Es necesario encontrar las vías para el entendimiento, la tolerancia y la paz
Encuentro del señor James Carter, ex presidente de Estados Unidos
de América, con estudiantes y profesores de la Universidad de La
Habana, acerca de sus reflexiones sobre el tema "Los Estados Unidos
y Cuba: Una visión para el siglo 21", el 14 de mayo del 2002, "Año
de
los Héroes Prisioneros del Imperio".
Froilán Arencibia (Presentador).— Buenas tardes.
La histórica Aula Magna de nuestra bicentenaria Universidad de La
Habana se
honra en recibir al Excelentísimo señor James Carter, ex
presidente de los
Estados Unidos de América, quien, junto a su esposa, la excelentísima
señora
Rosalynn Carter y la delegación que le acompaña, sostendrá
un encuentro con
profesores y estudiantes de esta Universidad.
Se encuentran presentes el Presidente de los Consejos de Estado y
de Ministros de la República de Cuba, Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz (Aplausos prolongados); el doctor Juan Vela Valdés,
rector de la Universidad de La Habana (Aplausos); Ana Victoria
Casajesús Pasos, presidenta de la Federación Estudiantil
Universitaria de este alto centro de estudio y personalidades
académicas y del gobierno de Cuba (Aplausos).
Asisten a este encuentro estudiantes y profesores cubanos de todas
las facultades, así como el Consejo Universitario en pleno.
Presentes también un grupo de estudiantes procedentes de 34
universidades norteamericanas, que desde enero de este año
cursan un semestre en la Universidad de La Habana (Aplausos).
Invitados junto a nosotros los familiares de nuestros Cinco Héroes
prisioneros en cárceles de Estados Unidos (Aplausos).
A continuación hará uso de la palabra el doctor Juan Vela
Valdés,
rector de la Universidad de La Habana (Aplausos).
Juan Vela Valdés (Rector de la UH)
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Presidente de los Consejos
de Estado y Ministros de la República de Cuba;
Excelentísimo Señor James Carter, ex presidente de los Estados
Unidos de América, Excelentísima Señora Rosalynn Carter
y
distinguidos miembros de la delegación que acompañan al Señor
Carter;
Miembros de la dirección del Partido, del Gobierno y de la Asamblea
Nacional del Poder Popular de la República de Cuba;
Queridos miembros del Consejo Universitario, profesores,
estudiantes e invitados:
En nombre de la Universidad de La Habana, tengo el honor de dar la
bienvenida a esta Casa de Altos Estudios, en la histórica Aula Magna
de la más antigua de las universidades cubanas, al Excelentísimo
Sr.
James Carter, quien fue presidente de Estados Unidos de 1977 a
1981, a su distinguida esposa y a las personalidades que lo
acompañan.
Esta visita del Sr. Carter a Cuba adquiere, sin duda, singular relieve.
Por primera vez, después de 1959, un ex presidente
estadounidense visita Cuba. Su país y el nuestro —vinculados por
diversas razones desde hace más de dos siglos— comparten un
pasado y un presente, tan comunes como los mares que bañan
nuestras costas y que con frecuencia levantan inverosímiles
tempestades.
Es en este sentido que la presencia del Sr. Carter en nuestra patria,
refleja, simbólicamente, que siempre son posibles los intercambios
abiertos y el diálogo franco inter-pares, particularmente en los
graves momentos actuales, cuando la situación mundial está
marcada por profundas tensiones y conflictos, a lo que no escapa la
relación bilateral entre su país y el nuestro. Es justo reconocer
que
quizás fueron los años de su administración los que
permitieron
vislumbrar nuevos caminos, aún dentro de escenarios
contradictorios y complejos. Ya desde su cargo de gobernador del
Estado de Georgia, el Sr. Carter se había distinguido por sus
progresistas críticas y humanísticas posiciones ante problemas
tan
acuciantes en el mundo contemporáneo como la ecología, la
extensión del consumo de drogas, la situación de la juventud.
En
plena campaña electoral, el Sr. Carter abogaba por la paz y contra
el racismo, por la ayuda a países subdesarrollados y el respeto
a la
democracia y a los derechos humanos, y durante su administración
se abrieron las Secciones de Intereses en La Habana y Washington,
hecho que posibilitó constructivos acuerdos y diálogos.
Años después, la apertura del Centro Carter en la Universidad
de
Emory, en Atlanta, reafirmó la vocación del Sr. Carter y
de su
esposa, de asumir no pocos desafíos en la búsqueda de un
mundo
mejor, hermosa aspiración que muchos creemos posible.
Quisiera destacar, asimismo, el profundo respeto que el pueblo de
Cuba y sus universitarios sienten por el pueblo norteamericano. La
historia y la cultura de la patria de Washington y Lincoln no es en
modo alguno ajena a los hombres y mujeres de nuestra sociedad, y
mucho menos a sus políticos, intelectuales y estudiantes. Desde
el
pensamiento y las luchas de los padres fundadores de esa nación
los históricos acontecimientos del pasado siglo, nos son tan
familiares como las obras de sus grandes escritores y creadores en
los más diversos campos. Sabe también el pueblo de Cuba que
nuestro Héroe Nacional José Martí formado en la esencia
del
pensamiento independentista y político de Félix Varela, cuyas
cenizas se guardan con veneración en esta Aula Magna, José
Martí,
digo, vivió en tierras norteamericanas sus últimos quince
años, los
más decisivos y trascendentes de su vida de intelectual y de
revolucionario, durante las cuales su aguda visión política
le permitió
aquilatar la dramática situación que se iba imponiendo en
la segunda
mitad del siglo XIX, todo lo cual dejó plasmado en páginas
imperecederas, donde también nos legó el respeto y aprecio
por
ese país, el mismo cuyo actual gobierno mantiene y recrudece el
bloqueo contra Cuba, que causa incontables sufrimientos al pueblo
cubano.
Hoy la Universidad de La Habana, fundada en 1728, cuenta con 15
facultades donde se estudian carreras de ciencias naturales y
exactas, sociales, humanísticas y económicas, más
una Escuela de
Trabajadores Sociales cuyos graduados ya desempeñan importante
labor en el incremento del nivel y calidad de vida de la población.
Esta más que bicentenaria Universidad cuenta también con
20
centros de estudios e investigación en esas áreas del conocimiento.
Su trabajo docente y científico, unido a su presencia activa en
la
historia cubana, hacen de esta Universidad, parte inseparable de la
cultura nacional y del desarrollo social y económico que se lleva
a
cabo en Cuba en las últimas cuatro décadas, durante las cuales,
suman ya 63 las instituciones de educación superior distribuidas
por
todas las provincias del país, que han graduado 700 000
profesionales universitarios.
En esta historia, alcanza un papel protagónico el estudiantado,
cuya
Federación Estudiantil Universitaria, próxima a cumplir 80
años de su
creación, tiene un bien ganado lugar en el acontecer político
y
cultural de la nación.
Los brazos abiertos y generosos de la estatua del Alma Mater que
simboliza esta Universidad, han acogido, no solo a los estudiantes
que, en el decursar del tiempo, vienen a formarse en nuestras aulas.
Han acogido también a ilustres visitantes de todas las latitudes
y a
estudiantes de diversos países, incluyendo en algunas ocasiones
a
estudiantes norteamericanos, varios de los cuales se encuentran
hoy en este recinto. Ello es solo un ejemplo de que es factible, aún
en las más difíciles condiciones, encontrar las vías
para el
entendimiento, la tolerancia y la paz.
Con esta certeza, tengo el honor, Excelentísimo Sr. James Carter,
de reiterarle la bienvenida a la Universidad de La Habana.
