Cómo puede haber libertad sin justicia ni igualdad
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,
Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba
y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, con motivo de
la visita del ex presidente norteamericano, James Carter, a la
Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, el 13 de mayo del
2002, "Año de los Héroes Prisioneros del Imperio".
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Distinguido ex presidente de Estados Unidos, James Carter,
su esposa y demás acompañantes;
Saludo, igualmente, a los demás invitados, y a los queridos
estudiantes de esta escuela de medicina:
Yo no estaba seguro de si debía hablar, entre otras cosas,
para no arriesgarlos a ustedes aquí (Risas) a un discurso que
se extienda un poquito más de la cuenta; pero, bueno, se hizo
un silencio total y de esa forma me sentí obligado (Risas),
óiganme bien, a ocupar unos minutos esta tribuna.
Por ahí había un programa que decía: "Finalmente,
anuncian
las palabras centrales", así suele decirse en los actos
públicos, en las tribunas abiertas, etcétera, y yo digo,
en
todo caso, si digo algo serán las palabras finales, puesto
que las palabras centrales correspondían al presidente
Carter, para que comprendan esto de ex presidente y de
presidente, es que por una cuestión de cortesía, en Estados
Unidos, de forma familiar, a los que han sido presidentes,
aun cuando hayan dejado de serlo, se les sigue llamando
presidentes, y a él lo estamos tratando familiarmente en la
tarde de hoy.
Yo meditaba, realmente, ¿qué es lo que
estamos haciendo, si esto es una escuela de
medicina o esto es otra cosa? Uno piensa en
números, porcentajes, etcétera. Yo también
calculaba, por ejemplo, cuántos médicos
teníamos al triunfar la Revolución y los que
están hoy estudiando en esta escuela son
más que todos los médicos que tenía Cuba,
y en dos o tres años quedaron la mitad de
aquellos médicos. También quedó solo el
40% de nuestros profesores de medicina.
Los resultados que hoy pudiera presentar
—no digo exhibir, porque nosotros no exhibimos nada,
presentamos—, son el resultado de un gran esfuerzo, de un
esfuerzo de 43 años.
Con aquellos médicos que quedaron en nuestro país, es que
pudo crearse lo que hoy tenemos y hoy tenemos 22 médicos
por cada uno de los que nos dejaron, un poquito más de 22, y
cursan estudios en nuestras universidades dos veces y media
el total de médicos que quedaron.
Sí, nos vimos ante la situación de un gran desafío,
nos
quedábamos sin médicos o hacíamos el esfuerzo requerido
para disponer de todos los médicos necesarios.
Entre nuestras grandes esperanzas, cuando pensábamos en el
futuro, cuando soñábamos en ese futuro, estaba que nuestro
país dispusiera de un buen sistema médico.
A mí no se me puede olvidar que cuando era
un alumno de quinto o sexto grado de la
escuela primaria y viajaba allá, donde yo
vivía, en un latifundio, me encontraba a veces
con que la tercera parte de los niños había
muerto; de aquello no se enteraba nadie, y
aquello no salía en los periódicos, ¿y de qué
morían?, de acidosis. A esto hay que
sumarle, desde luego, los que morían
habitualmente de tétanos, o de cualquier otra
de las muchas enfermedades habituales que azotaban
nuestros campos.
Soñábamos también con las escuelas, porque observábamos
lo que veíamos en todo lo que nos rodeaba, casi todos los
jóvenes y adultos eran analfabetos. Recuerdo que algunos de
los pocos que sabían leer y escribir se ganaban la vida
escribiendo cartas para los que querían escribirle a una novia o
a una enamorada o a una joven que pretendieran conquistar;
pero no es que le dictaran una carta, sino que le pedían
también que elaborara el contenido de la carta, le pedían
que
dijera lo que el que la escribía creyera lo que tenía que
decir
para conquistar a la muchacha, porque, en aquella época, los
muchachos conquistaban a las muchachas (Risas y aplausos),
no había tanta igualdad (Risas).
