya le había dicho
adiós muchas otra veces''.
Su llegada también fue espectacular.
Cuando tocó tierra, González
dijo que sólo le quedaba gasolina para 10
minutos de vuelo ``Cuando vi los Cayos
me sentí como Cristóbal
Colón'', dijo.
González aterrizó en la Estación
Aeronaval de Boca Chica en Cayo
Hueso, una de las instalaciones militares
en las cuales el FBI dice ahora
que la red de espías trataba de
infiltrarse.
Con una historia que tenía todos
los elementos de heroísmo, valor,
compasión, amor por el paisaje cubano
y pesar por tener que dejar a su
familia, el audaz González no tuvo
problemas en ser aceptado en el sur
de la Florida.
Y como ciudadano norteamericano --nació
en Chicago y fue criado en
Cuba-- ni siquiera tuvo que vérselas
con las autoridades de inmigración.
Simplemente mostró un certificado
de nacimiento para probar que era
norteamericano y dijo que se dirigía
a Sarasota para reunirse con su
abuela.
Quienes lo conocían mejor ven ahora
patrones dudosos en su
comportamiento y recuerdan extrañas
coincidencias.
González fue el primero en llegar
a ofrecer sus condolencias al hangar de
Hermanos al Rescate después que
los MiGs cubanos derribaron dos
avionetas en febrero de 1996, dijo José
Basulto, fundador de Hermanos.
Y Sánchez cree ahora que González
frustró una misión de dejar caer
materiales impresos en La Habana.
Hace tres años, sin revelar su verdadera
identidad ni intenciones, los
pilotos de Democracia obtuvieron permiso
de Cuba para sobrevolar su
espacio aéreo, pero cuando el avión
de Democracia se aproximaba a la
isla, dijo Sánchez, súbitamente
las autoridades de aviación negaron el
acceso.
Tuvieron que regresar a Miami con la misión abortada, dijo Sánchez.
Después de que Roque apareció
en Cuba, tras el derribo de los aviones
de los Hermanos, Sánchez creyó
que ese día Roque había revelado a
Cuba el verdadero plan de los pilotos.
Ahora sospecha que fue
González.
Los vecinos de González en el 8000
SW 149 Ave. tienen pocas dudas
de que era un espía. Alguien pintó
una hoz y un martillo de color gris con
pintura rociada en la puerta del apartamiento
A-403 de González.