Yasmin Khawja Méndez (Estudiante norteamericana del
Swarthmore College, del estado de Pennsylvania)
Muy estimados Señor Fidel Castro, Presidente de la República
de
Cuba;
Señor Jimmy Carter, ex Presidente de los Estados Unidos y la
delegación que lo acompaña;
Dr. Juan Vela Valdés, Rector de la Universidad de La Habana;
Profesores;
Estudiantes cubanos y norteamericanos;
Pueblo de Cuba:
Es un verdadero honor para mí poder dirigirles unas palabras en
nombre de los estudiantes norteamericanos en esta histórica
ocasión. Soy una de los 49 estudiantes que participamos en el
programa de COPA en Cuba, afiliado al Institute for Study Abroad de
Butler University, en asociación con la Universidad de La Habana.
En nuestro grupo, hay estudiantes negros, blancos, latinos,
asiáticos, multirraciales, multiétnicos, mujeres y hombres,
con
diferentes orientaciones sexuales, todos de diferentes
denominaciones religiosas, y clases sociales. Y todos hemos tenido
diversos tipos de experiencias en Cuba. No tenemos una respuesta
como colectivo a los temas políticos controversiales, pues no
hemos venido aquí a hablar de las relaciones políticas entre
Estados
Unidos y Cuba. Nosotros no hemos llegado a un consenso de cómo
eliminar el bloqueo. Inclusive, no sabemos exactamente cómo los
medios de comunicación en general van a reportar los
acontecimientos de esta semana.
A lo que quiero referirme es a lo que sí conocemos, ya que lo
hemos vivido. Quisiera hablar de nuestras experiencias sobre la vida
cotidiana cubana en nuestras interacciones como estudiantes con
los cubanos.
Presidente Carter, sabemos que usted está aquí por sólo
5, aunque
intensos, días, y quisiéramos compartir con usted algunas
de las
experiencias que hemos tenido durante nuestros intensos cuatro
meses. Presidente Castro, a usted igualmente desearíamos
expresarle lo que hemos aprendido sobre nosotros mismos y de
Cuba a través de nuestras interacciones con el pueblo y cómo
interiorizamos y reflexionamos sobre las mismas. Quiero mencionar
algunos ejemplos más significativos para nosotros.
Shayna, una compañera, cantó junto a un amigo cubano en el
Concierto por la Paz en la Madriguera, que fue organizado por otra
compañera, Sara. Un mulato, Marcel, y un koreano-americano,
Eddie se sintieron cómodos yendo con sus compañeros judíos
a una
sinagoga en Vedado. Elena, tuvo una ceremonia de limpieza en el
Templo de Ifá de santería. Carlos estudió el bongó
dos veces a la
semana con un viejito en la Habana Vieja cuya esposa le brindaba
comida criolla. Angela estuvo tres horas escuchando a una abuela
cubana hablar con tanto orgullo de sus nietos preciosos. Aysha
ganó un premio en su aula por la presentación de un trabajo
sobre
género y sexualidad.
Como en todos los países, en Cuba existen dificultades y logros,
los
cuales hemos visto durante nuestra estadía. Notamos que existen
problemas de transporte, escasez de recursos en el campo y en la
ciudad, en las posibilidades de la diversión de los jóvenes
y
problemas económicos.
Junto a esto, también percibimos que no existe delincuencia
organizada y podemos caminar por las calles hasta la madrugada
sin temor, que el cubano posee una creatividad e ingenio
impresionantes, y que su generosidad y solidaridad nos contagió.
Después de haber compartido en las aulas de la Universidad con
profesores y estudiantes cubanos, hemos visto que, en contra de
pensamiento popular norteamericano, la realidad es que el pueblo
cubano no tiene ningún rencor hacia el pueblo norteamericano. De
hecho, muchos se nos han acercado mostrando su amistosa
curiosidad por conocer mejor nuestra cultura. Nos gustaría que el
pueblo norteamericano pudiera ver lo que nosotros hemos visto: la
realidad no puede definirse en blanco y negro, nuestro mundo íntimo
y el mundo exterior están constituidos por un espectro de mezclas
de colores.
La humanidad que vemos aquí en el fondo no es tan diferente ni
extraño a lo que vemos en nuestro país. Nuestros pueblos
son muy
afines, y hemos constatado que los dos tienen mucho que aprender
el uno del otro. Con más comunicación, contactos y mutuo
respeto,
podremos lograr un mayor beneficio para ambos países.
Distinguidos Presidentes como dicen los cubanos - "No es fácil".
Pero creo que tampoco debería ser tan difícil. Todos los
cambios
potenciales en las relaciones Cuba-Estados Unidos comienzan con
dignatarios como ustedes. Comienzan con estudiantes como
nosotros que venimos y seguiremos viniendo a Cuba. Lo importante
es que los cambios comiencen ya.
Tenemos la gran expectativa que una reconciliación entre nuestros
dos países sea posible durante nuestra subsistencia. Estamos
convencidos que las relaciones mejorarán porque existen y seguirán
existiendo personas que están decididas a hacer historia; en
contraposición a aquellos que continúan conformándose
con las
normas obsoletas que deberían quedar en el pasado.
Lo que he ofrecido han sido nuestras experiencias, no las
soluciones, aunque a través de nuestras experiencias aquí,
sabemos
que estamos siendo parte de las soluciones.
De parte de todos mis compañeros, muchísimas gracias por
su
hospitalidad y por esta oportunidad de expresar nuestra gratitud a la
Universidad de La Habana y al pueblo de Cuba.
Ana Victoria Casajesús Pazos
(Presidenta de la FEU de la UH)
Querido Fidel;
Excelentísimo Señor James Carter;
Estimada Señora Rosalynn Carter;
Rector, Profesores, Estudiantes e Invitados:
Señor James Carter, permítame a mí, una joven fruto
de esta
Revolución, nacida precisamente durante sus años como Presidente
de los Estados Unidos, darle la bienvenida a esta insigne casa
universitaria, en nombre de los más de 85 mil estudiantes que
cursan la enseñanza superior en la Isla y de la histórica
organización
que represento, la Federación Estudiantil Universitaria.
La Universidad de La Habana es depositaria de una tradición heroica,
y una vocación por la independencia y la soberanía, que la
han
convertido en un símbolo de la lucha por las ideas más radicales
y
avanzadas de nuestro pueblo.
Me gustaría compartir con usted algunas de mis vivencias, que son
también las de mi generación.
He vivido toda mi vida en un país bloqueado, constantemente
amenazado y agredido. Durante más de 40 años el pueblo cubano
ha estado sometido a una política de hostilidad y agresiones de
todo
tipo por parte del gobierno de los Estados Unidos. Hemos sufrido
enormes pérdidas materiales y humanas, pero no nos han faltado
alas para soñar y construir.
En nuestros hospitales pueden haber escaseado medicamentos,
pero nunca la sensibilidad de nuestros médicos para imponerse a
las
adversidades y hacer posible que hoy podamos exponer un índice
de mortalidad infantil de 6,2 por cada mil nacidos vivos o que
nuestra esperanza de vida sea de 75 años de edad, resultados
comparables con los de países del Primer Mundo.
En nuestras aulas pueden haber faltado cuadernos o tizas, pero
nunca la voluntad de educarnos como hombres y mujeres plenos.
Nuestra Revolución nos ha convertido no solo en beneficiarios de
las
conquistas sociales, sino también en protagonistas, en gestores
de
una obra que aspira a ser cada vez más justa. No somos una
juventud de fanáticos alejada de su historia, somos una juventud
con conocimiento, cultura, conciencia, espíritu de fraternidad,
que
son elementos esenciales para poder conquistar, como expresara
ayer nuestro Presidente, nuestro querido Comandante en Jefe Fidel,
un mundo mejor.
El orgullo que sentimos por ser cubanos trasciende el espacio
territorial de una isla, bañada por las cálidas aguas del
Caribe,
porque nos enorgullece, por sobre todas las cosas, la historia de
rebeldía que iniciaron los próceres de la Independencia en
el siglo
XIX, la historia que ha permitido que los estudiantes formen parte
del Parlamento cubano, re-presentando a las más nuevas
generaciones.
La mayor de las herencias que recibimos los jóvenes es la
preparación cultural y ética, para vivir con intensidad cada
momento
que construimos a diario. En Cuba libramos una colosal batalla de
ideas, convencidos que estas nos conducen a la victoria, aspiramos
a ser el pueblo más culto del mundo porque hemos comprendido
que sin cultura no hay libertad posible.