Aquellos eran dos pilares por los que luchábamos, pero no
eran los dos pilares fundamentales, había un pilar fundamental:
la justicia, la igualdad de posibilidades, la verdadera
hermandad entre los seres humanos. ¿Y qué es una sociedad
sin justicia? ¿Qué es una sociedad de analfabetos? ¿Qué
es
una sociedad donde unos pocos tienen todo y los demás no
tienen nada? ¿Qué libertad puede nacer de la desigualdad
y la
incultura? ¿Qué democracia? ¿Qué derechos humanos?
Hay cosas muy profundas que mueven los sentimientos de
nuestro pueblo. Albergamos la más firme convicción de que
hay muchas palabras y muchos conceptos que tienen que ser
redefinidos, si es que queremos, realmente, marchar hacia un
futuro digno. El futuro no puede ser el pasado, y concebir una
sociedad futura requiere, realmente, repensar muchos
conceptos que son prehistóricos.
Todos sabemos, o muchos de nosotros, que cuando surgió por
vez primera la palabra democracia fue allá en Grecia, y cuando
éramos jóvenes nos decían: "Allá está
el ejemplo de la
democracia, los ciudadanos reunidos en un parque público,
que debe haber sido bien pequeño, gobiernan." En aquella
época Atenas, por ejemplo, tenía 20 000 ciudadanos libres
—deben haber sido un poquito menos, porque si se reunían en
la plaza y no existían ni siquiera los micrófonos, en realidad,
cabían en un pequeño parque; sin estos micrófonos
yo no
podría hacerme escuchar allá, en el fondo de este conjunto
de
personas aquí reunidas—, y al lado de los 15 000 ó 20 000
ciudadanos libres, había 50 000 ó 60 000 que no gozaban de
derecho alguno y alrededor de 80 000 seres humanos que eran
esclavos.
Cuando pasamos la vista por el mundo que hoy conocemos y
sabemos que hay miles de millones de seres humanos que
viven en inconcebible pobreza, miles y miles de millones de
seres humanos que pueblan ese Tercer Mundo, nos podemos
preguntar en qué mundo estamos viviendo; cuando sabemos
que hay países donde el 90% son analfabetos y no tienen
escuelas y vemos que su número crece cada año; cuando
llegan noticias de que solamente niños que podrían salvarse
mueren antes de cumplir el primer año de vida, y se compara
países donde mueren 5, 6, 7, 8 por cada 1 000 nacidos vivos y
donde la cifra se eleva a más de 150, nos preguntamos, en qué
mundo estamos viviendo.
Muchas veces nos preguntamos cuál será el siglo, cuál
será el
milenio en que podamos decir que todos los seres humanos
que vienen a este mundo, vengan, realmente, con una igualdad
de posibilidades ante la vida.
Nosotros hemos hecho un gran esfuerzo para que, al menos, en
esta isla, existiera esa igualdad de posibilidades para todos
los seres humanos y aun todavía no lo hemos alcanzado
totalmente. Podrán imaginarse cuán difícil es y cuánto
más
difícil aún, si se parte de la pobreza, como ha tenido que
partir
nuestro país, y de la cual parten hoy más de 140 países
en
mayor o menor grado. Y si algo puede satisfacer, como premio
al esfuerzo de tantos compatriotas como lucharon y muchos de
ellos cayeron o dieron todas las energías de su vida a una idea
justa, a un sueño noble, es que nuestro país se va acercando
hacia una sociedad donde todos los seres humanos tengan
iguales posibilidades, pero no en teoría, porque solo en teoría
se podría hablar de igualdad en este mundo. Solo en teoría,
si
se sabe que, por ejemplo, un país como Mozambique tiene un
per cápita del Producto Interno Bruto equivalente a 80 dólares
al año y hay otros que tienen 45 000 dólares per cápita
anualmente, y no me refiero solo a la diferencia entre las
naciones, sino a las diferencias entre los individuos dentro de
las naciones, y en eso nuestros países latinoamericanos son
campeones olímpicos.
