Los dólares vienen de Miami y las banderitas las pone Castro
TANIA QUINTERO / Carta de Cuba
LA HABANA
Las banderitas no son de tela. Son de papel, del papel con que
se sostiene la batalla de ideas. Los dólares sí son auténticos.
Y casi todos vienen de Miami,
la ciudad ''de la mafia terrorista'', según el gobierno
cubano.
Pero de allí precisamente es la cuantía mayor que
cada año entra en Cuba por concepto de remesas familiares. Un porciento
importante de los que hoy con
su presencia en los actos convocados por Fidel Castro hacen
creer al mundo que en esta isla se inmortalizó el socialismo, viven
un poco mejor gracias a los
que en Miami regularmente les mandan los imprescindibles dólares.
Así, el miércoles 12 de junio, sin el menor escrúpulo,
muchos de los que continuamente están llamando a Miami para que
manden más fulas, se pusieron la
máscara revolucionaria y fueron a la marcha.
Al día siguiente, sin el menor escrúpulo, se fueron a la shopping, a comprar, por si acaso suben más los precios.
La Habana y Cuba toda está llena de gente así.
Nadando entre dos aguas. Maldiciendo a Castro y su gobierno en la intimidad
y después yéndose a hacer
grupo. Para que las fotos y videos hablen por sí solas
del masivo respaldo a la última consigna.
En Miami puede que haya familias que este camaleonismo les moleste.
Otras dicen: ''Los pobres, ¿qué van a hacer? Si se sabe que
en Cuba todo el mundo
está obligado a fingir''. Y siguen mandándole
al papá y la abuelita, al primo y la sobrinita. Dinero, ropa y medicinas
a ``esa gente que se la pasa llorando
miseria''.
Pero es que también en Miami viven algunos enmascarados.
No porque sean del G-2 o agentes dormidos de la Red Avispa, sino porque
el tiempo cura las
heridas. Y la abundancia hace olvidar la escasez. Y un buen
día los mata la nostalgia y deciden volver al ''gao''. Y usted los
ve, dándose la gran vida.
Exhibiendo el auto rentado, gastando los dólares a chorro.
Llevando al familión a los hoteles donde no se pueden hospedar.
Comprando por cajas los
dulces en los Pain de Paris.``Es que c..., compadre, la vida
es una. ¡Que más da! Si total, los americanos también
son del c... Y aquello, asere, tampoco es
fácil. Sí, no hay CDR, pero la vigilancia y el
control después del 11 de septiembre no son muy distintos de las
de aquí''.
Y sigue vacilando en La Habana. O en Matanzas, Cienfuegos, Holguín
o Pinar del Río. Y las fronteras se desmarcan. Y los enemigos de
ayer son amigos
ahora. El odio se suaviza y la vista se pone gorda, opaca. Se
ve lo que se quiere ver. Se oye lo que se quiere oír. Ah, eso sí,
''voy a seguir haciendo trámites
para sacar a los míos de esta m...''. Y sigue corriendo
el dinero. Ciclo macabro. Abulia fenomenal. Y en eso se ha ido el tiempo.
Con los cubanos divididos.
Unos cuántos allá queriendo que esto aquí
se ponga peor, creyendo que cuanto más malo, mejor. Unos poquitos
acá intentando hacer algo. O, cuando
menos, hacerse sentir, tener un mínimo de dignidad. Y
en el medio, cual puente salvador, los benditos dólares. Esos que
todo lo pueden sostener. O
hundir.