Somos un pueblo de paz y con amor trabajamos para el bienestar
del ser humano, no para destruirlo. Los universitarios no nos
formamos enclaustrados en los muros de las universidades, nos
preparamos al servicio de la nación, en función del bienestar
de la
patria grande y libre que con todos y para el bien de todos defiende
la dignidad plena del hombre y la justicia social.
Yo soy estudiante de Microbiología, ciencia cuyo objetivo supremo
en Cuba, es aliviar el sufrimiento humano. Desde nuestras aulas y
laboratorios universitarios aprendemos a utilizar el conocimiento
para evitar los efectos de una guerra biológica, no para provocarla.
No provengo de una familia de élite, soy como miles de jóvenes
de
esta isla que hemos llegado a la educación superior sin pagar un
centavo, sin importar raza, procedencia social, o creencia religiosa.
Pude haber elegido ser maestra, doctora, abogada, ingeniera, física,
porque tengo lo más importante: el enorme privilegio de ser
cubana, de ser hija del proceso revolucionario más noble del
mundo.
Porque amamos mucho a la vida y al hombre nos oponemos a las
guerras y al terrorismo, con el mismo compromiso de los cinco
jóvenes cubanos, injustamente encarcelados en territorio
norteamericano.
Los universitarios cubanos compartimos espacios docentes y de
debate con jóvenes de otras nacionalidades, entre ellos
norteamericanos. Dos veces al año recibimos a los estudiantes del
crucero de Pittsburgh y a otros que prefieren matricular semestres
en nuestras Facultades. Con ellos hemos intercambiado nuestra
cultura, nuestros sueños comunes de paz, el pueblo norteamericano
ha sabido apreciar el inmenso respeto que nuestro pueblo siempre
le ha demostrado, en la tierra de Lincoln tenemos muy buenos
amigos, personas que con gran valentía y dedicación luchan
con
valiosos ideales, por alcanzar un desarrollo sostenible y
comprometidos con el principio "que un mundo mejor es posible".
Nosotros, tendremos en el futuro la responsabilidad de dirigir los
destinos de nuestras naciones. Apostemos por el respeto a las
diferencias. Diseñemos un mundo de solidaridad.
Usted, que se ha dedicado, a lograr una mejor comprensión entre
los pueblos, que a pesar de la guerra fría tuvo la valentía
de intentar
mejorar las relaciones entre mi país y el suyo, estoy segura que
puede entender nuestros anhelos más profundos de independencia
y soberanía.
Muchas gracias.
James Carter (Ex presidente de los Estados
Unidos de América)
Señor Presidente Castro;
Ministros del Gobierno;
Otros distinguidos invitados;
Señor Rector;
Profesores y estudiantes:
Aprecio debidamente la invitación extendida por el señor
Presidente
Castro para que yo visite Cuba, y estoy encantado con la
hospitalidad que hemos recibido desde nuestra llegada.
Es un gran honor tener la oportunidad de dirigirme al pueblo cubano.
Hace un siglo, y después de una larga y agonizante gesta, Cuba
alcanzó su independencia, y comenzó a desarrollarse una compleja
relación entre nuestros dos países. Las grandes potencias
de Europa
y Asia consideraban al "imperialismo" como un orden natural de la
época y esperaban que los Estados Unidos colonizara a Cuba, en la
forma en que los europeos lo habían hecho en el África. Sin
embargo, Estados Unidos prefirió apoyar para que Cuba fuera
independiente, pero no totalmente. La Enmienda Platt le dio a mi
país el derecho de intervenir en los asuntos internos de Cuba, hasta
que, en mayo de 1934, el presidente Franklin Roosevelt tuvo la
sabiduría de revocar esta enmienda.
Hace más de 43 años se derrocó al dictador Fulgencio
Batista, y
unos pocos años después, durante la guerra fría, la
Revolución
cubana se alineó con la Unión Soviética. Desde entonces,
nuestros
dos pueblos vecinos han seguido rutas filosóficas y políticas
distintas.
La dura realidad es que ni los Estados Unidos ni Cuba han logrado
definir una relación que sea positiva y beneficiosa. ¿Será
posible que
este nuevo siglo pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan
en paz y armonía? He venido aquí en busca de una respuesta
a esta
pregunta.
Hay algunos en Cuba que piensan que la respuesta sencilla es que
los Estados Unidos termine el embargo, y hay otros en mi país que
creen que la respuesta es que el Presidente de Cuba deje el poder y
permita elecciones libres. No hay duda que este asunto merece una
evaluación más profunda.
He vuelto a revisar la compleja historia (preparándome para mis
conversaciones con el Presidente Castro) y he comprendido que no
hay respuestas sencillas.
No he venido acá a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino
a
extender una mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una
visión del futuro para nuestros dos países y para las Américas.
Esta es una visión que incluye a una Cuba totalmente integrada en
un hemisferio democrático, que participa en el Área de Libre
Comercio de las Américas y, con ciudadanos que viajan sin
restricciones, para visitarse entre sí. Quiero ver un programa masivo
de intercambio estudiantil entre nuestras universidades. Quiero que
los pueblos de los Estados Unidos y Cuba compartan mucho más
que su afición por el juego de pelota (béisbol) —esta noche,
más
tarde, vamos a un juego de pelota (Risas), y espero que pueda
lanzar en el béisbol primero— y la maravillosa música. Quiero
que
lleguemos a ser amigos y nos respetemos unos a otros.
Durante 42 años, nuestras dos naciones se han encontrado
atrapadas en un dañino estado de beligerancia. Ha llegado la hora
en
la que debemos cambiar nuestras relaciones y la forma en la que
pensamos y hablamos uno del otro. Debido a que los Estados
Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes
debemos dar el primer paso.
En primer lugar, tengo la esperanza de que el Congreso de los
Estados Unidos pronto actuará para permitir viajar sin restricción
entre los Estados Unidos y Cuba, establecer relaciones de comercio
abiertas y revocar el embargo. Debo también añadir, que este
tipo
de restricciones no son la causa de los problemas económicos de
Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones,
y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México
que en los Estados Unidos. Pero el embargo congela el presente
impasse, induce a la ira y al resentimiento, restringe la libertad de los
ciudadanos de los Estados Unidos y dificulta el que podamos
intercambiar ideas y mostrar respeto.
En segundo lugar, tengo la esperanza de que Cuba y los Estados
Unidos puedan resolver, con alguna creatividad, las disputas
relativas a derechos de propiedades antiguas, que han durado
cuarenta años. En muchos casos estamos debatiendo reclamos
sobre ingenios azucareros decrépitos, una empresa de teléfonos
que es una antigüedad y muchas otras pertenencias obsoletas. La
mayor parte de las compañías norteamericanas, ya han absorbido
sus pérdidas, pero hay otras compañías que todavía
quieren ser
compensadas, y muchos cubanos que huyeron de la Revolución
mantienen un apego sentimental por sus casas.
En 1979, cuando, como presidente, normalicé las relaciones con
China, resolvimos un problema similar. Yo propongo que nuestros
dos países establezcan una comisión de ciudadanos notables
para
examinar, en una forma positiva y constructiva, las preocupaciones
legítimas de todas las partes involucradas.
Tercero, algunos de aquellos que abandonaron esta hermosa isla
han demostrado claramente que la clave para alcanzar una
economía boyante es el uso de las capacidades empresariales
individuales. Pero hay unos cubanos en el sur de la Florida, que
siguen molestos en relación a su salida y a sus familias divididas.
Tenemos que definir un futuro que pueda servir como un puente de
reconciliación entre Cuba y los Estados Unidos.
¿Es posible establecer este tipo de relaciones normales?