Procedemos todos nosotros de una región donde existe la
mayor diferencia entre ricos y pobres; es sabido que en
muchas el 10% más rico de la población posee más del
50%
de las riquezas y bienes que se crean en esas naciones y el
10% de los más pobres apenas dispone del 4% o el 5%, a
veces, incluso, menos, del Producto Interno Bruto.
Se camina por las calles y se les ve llenas de niños limpiando
parabrisas, limpiando zapatos o trabajando por miserables
sueldos para ayudar a su familia, o sin ir a la escuela porque no
hay escuelas, o sin graduarse ni de quinto grado porque solo el
52%, si mal no recuerdo, alcanza el quinto grado, mucho
menos el sexto y mucho menos el noveno. Podríamos
preguntarnos por qué, qué grado de justicia hay, a qué
están
destinados unos y a qué están destinados otros.
Es por ello, que si bien es cierto que muchos reconocen a
nuestro país grandes avances en salud, educación, deportes,
cual si esos fueran los únicos objetivos, o los objetivos finales
de nuestras luchas o de nuestras vidas, habría que decir:
Nosotros buscamos algo mucho más noble, buscamos justicia
para todos.
Cómo puede haber justicia sin saber leer y escribir. Cómo
puede haber libertad sin justicia ni igualdad. Cómo puede
haber democracia al estilo de aquella Atenas que
mencionábamos. Cómo puede hablarse de derechos humanos
y en qué mundo vivimos, si al país que en esta época
y
enfrentando dificultades inimaginables se está acercando y se
acerca cada vez más aceleradamente a ese nivel, a ese sueño
de justicia, de verdadera libertad, de verdadera democracia,
de verdaderos derechos humanos, se le condena en Ginebra
como violador de esos derechos.
No puedo en una reunión como esta, en la que no quería hablar,
abordar tan espinoso tema, pero ya que me obligaron...
Cuando uno habla debe ser para decir algo. Le añado que
quizás este sea hoy el país más unido del mundo y
más
preparado políticamente, quizás sea este hoy el país
más
entusiasta y el más lleno de esperanzas cuando mira hacia el
futuro.
Ustedes saben que hace solo unos días, allá, en la Plaza
de la
Revolución, un millón de habaneros se reunió. Sí,
a los pocos
días de la condena, indignado por aquella colosal ofensa, y lo
increíble es que los que nos condenaron no podrían mostrar
otro cuadro que el cuadro del infierno, porque esos países —y
me estoy refiriendo en este caso concreto a los de América
Latina— son la negación total de los derechos que
mencionábamos. No hay, por eso, que afligirse. Habrá un juez
inapelable, y ese juez será la historia (Aplausos).
Es por ello que les contaba que al mirarlos así, me preguntaba:
¿Es esto una escuela de medicina? Y para qué serviría
si
ustedes regresaran a sus países para incorporarse a
instituciones permeadas, desgraciadamente, por el
economicismo, el mercantilismo y el egoísmo, y ninguno
quisiera viajar a una montaña, a una meseta, a un rincón
de los
campos, o a barrios marginales para ejercer allí la noble
profesión de médico. Más que escuela de medicina,
nuestro
más ferviente deseo es que esta sea una escuela de
solidaridad, de hermandad y de justicia.
Tengo la convicción de que así será, que no en balde
los
estudiantes de esta escuela y las otras constituyen una
re-presentación de todas las etnias y de todos los sectores
más humildes de sus países, 66 etnias, según nos dijeron.
Qué hermoso espectáculo ver aquí unidos, estudiando
juntos, a
estudiantes de toda América Latina y a estudiantes
norteamericanos. Con qué placer y satisfacción escuchamos
a
esa joven que habló aquí, o a la que allí cantó,
y cuántas
esperanzas de amistad y de hermandad pudieran concebirse
si nos unimos todos bajo ideales de justicia, bajo ideales de
igualdad, los que expresaba aquí el presidente Carter, los
ejemplos que citaba, impresionantes, cuando nos contaba
cómo con una pastilla, una pastilla, o tal vez dos, se podía
contribuir a que terribles enfermedades desaparecieran; con un
esfuerzo noble, dirigido a resolver algunas de las tragedias que
padecen los seres humanos en este mundo, se podían resolver
mediante procedimientos sencillísimos. Y mi pregunta era, la
que me surgía de la mente, ¿cuánto habrá costado
todo eso?, y
es evidente que los recursos invertidos son mínimos. Pensaba
que hay miles de millones de personas sobre la Tierra con
esos mismos problemas o riesgos de sufrirlos.