Yo creo que sí. Con la excepción de la estancada relación
entre
Cuba y Estados Unidos, el mundo ha cambiado mucho,
especialmente en América Latina y el Caribe. Hace relativamente
poco tiempo, en el año 1977, cuando yo asumí la presidencia,
en
América del Sur había solamente dos democracias y en América
Central apenas una. En la actualidad, casi todos los países en las
Américas son democracias.
No uso la definición de "democracia" de los Estados Unidos. El
término se halla consagrado en la Declaración Universal de
los
Derechos Humanos, que Cuba firmó en 1948 y este ha sido definido
muy precisamente por los demás países de las Américas
en la Carta
Democrática Inter-Americana en el pasado mes de septiembre. Se
basa sobre premisas muy sencillas: todos los ciudadanos nacen con
el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio
destino, de hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y
grupos no gubernamentales, y de tener procesos legales abiertos y
justos.
Solamente esos gobiernos pueden ser miembros de la OEA, pueden
ingresar en el Área de Libre Comercio de las Américas o participar
en
las cumbres de las Américas. En la actualidad, cualquier régimen
que
tome el poder en forma inconstitucional estará sujeto al ostracismo.
Esto fue demostrado con el rechazo al golpe de estado suscitado en
Venezuela el mes pasado.
La democracia es un marco que permite a las personas acomodarse
a los tiempos cambiantes y corregir los errores del pasado. Desde
nuestra independencia, Estados Unidos se ha librado de la
esclavitud, ha otorgado el derecho de voto a la mujer, ha concluido
con casi un siglo de discriminación racial legal, y justamente en
este
año ha reformado sus leyes electorales, para corregir los problemas
que enfrentamos en la Florida hace dieciocho meses.
Cuba ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que
su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición.
Su
constitución reconoce la libertad de expresión y de asociación,
pero
otras leyes niegan estas libertades a aquellos que no están de
acuerdo con el gobierno.
En cuanto a los derechos humanos, tampoco podemos decir que mi
nación es perfecta. Un número de nuestros ciudadanos se halla
encarcelado en prisiones, y hay poca duda que la pena de muerte se
impone más duramente sobre aquellos que son pobres, negros o se
encuentran mentalmente enfermos. Durante más de un cuarto de
siglo, no hemos logrado garantizar para nuestro pueblo el derecho
básico al cuidado universal de la salud. Sin embargo, las garantías
de
las libertades civiles ofrecen a todo ciudadano la oportunidad de
cambiar estas leyes.
Este derecho fundamental también ha sido garantizado para los
cubanos. Es grato ver que los artículos 63 y 88 de su Constitución,
facultan a los ciudadanos para presentar una petición ante la
Asamblea Nacional para autorizar un referéndum que cambie las
leyes si 10 000 o más ciudadanos la firman. He sido informado que
tal esfuerzo, conocido bajo el nombre del Proyecto Varela, ha
logrado suficientes firmas y ha presentado una petición de esta
naturaleza ante la Asamblea Nacional. Cuando los cubanos ejerzan
este derecho para pacíficamente cambiar sus leyes mediante un
voto directo, el mundo verá cómo son los cubanos y no los
extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país.
Cuba tiene un extraordinario sistema de cuidado de la salud y de
educación universal, pero el mes pasado, la mayor parte de los
gobiernos de América Latina se unieron a la mayoría de la
Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para solicitar a Cuba
que cumpla con las normas universalmente aceptadas, referentes a
las libertades civiles. Quisiera pedir que ustedes permitan al Comité
Internacional de la Cruz Roja que visite las prisiones y que reciban al
Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para
que examine temas como el de los prisioneros de conciencia y el
trato a los reclusos. Estas visitas podrían ayudar a refutar una
serie
de críticas injustificadas.
Las encuestas de opinión pública indican que la mayoría
de las
personas en los Estados Unidos quisiera ver que el embargo
económico termine, que los viajes entre nuestros dos países
sean
normales, que exista amistad entre nuestros pueblos, y que Cuba
sea bienvenida dentro de la comunidad de democracias en las
Américas. Al mismo tiempo, la mayor parte de mis conciudadanos
considera que los asuntos relativos a la libertad económica y política
tienen que ser definidos por el pueblo de Cuba.
Después de 43 años de sentimientos llenos de animosidad,
esperamos que en el futuro cercano, ustedes puedan extender su
mano sobre esta gran división que separa a nuestros dos países
y
digan: "estamos listos para unirnos a la comunidad de
democracias", y espero que pronto, el pueblo de los Estados
Unidos, también pueda abrir sus brazos y decir: "les damos la
bienvenida como nuestros amigos".
Muchas gracias (Aplausos).
Juan Vela.—Le doy las gracias al Presidente Carter por su
intervención. Él ha tenido la amabilidad de ofrecer a la
comunidad
universitaria que está aquí presente, estudiantes, profesores
de la
Universidad de La Habana, como es habitual en las visitas de Jefes
de Estado, científicos, personalidades de los distintos sectores
de la
vida que visitan a la Universidad, poder tener un intercambio con él
sobre el tema que él ha tratado y, en fin, sobre otros temas que
deseen nuestros jóvenes estudiantes y nuestros profesores.
Así que el método que vamos a utilizar es de mano alzada.
Los que
deseen hacer alguna pregunta, por favor, levantan su mano.
Les ruego a los estudiantes y a los profesores que se identifiquen:
nombres y qué carreras estudian.
Miguel Fraga (Estudiante de cuarto año
de la Licenciatura en Derecho)
Buenas tardes.
Señor Presidente Carter, ante todo, gracias por esta oportunidad.
Lo he escuchado muy atentamente y he tratado de tomar algunas
notas de lo que usted decía.
Al calor de sus palabras, quisiera que me permitiera hacer primero
una pequeña reflexión.
Vivimos en el siglo XXI y sufrimos las consecuencias de un orden
mundial injusto. La pobreza, el hambre y las enfermedades marcan
la vida de millones de seres humanos; a esos seres humanos se les
habla de libertad, de derechos humanos, de democracia.
Por solo citar un dato, 10 millones de niños mueren anualmente por
la pobreza en todo el mundo, según la Cumbre para la Infancia de
las Naciones Unidas, recientemente celebrada en su país.
Señor Presidente, tenemos diferencias en nuestros criterios, como
usted bien ha afirmado; pero, con todo respeto, ¿es acaso
democracia no poder garantizar los derechos elementales a la vida,
a la educación, a la salud? ¿Se puede hablar de una América
democrática, cuando realmente en estos países se sufre por
esos
males?
Señor Presidente, para nosotros la democracia es el poder real del
pueblo, es garantizar esos derechos y no ponerlos en un papel.
Señor Presidente, quisiera, con todo el respeto, que usted me
ofreciera su opinión sobre si es posible hablar de democracia sin
hablar de justicia social, sin hablar de oportunidad para todos
iguales.
Muchas gracias.
James Carter.—Bien, trataré de expresarme con la mayor claridad
posible con respecto a los compromisos comunes que tenemos en
nuestros países, así como manifestar lo más claro
posible las
diferencias existentes entre ambos sistemas de gobierno.
Mi esposa y yo lo expresamos con la mayor claridad posible con la
labor que llevamos a cabo en nuestra vida cuando tratamos el tema
de los derechos humanos en su totalidad: paz, democracia, libertad,
derechos humanos y el alivio del sufrimiento humano.
En mi país, y como yo lo he visto en casi todas las otras naciones
en este hemisferio y en el mundo, los gobiernos se comprometen a
los derechos humanos.
Yo he tenido la oportunidad de poder visitar con el Presidente Castro
y otros en los últimos días y hemos visto tremendas
demostraciones de que los derechos humanos son garantizados a
Cuba para su pueblo: el derecho al cuidado de la salud, el derecho a
la educación, y, como se mencionó anteriormente, estos son
logros
realmente increíbles y formidables. Y ustedes tienen normas que
son
mejores que muchos de los países en el mundo, objetivos que han
sido logrados bajo circunstancias muy difíciles.
Pero lo que yo estoy tratando de establecer aquí son otros
elementos de democracia y de libertad, y el Presidente Castro y yo
tenemos diferencias en este sentido.
Leí yo de la Declaración Universal, de la definición
de democracia de
las naciones en este hemisferio: el derecho de todos los seres
humanos de poder elegir libremente a sus propios líderes, el derecho
de cada ser humano de hablar libremente sin interferencia o castigo
por parte del gobierno, si es que estas voces expresan diferencias o
críticas del gobierno; el derecho a organizar partidos de la oposición
y que puedan confrontar al gobierno de turno y permitir que el
pueblo pueda decidir cuál prefiere; el derecho de las personas a
poder establecer grupos, que se refieren, por ejemplo, a sindicatos,
o a estudiantes; el derecho de establecer grupos que no son
aprobados por el gobierno, por ejemplo, el derecho de la Iglesia
Católica de tener sus escuelas y colegios como los tuvieron hasta
1961.
Son estos tipos de derechos que no existen en Cuba, a pesar de
que, al haber leído la Constitución, están garantizados.
Hay el
derecho a la asociación, a la libertad de expresión; mientras
que en
las asambleas, la gente que habla no difieren públicamente o
agresivamente contra el gobierno. Entonces, esta es la diferencia y
estoy repitiendo lo que he dicho en una presentación muy
cuidadosamente estructurada.
Pienso que llegará un momento en el cual se introducirán
los
cambios en ambos lados de los gobiernos, cuando la gente de Cuba
y el pueblo de Estados Unidos se entrelacen sus manos, como
ustedes me han dado la bienvenida aquí, y establezcamos las
fundaciones, los cimientos para este acomodo.
He dicho en mi discurso que la mayor parte de la gente en Estados
Unidos, incluyendo una gran mayoría de la gente en el Congreso
norteamericano, preferiría ver que existe libertad de visitas, de
viajes por parte de norteamericanos a Cuba. La mayor parte del
pueblo norteamericano y también en el Congreso preferiría
que
finalice este embargo.
Hay diferencias, sin embargo, en mi propio país entre la gente que
expresan estos puntos de vista y el gobierno que actualmente tiene
el poder, y el gobierno ha establecido otras premisas: que mientras
no se establezcan ciertos cambios en Cuba no vamos a levantar el
embargo.
Como ustedes pueden saber de la historia, cuando yo fui Presidente,
en seis semanas de asumir retiré todas las restricciones de viaje,
y
el Presidente Castro y yo trabajamos juntos para tratar de
establecer relaciones diplomáticas normales entre nuestros dos
países, y logramos algún progreso: establecimos las Secciones
de
Interés. Tal vez, si hubiera seguido yo como Presidente, habría
tenido más éxito; pero la gente no quería que yo gobernara
otros
cuatro años y vino otro Presidente. Pero no creo que habrá
otro
Presidente... Y espero que podamos tener otro Presidente que
encuentre las mejores maneras para poder hacer realidad estas
visiones y estos sueños.
Y gracias por su pregunta.
Daniel García (Estudiante de quinto año de la Facultad de
Química de la UH)
Buenas tardes.
Señor Presidente, yo le quiero formular dos preguntas muy
relacionadas con su discurso y con los temas que usted ha tratado
aquí en nuestra Universidad.
Primeramente, quisiera agradecerle los esfuerzos que usted y su
Centro hacen en aras de normalizar las relaciones entre nuestros
pueblos, y enmarcado dentro de ese esfuerzo, yo quisiera
preguntarle qué opina usted realmente acerca de que su país
imponga, entre las condiciones para normalizar las relaciones con el
nuestro, la de un cambio de nuestro gobierno hacia una democracia
como la latinoamericana, que es la democracia que nos están
poniendo como ejemplo y que nos están enseñando; una
democracia que en los últimos 30 ó 40 años ha llevado
a la pobreza
a millones de seres humanos, ha matado de enfermedades, por no
poder curárselas, a decenas de millones de niños y que ha
desfalcado las economías de esos países. Esos países
latinoamericanos que votaron en contra, o que no nos apoyaron en
la Comisión de Derechos Humanos, no nos pueden enseñar nada
mejor de lo que nosotros tenemos.
Entonces, mi pregunta, en realidad es, si usted considera que es
justo que la condición para la normalización de las relaciones
entre
Cuba y Estados Unidos, sea que ocurra un cambio hacia una
democracia como esa, la latinoamericana, en nuestro país.
Y la segunda pregunta es si usted considera que el gobierno de
Estados Unidos ha realizado o tenido intenciones de normalizar las
relaciones con nuestro país, pues es conocida la hostilidad e
intensificación del bloqueo en los últimos 30 años.
¿Usted piensa que realmente una administración norteamericana
permitiría que estas ideas se lleven a cabo, a través de
sus
esfuerzos?
James Carter.—No tengo ninguna manera de anticiparte lo que
puede suceder en Cuba. Esta es una decisión que le compete al
pueblo cubano, en lo que se refiere a la democracia, la definición
de
lo que es la libertad de asociación y la libertad de expresión;
pero he
sido alentado por el Proyecto Varela, que representa una
oportunidad —lo entiendo como un extranjero—, que está
garantizado al pueblo cubano por su propia Constitución, que dice
en los dos artículos que mencioné —creo que el 63 y 88—,
que si
10 000 ciudadanos de Cuba firman una solicitud, una petición ante
la Asamblea Nacional para introducir cambios en la ley, la Asamblea
Nacional debe considerar esto, o por lo menos que va a ser
discutido, debatido y al final su gobierno decidirá si esto debe
ser
presentado como un referendo al pueblo cubano, con libre voto
para decidir sobre estos cambios, si son aprobados o no.
Considero que esta es una demostración maravillosa del
compromiso del Presidente Castro y otros que han determinado
esta Constitución para su país.
En lo que se refiere a Estados Unidos, nosotros tenemos
funcionarios que son elegidos directamente por el voto del
electorado y nosotros, los presidentes, nos sometemos a este tipo
de preguntas. Nuestra Constitución no limita a ningún presidente
que sirva más de dos años, dos servicios, dos períodos
consecutivos. Yo estuve cuatro años y debido a diversas
circunstancias, las personas secuestradas que fueron asesinadas en
Irán y problemas económicos, el pueblo americano no me otorgó
el
segundo período de mandato. Y pienso que debemos comprender
en este momento que Florida es un estado muy importante para
decidir no solamente quién va a ser el gobernador de Florida, que
es
el actual hermano del Presidente, sino también cómo puede
ejercer
una influencia para determinar los resultados de una futura elección
presidencial.
Y en el estado de Florida la comunidad cubano-norteamericana,
muy ampliamente se opone a ningún tipo de normalización de
relaciones con Cuba y constituyen un factor sumamente
importante.
También hay personas que no están convencidas por este grupo
político, que sinceramente creen que las relaciones normales entre
nuestros países puedan establecerse únicamente cuando Cuba
establezca una definición de democracia como la que ha sido
adoptada por otros países en el hemisferio. Esto no lo podemos
forzar sobre Cuba, porque Cuba decidió, y yo presumo que el
pueblo lo aprueba, no sé, que el gobierno de este país va
a ser
diferente.
Como les he mencionado anteriormente, he visto un progreso
enorme. Mencioné educación, el campo de la salud, que realmente
ha despertado mi intensa admiración, no solamente porque ayer
tarde, por ejemplo, el Presidente Castro y yo estuvimos ante un
rally con 6 000 estudiantes que están estudiando medicina, con 24
países representados, incluyendo mi país, sino que Cuba,
en su
experiencia, que ha sido un país muy pobre, tiene más de
2 700
médicos capacitados sirviendo en otros países. No hay ningún
otro
país en el mundo que pueda enorgullecerse de este grado de
generosidad y de preocupación.
Entonces nuestros dos países tienen gobiernos diferentes y la gente
comparte ideales comunes: de la paz, de buena salud, de buena
educación y el aliviar el sufrimiento de la gente. Pero hay una
diferencia entre ambos países y los gobiernos y esta es la causa
de
este impasse —que es la palabra que usé en mi discurso— que nos
ha evitado poder alcanzar progreso. Espero que vamos a ver
cambios, tal vez en ambos países.