No se mencionó, puesto que no era posible —él se concretaba
a los casos que han estado atendiendo en el terreno de la
medicina, ya que mencionó otros terrenos en los que la
Fundación o Centro Carter está contribuyendo, por ejemplo,
el
paludismo, las decenas de millones de personas que enferman
de paludismo y los millones de personas que mueren del
paludismo, o la tifoidea.
No se mencionó el espanto, era demasiado bella la tarde para
hablar del espanto, y el espanto se llama SIDA, y cuando se
menciona el África es imposible dejar de tener en la mente 26
ó 28 millones de personas infectadas de SIDA; 13 ó 14
millones de niños huérfanos; millones de niños que
nacen ya
con el virus adquirido en el vientre de la madre. Una de las más
grandes tragedias que ha conocido la humanidad y que
amenaza con el exterminio de naciones enteras, e incluso de
regiones enteras.
A cualquiera de estas cifras habría que añadirles los millones
de analfabetos, el número creciente que hay en el mundo; los
millones de desempleados; el 60% o el 70% de los ciudadanos
latinoamericanos que viven del trabajo informal, sin seguridad,
sin protección social alguna, sin ningún derecho, porque
no
solo se han estado erradicando el movimiento obrero y los
sindicatos, sino, incluso, los derechos más elementales de los
trabajadores. ¡Cuántas calamidades pudieran sumarse!
El presidente Carter nos hablaba del noble esfuerzo de su
esposa en el estudio, la investigación y la lucha contra los
fenómenos de retraso mental, y ahí se abordaba un tema
tremendo. Nosotros lo sabemos, porque vamos conociendo los
datos exactos de personas que padecen de alguna
incapacidad por retraso mental, que en la capital de la
república solamente son más de 13 000, y a cada uno de ellos
hay que estudiarlos, e incluso los estamos estudiando ya,
preparando genetistas a paso acelerado, equipando
laboratorios adecuados, sobre todo al conocer —y no
estudiamos solo los casos de atraso mental, sino los casos de
incapacidad por alguna otra causa— que alcanzan la cifra de
48 000 en nuestra capital con alguna incapacidad; y partiendo
del conocimiento de que más de 80 enfermedades de diversos
tipos tienen origen genético, nos estamos dando a la tarea del
estudio genético de todos los casos de retraso mental y de
algunas otras enfermedades genéticas con las cuales no nace
el niño y que puede padecer después como consecuencia, por
ejemplo, del hipotiroidismo o de algo ya afortunadamente
abolido hace rato, en este y otros países, como es la
poliomielitis. Pero hay muchos casos de origen genético o de
origen ambiental o de origen accidental.
Cuando se menciona eso y se conocen las cifras, se empieza
a acercar alguien a la cantidad de tragedias que sufre la
sociedad humana y muchas veces aquellos seres la sufren en
solitario, porque muchos ni saben lo que les está ocurriendo.
Un motivo más de satisfacción para la visita que hemos tenido
hoy, cuando vemos el esfuerzo de ellos en pro de la lucha por
evitar, en primer lugar, y ayudar en lo que sea posible, a los que
sufren algunos de estos padecimientos.
No quiero, sin embargo, extenderme, porque este es un tema
que daría hasta el amanecer.
Me faltaría fundamentalmente expresar las razones por las
cuales hemos recibido, con respeto, con gran hospitalidad y
agrado, al ex presidente Jimmy Carter, a su esposa y a su
delegación.
No piensen que es una delegación numerosísima, la más
numerosa delegación que ha visitado el país junto con ellos
es
la delegación de reporteros y periodistas, cosa, desde luego,
lógica.
Ayer en el aeropuerto explicamos sus esfuerzos por mejorar las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba, en medio de
aparentemente insalvables dificultades; por esas dificultades
que no voy a enumerar no se avanzó más en aquel entonces.
Pero nos parecía de elemental justicia histórica hacer ese
reconocimiento, así como reconocer el valor de visitar nuestro
país.
Fue valiente al intentar mejorar las relaciones; nadie piense que
eso era fácil. Fue valiente al visitar a Cuba, a pesar de que
siempre surgieron los que se opusieran, a pesar de que se
exponía a críticas y calumnias.
El programa de su visita no lo escogimos nosotros, lo escogió
él, y se interesaba fundamentalmente en el terreno de la
educación, ocupando este prácticamente el número uno;
se
interesaba por esta Escuela Latinoamericana de Ciencias
Médicas de manera especial, algo que se explica por lo que
nos contó del esfuerzo que realizan en muchos países por
la
salud, en la medida de sus recursos. Es grande la experiencia
que deben haber adquirido sobre muchos de esos temas.
En el esfuerzo inteligente, debo decir aquí sin ánimo de
halagos personales, es claramente perceptible el grado de
inteligencia del ex presidente Carter, a lo cual se une, en grado
aún más alto, su ética personal y familiar. Esa fue,
realmente,
una de las primeras cosas que captamos, desde que
empezaron a escucharse sus discursos cuando aspiró a la
presidencia de Estados Unidos; han sido dos factores que han
estado unidos a su historia y a su personalidad, y se explica
muy bien su interés en conocer esta escuela, en conocer
también la escuela de trabajadores sociales, conocer
instituciones dedicadas a la educación especial y reunir
información sobre los esfuerzos que, en este sentido, ha
estado realizando nuestro país en las esferas de la salud, la
educación, la cultura y las investigaciones médicas.
Cuando él hablaba de lo que había hecho, y seguramente con
muy pocos recursos, ya que es un hombre austero —cuando
estaba en el aeropuerto, yo esperaba que viniera en un Boeing
grande de esos, y de repente veo un pequeño avión de dos
motores que pasa sobre la pista, voltea, aterriza y se acerca a
nosotros, es por eso que le dije, y creo que salió por los
micrófonos, no sabía que estaban tantos micrófonos
por allí:
"Yo creía que usted iba a venir en un Boeing de esos de último
modelo"—, viaja en un modesto avión con un grupo reducido
de personas. Cuando iba mencionando los programas que
tanto me alegro de haber escuchado aquí y que ustedes hayan
podido escuchar también, y nuestro pueblo haya podido
escuchar, pensaba, si con unos cuántos dólares, digamos,
si
con unos cuantos centavos se puede hacer tanto bien en este
mundo, cuánto no podría hacerse con los cientos de miles
de
millones, o, podría decirse, con los millones de millones de
dólares que en el mundo se dedican a producir armas, a
producir y consumir drogas, o a producir artículos de lujo,
quizás la más terrible herencia que a la humanidad han dejado,
y espero que no sea para siempre, las llamadas sociedades
de consumo.
Un mundo como el que él sueña al combatir enfermedades, un
mundo como el que soñamos nosotros, un mundo como el que
sueñan ustedes es posible, sí, muy posible, cuando los
hombres tengan los conocimientos, la cultura y la conciencia
necesarias para vivir y actuar con verdadero espíritu de
fraternidad, para vivir y actuar con verdadero espíritu de justicia;
y no daría por inútil ni sufriría la inmensa pena
que en este
minuto me embarga por haber hablado un poquito más de lo
que me prometí, abusando de la paciencia de nuestros
visitantes, si estas palabras que de todo corazón y con el
máximo de sinceridad, podríamos decir, incluso, con pasión,
les dije, ustedes, alguna que otra vez, las recordaran.
Muchas gracias.
(Ovación.)