Seguimos un paso tras otro paso para lograr progreso: Estados
Unidos hace algo, Cuba responde de una forma positiva; dicen algo
más, Cuba sigue respondiendo de una forma positiva, y de esta
manera los países pueden normalizar sus relaciones.
Muchas gracias.
José L. Toledo (Decano Facultad de Derecho UH)
Es un tributo a la justeza oír de usted reconocer parte de la obra
de
nuestra Revolución, edificada durante estos largos y duros años
de
trabajo por nuestro pueblo y que se ha tratado de ocultar,
tergiversar y desconocer por quienes durante más de 40 años
han
trabajado para destruirla. Un reflejo de ello es el desconocimiento
que existe de la organización institucional del Estado cubano y
de su
funcionamiento.
No pocas veces hemos escuchado que en Cuba no hay elecciones
libres, y cada cinco años este país celebra elecciones muy
libres,
porque ningún ciudadano es indicado por ningún partido hacia
quién
votar, porque a ningún ciudadano le es limitado su derecho para
ejercer ese voto, porque nuestro Presidente tiene que ser electo
diputado cada cinco años y después, en elecciones de segundo
grado, volver a ser electo para llegar a ser Presidente de este país,
y
muchas cosas más que no pretendería cansar con ellas en una
lección que no es mi propósito.
Creo también que es oportuno, ya que usted ha hablado de nuestra
Constitución, aclarar que no es lo mismo iniciativa legislativa
que
reforma constitucional. La iniciativa legislativa, derecho consagrado
en una Constitución aprobada por cerca del 98% del ejercicio libre
del voto de nuestros ciudadanos, se ejerce dentro del estricto
respeto a la Constitución y a las leyes. No se puede pretender
ampararse en la iniciativa legislativa para subvertir el orden legal de
la nación. Y otra cosa es la reforma constitucional, que también
nuestra Constitución prevé y que muy pocas constituciones
prevén
este derecho de sus ciudadanos.
Esta Aula Magna en que nos encontramos, epicentro de la vida
universitaria y recinto de muchas de nuestras luchas históricas,
custodia, entre sus más valiosos atributos, los restos del presbítero
Félix Varela, uno de los patricios que ayudó a fundar con
su
pensamiento a la nación cubana y que nos legó los altos valores
que
para el pueblo cubano tiene su independencia, soberanía y libertad;
y entre su legado más valioso para los cubanos, está el que
solo los
cubanos, con total autonomía y originalidad, decidamos nuestros
asuntos, lo que constatamos cuando proclamó que Cuba debía
ser
tan isla en lo político como en lo geográfico. Por eso considero
cuánta afrenta hay a este noble intelectual cubano, cuando su
nombre se emplea para denominar un proyecto cuyos orígenes,
conocemos, se encuentran en quienes, desde Estados Unidos,
pretenden destruir esa obra del pueblo revolucionario a que nos
hemos referido; perfilado a socavar el régimen legal y constitucional
que, en ejercicio de su cabal soberanía, se ha erigido el pueblo
cubano.
Algo que se presenta inconcebible es ampararse en el orden legal de
un Estado para subvertir los principios básicos del país.
Con todo respeto, y pidiéndole me disculpe el comentario que he
realizado, quizás por lo extenso del mismo, y, conociendo la
honestidad y alto sentido de la ética que lo caracteriza y su
proverbial experiencia como político, le pregunto:
¿Ofrece la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica
la
posibilidad para que un ínfimo grupo de sus ciudadanos, alentados
por una potencia extranjera, cambie los principios fundacionales de
la nación norteamericana? Muchas gracias (Aplausos).
James Carter.—Era un tanto difícil para mí poder detectar
una
pregunta en su declaración, pero he estado involucrado en los
asuntos públicos durante muchos años y una de las reglas
que yo
establezco con la política en Estados Unidos es no debatir la ley,
como un granjero de cacahuetes, con los abogados, y más aún
con
un decano de la Escuela de Derecho en asuntos que conciernen a su
país y no al mío.
Pero permítame decirle dos cosas, como respuesta: Una es que no
existe evidencia y, sinceramente, no creo que el llamado Proyecto
Varela ha sido originado o financiado desde Estados Unidos; mi
opinión es que hay un grupo pequeño, no sé de cuántas
personas,
pero un grupo de cubanos.
Pero otra cosa que quiero decir es que no, ningún grupo pequeño
de
personas de mi país puede subvertir o cambiar los principios
fundamentales de la Constitución de Estados Unidos. Hay una sola
manera en la cual una Constitución de allá puede ser cambiada
y es
sumamente difícil; ha sido cambiada menos de 24 veces en más
de
200 años de existencia, y esto es por las dos terceras partes del
voto en la Casa de Representantes y dos tercios en el Senado, y,
luego, tres cuartas partes de los 50 estados también tienen que
votar en la misma forma. Entonces no hay manera de cambiar los
derechos constitucionales básicos.
Sin embargo, un pequeño grupo, aun puede ser un solo individuo,
tiene el mismo derecho a ejercitar su opinión, no solo en forma
vocal, expresada oralmente, sino también dentro de las elecciones
regulares que nosotros tenemos, y esto magnifica enormemente,
amplifica el estado de un ciudadano particular en mi país.
Cuando salí de la Casa Blanca y voluntariamente me dediqué
a la
jubilación después de las elecciones en 1980, anuncié
que yo salía
de la presidencia y asumiría la única posición superior,
y esta era la
posición de un ciudadano privado. Entonces estamos discutiendo
ciertas diferencias fundamentales entre los gobiernos de nuestros
dos países.
Pero, como yo expresé anteriormente, mi deseo es que en el futuro
cercano podamos establecer una mejor comprensión y
entendimiento por parte de los ciudadanos norteamericanos de los
derechos relativos a Cuba y en forma viceversa. Esta es la razón
fundamental por la cual he venido yo ante la generosa invitación
de
su Presidente, para conocer su nación, para expresar mi admiración,
mi amistad hacia el pueblo de Cuba y hacer lo que yo pueda en esta
visita y cuando retorne, para tratar de liberar estos obstáculos
de
libres visitas, de viajes, oportunidad de comercio, la liberación
del
embargo y completar estas relaciones, normalizarlas. Ese es mi
objetivo al venir acá.
Hassán Pérez (Recién graduado de Historia y dirigente
estudiantil)
Señor Presidente Carter, he escuchado con mucha atención
su
conferencia, y aunque inicialmente no tenía pensado intervenir,
lo
consideraba innecesario, sus reflexiones me han motivado a
compartir con usted algunas ideas, sobre la base de rápidos apuntes
que, con una caligrafía casi ininteligible, he venido realizando.
En primer lugar, quería señalar algo sobre lo que me parece
debemos meditar con profundidad. Suele hablarse de las conquistas
de nuestra Revolución en términos sociales y, en muchos casos,
creo que es resultado del desconocimiento circunscribir nuestro
proceso exclusivamente a los logros en materia de salud, de
educación, de deportes.
Lo que acontece en Cuba desde 1959 va más allá de campeones
olímpicos, de graduados universitarios, de médicos por el
mundo;
es mucho más profundo, tiene que ver con nuestras raíces,
con
nuestra identidad y con conceptos que son sagrados para los
cubanos, y, especialmente, para las nuevas generaciones, para los
que no participamos en la Sierra, como nuestro Comandante en
Jefe, como el Presidente Fidel Castro, para los que no vinimos en un
yate a luchar contra una tiranía que masacraba a los estudiantes
muy cerca de aquí, que violaba de manera flagrante los más
elementales derechos de los estudiantes.
Creo que se trata de una idea medular y usted como estadista,
como figura de relieve internacional, seguro coincidirá conmigo
en
esto. Pero no solo deben asociarse los avances a las esferas
sociales, porque para nosotros nuestras conquistas abarcan desde
la agricultura hasta la investigación espacial.
Quiero contarle una anécdota. El primer cosmonauta cubano era
limpiabotas antes del triunfo de la Revolución y de limpiabotas,
un
hombre negro, humilde, en la región Este del país, pudo ir
al
cosmos, en una Revolución que hizo posible que estudiara y que se
graduara. Y así en el resto de los temas, no quisiera extenderme
en
ese sentido.
Me voy a referir a algunos planteamientos que usted formuló.
Usted se preguntaba, si es posible, que vivamos en paz nuestras
naciones. Claro que es posible y creo que es necesario. Todos
necesitamos que se viva en un clima de respeto, en un clima de
fraternidad a nivel internacional; pero para que vivamos en paz no
se puede bloquear a un país; para que vivamos en paz no se
pueden financiar grupos terroristas —que son prohijados y
amamantados por círculos y sectores en el poder—, que se dedican
a actividades que atentan contra la vida y contra los derechos de
nuestros niños, de nuestros jóvenes, de nuestros ancianos.
El bloqueo está reconocido como un acto de genocidio, y no lo
reconoció el Parlamento cubano solamente; se planteó en Viena,
en
Ginebra, en las postrimerías de la década del 40.
Incluso, en tiempo de guerra, privar a un país de alimentos y
medicamentos es un acto criminal, y para vivir en paz tiene que
haber relaciones normales.
Usted decía: "Tiene que dar el gobierno norteamericano el primer
paso, porque se trata de una nación poderosa".
Yo no lo veo desde esa óptica, señor Presidente, con mucho
respeto. No creo que el primer paso lo tenga que dar Estados
Unidos, porque sea una nación poderosa.
Creo que el primer paso lo tiene que dar el gobierno
norteamericano, porque Cuba no ha bloqueado al pueblo
norteamericano, ni Cuba ha matado nunca un estudiante, ni ha
financiado a alguien para que ponga bombas ni en Manhattan, ni en
Washington, ni en Pennsylvania, ni en ningún otro lugar; Cuba nunca
ha lanzado una guerra bacteriológica sobre las universidades; ni
ha
diseñado ninguna política con esas características,
pero sí ha tenido
que sufrir las operaciones de sectores mafiosos —que están
financiados y que poseen vínculos estrechos que los atan por un
cordón umbilical a esos círculos de poder— que han cometido
actos
terroristas, que constituyen crímenes de lesa humanidad.
Por eso creo que el primer paso debe estar asociado a entender esa
realidad.
Las propiedades que nuestro pueblo nacionalizó fueron debidamente
indemnizadas. Yo no soy un estudiante de Derecho, pero desde la
primaria sé que con el resto de los gobiernos esto fue un proceso
normal y no lo fue con los ciudadanos que marcharon a Estados
Unidos, porque no han querido que eso ocurra así.
Igualmente usted mencionaba que en oportunidades los gobiernos
se han estancado.
Y con mucho más respeto —le ruego me disculpe porque suelo
hablar con gran rapidez, aunque usted habla un perfecto español—,
quisiera decirle que no es que nos hayamos estancado. Creo que
esa frase, en materia universitaria, en materia académica, debe
tener una precisión más exacta.
Se han estancado muchos gobiernos norteamericanos que no han
aceptado que Cuba cambió. La Cuba del 2001 no es la Cuba de
1958, no es la Cuba que usted conoció cuando visitó por primera
vez a nuestro país hace 47 años. La Cuba de hoy se transformó
en
la educación, en la ciencia, en el deporte, en la sociedad, en una
Cuba con valores supremos, en cuanto a la identidad, a la cultura, a
la soberanía, a su capacidad de decidir. La Cuba de 1955 no decidía,
señor Presidente Carter; la Cuba de 1955 no era una Cuba de
república, era una Cuba de pseudorrepública —ahora sí
le hablo
como estudiante de historia.
Usted planteaba de las elecciones y la libertad. Todo esto es muy
rápido, antes de hacerle una pregunta, y pensábamos: ¿Se
puede
hablar de elecciones libres y se puede hablar de democracia en
sociedades donde más del 50% de la población no va a votar
y
prefiere quedarse en su casa viendo la televisión el día
de las
elecciones, o ir a la playa? La inmensa mayoría de los presidentes
de
este mundo son electos con el 32%, el 36%, el 40% de los votos.
Nosotros creemos que tenemos las elecciones más libres del
mundo, y, aunque no sean perfectas, para nosotros son
profundamente democráticas.
A nuestro Comandante, como a todos los parlamentarios, hay que
elegirlo por un municipio. Yo soy diputado a la Asamblea Nacional y
mi padre es obrero, mi mamá es ama de casa. No hubo que pagar
absolutamente ningún centavo para que ocupáramos
responsabilidades.
Usted hablaba acerca de la libertad de asociación. Nosotros nos
reunimos, tenemos todas las garantías creadas para reunirnos, para
plantear nuestras opiniones.
No quiero que se sienta aludido. Mis normas éticas y las de mis
compañeros no me permitirían que abordara directamente con
usted este tema, pero quisiera hacer una reflexión de carácter
general.
¿Cuánto tiene que pagar un presidente para serlo en Estados
Unidos
o en cualquier nación desarrollada? ¿Cuánto tiene
que pagar un
senador para llegar a ocupar esa banca?
Cuando veía a la joven estadounidense, me preguntaba: ¿Podrá
llegar al Senado norteamericano? ¿Dispone de 100 millones de
dólares? ¿Dispone de 150? ¿Dispone de 200?
Ha habido ejemplos recientes, donde, incluso, multimillonarios
—como se expresó— no han podido llegar a la Casa Blanca, no han
podido ocupar la responsabilidad en ese país.
Cuando se habló del Proyecto Varela, sentí una profunda
indignación. Creo que se trata de una infamia y hablo con mucho
respeto, no quisiera lacerar su sensibilidad, pero tengo que hablar
con franqueza también como un joven cubano. Creo que se
manipula nuestra historia. Las cenizas de nuestro padre fundador en
cuanto al pensamiento, del presbítero Félix Varela, yacen
en esta
Universidad de La Habana y se trata de una infamia, de una afrenta,
se trata de una calumnia.
Para nosotros, esas 10 000 firmas —no sé cuántas son, si
son 10
000 ó 9 550, no sé quién las habrá contado—
son la expresión de
personas que nadan en una piscina sin agua, sin oxígeno, que están
atadas a una mafia que quiso que un niño cubano permaneciera
secuestrado de manera ilegal en Estados Unidos.
Eso no es solo en teoría, señor Presidente, usted debe comprender
que estamos en un acto universitario; pero para nosotros también
hay 3 479 hermanos que perdieron la vida como resultado de esas
prácticas terroristas y 2 099 a los que hoy les falta una mano,
les
falta una pierna, o tienen alguna incapacidad, como consecuencia de
las acciones de esos grupúsculos, que financian a los que hoy están
identificados con esos proyectos.
Nuestras elecciones son genuinamente libres, quienquiera ir a
plantear algo que vaya a nuestras asambleas de circunscripción y
que levante la mano y que lo exprese delante de la comunidad, del
barrio, donde no hay ningún partido político, como señaló
el
profesor Toledo.
Cuando usted se refiere a los gobiernos latinoamericanos, creo que
no hay moral en ninguno de esos gobiernos para hablar en materia
de derechos humanos. Argentina y otros ejemplos recientes son la
demostración palpable.
Diría que para nosotros también la libertad, la calidad de
vida es que
por el partido de béisbol que vamos a ver ahora —y el juego no va
a empezar seguro hasta que usted llegue, como muestra de
elemental cortesía—, tendríamos que pagar, para presenciarlo,
cuatrocientas veces menos que lo que se paga para ver un juego de
las Grandes Ligas. Y eso está al alcance de todos.
Es un ejemplo que recordé, antes de decirle que la libertad para
nosotros es también que, cuando se acabe esta reunión, no
va a
haber nunca una ejecución extrajudicial, no va a haber escuadrones
de la muerte, porque nunca ha ocurrido en 40 años; a ningún
estudiante le van a ofrecer drogas afuera de este recinto, a ningún
niño lo van a secuestrar para robarle un órgano, y son cosas
que
nosotros decimos con pasión, las nuevas generaciones, pero con el
fervor de nuestras convicciones.
No le estoy hablando aquí con fanatismo. Creemos que la cultura
es
universal. Admiramos a la patria de Lincoln, a la patria de Walt
Whitman, de Wendell Phillips, de Linus Pauling y de tantos otros
aportes que ha hecho la nación norteamericana a la historia del
pensamiento, de las doctrinas políticas, filosóficas, también
en la
ciencia, en el arte; pero, con todo respeto, quería expresarle estas
consideraciones y decirle a usted que las generaciones que están
aquí son generaciones que están abiertas a un cambio, pero
a un
cambio para una mayor independencia en nuestro país, para una
mayor libertad, para una mayor cultura, para una mayor plenitud
como seres humanos.
Nosotros todavía tenemos muchas preguntas que nos formulamos
sobre lo que ocurre en el Bronx, sobre lo que ocurre en Queens,
sobre lo que ocurre en Boston, sobre lo que ocurre en cualquier
ciudad.
Concluyo formulándole la interrogante y también rogándole
me
dispense —no todos los días uno puede hablar con un presidente
estadounidense.
Se conoce la situación de los centros penitenciarios en Estados
Unidos, la mayor población penal del mundo, más de 2 millones
de
reclusos sujetos a laceraciones, a violencias desde el punto de vista
sexual, a discriminación, como usted bien dijo, incluso, que no
es
reflejo de la composición social de ese país.
Nosotros tenemos cinco hermanos, cinco jóvenes portadores de
sólidos principios, de una gran cultura, que estaban en Estados
Unidos para salvar al pueblo cubano, al pueblo norteamericano y a
la humanidad de la muerte y del terrorismo, que permanecen de
manera injusta, sufriendo altísimas condenas en cárceles
norteamericanas, incluyendo la cadena perpetua.
Estados Unidos nunca ha aceptado que tiene presos políticos y, para
nosotros, Gerardo, René, Fernando, Antonio y Ramón son presos
políticos, como lo es también Mumia Abu Jamal, como lo era
Shaka
Sankofa y otros que han recibido la pena capital, incluso como usted
mismo dijo, niños y personas que tenían problemas mentales.
Yo quisiera preguntarle a usted: ¿Podemos tener las más jóvenes
generaciones la esperanza de que el gobierno norteamericano —que
muchas veces cuando alguien comete algún crimen común en
nuestro país, se interesan por ellos y piden visitarlos, y de eso
estamos al tanto en nuestras aulas—, haga un acto de justicia,
rectifique y ponga en libertad a esos cinco compatriotas que no
pusieron nunca en peligro la seguridad nacional norteamericana, que
no hacían labor de inteligencia para los servicios secretos de nadie,
sino que salvaban a ese pueblo de la muerte? Quiero hacerle esa
pregunta y decirle nuevamente que disfrute su estancia en nuestro
país, que ha sido un gran honor para nosotros los estudiantes
desarrollar este intercambio, y rogarle me dispense por el
comentario excesivamente largo sujeto a la traducción, a cuyos
compañeros encargados de esos servicios también pido me
disculpen.
Muchas gracias (Aplausos).
James Carter.—Bueno, veo que ustedes prefieren ese tema de
gobierno aquí y se expresan realmente de una forma total y
completa, y espero que el juego de pelota comience a tiempo, ya
llegaremos allá con el presidente Castro, pero esperamos que en
los
próximos días aprendamos más de su país.
Para responder a su pregunta específica que creo que la entendí,
en
mi país existen tres sistemas diferentes de gobierno: el uno es
la
rama legislativa, la otra es la ejecutiva, el Presidente en la Casa
Blanca, y la tercera es la rama judicial. La decisión final se toma
por
parte de la rama judicial y cuando existe algún tipo de juicio
inapropiado o que hay un castigo dudoso y que se encuentra que
personas inocentes han sido ajusticiadas por un crimen, tienen el
derecho de poder apelar esa decisión a una corte superior y en
última instancia a la Corte Suprema de Estados Unidos. Y creo que
es correcto decir que el público general del mundo está de
acuerdo
en que nuestro sistema judicial es independiente de cualquier presión
que pueda ser ejercida por parte del legislativo o del ejecutivo.
De tal manera, no conozco los detalles de los casos que usted ha
descrito, pero sí le puedo asegurar que tienen la posibilidad de
obtener una representación legal adecuada; si creen que alguna ley
de Estados Unidos injustamente los ha retenido, detenido o que han
sido sometidos a juicio y que hay fallo en contra de ellos, pueden
ellos acudir a la Corte Suprema.
En el futuro, yo o cualquiera de mi familia, de mis hijos o de mis
nietos podemos tener respuesta a esto, y usted muy
elocuentemente ha determinado la diferencia, no solamente la
admiración de su propio sistema, sino también críticas
a mi
gobierno.
En mi presentación traté de indicar que yo, como ciudadano
privado, como alguien que ocupó la presidencia, estoy muy
preocupado de algunas de las cosas que todavía existen en mi país,
relativas al gran número de personas que están en las cárceles,
de
la aplicación de la ley de la pena de muerte, la falta de educación,
de
salud, los problemas que tuvimos con las elecciones del año 2000
en la Florida; pero el punto es que nuestra gente tiene el derecho e
individual y colectivamente pueden expresar su propia
determinación, su libre albedrío sin riesgo de ser castigados
por
criticar al gobierno; organizar a otras personas para que se junten
con ellos para lograr un cambio y ejecutar ese cambio de una
forma, de un proceso de voto libre sobre los días de elecciones
que
se establecen, que se establecen por lo menos cada dos años a
nivel federal.
No sé qué es lo que va a suceder con el Proyecto Varela,
que usted
dijo que era una ignominia y que realmente insulta el nombre del
recuerdo del sacerdote, pero creo que sería interesante que sus
oficiales y funcionarios pudieran publicar la totalidad de este
documento en el periódico Granma. Publiquen las personas que han
presentado su firma para ello, permitan que exista un abierto debate
en Cuba. Me encantaría ver, por ejemplo, que haya la posibilidad
de
un referendo de que si la gente de Cuba está de acuerdo con estos
10 000 ciudadanos o están en desacuerdo; podría ser que la
mayor
parte de los cubanos estén en desacuerdo, y creo que el mundo
vería esto con gran admiración.
Y como lo dije en los últimos dos párrafos, esta sería
una vívida
demostración de que las bases de su Constitución garantizan
el
derecho de libre expresión, de libre derecho de asociación,
de libre
derecho de que un número de ciudadanos presenten una petición
ante su Asamblea Nacional y que se someta esto a un voto ante la
Asamblea Nacional y por el pueblo en general. Esta sería una
verdadera demostración, no mi definición de democracia; pero
creo
que, en mi opinión, esto honraría los elementos consagrados
de su
propia Constitución.
Esta es una oportunidad para poder yo expresarme, como usted ha
tenido la libertad de hacerlo.
Realmente, permítanme decirles que estoy sumamente agradecido
al señor Presidente Castro por haberme invitado a que venga acá.
Cuando a él se le averiguó por parte de los medios noticiosos
sobre
si es que podría yo hablar con libertad aquí, en su respuesta
dijo: "El
señor Carter puede venir a mi país, puede estar en desacuerdo,
puede reunirse con quienquiera, expresar lo que quiera, criticar mi
régimen", incluso ofreció reunir un millón de personas
en una plaza
para esto, pero yo más bien le pedí que tuviéramos
esta
presentación aquí y que sea trasmitido por televisión
y radio y él
estuvo de acuerdo con ello.
Esta es una real y vívida demostración para mí de
que yo he sido
tremendamente honrado y estoy sumamente agradecido, y
continuaré con mis esfuerzos para lograr las relaciones entre
nuestros pueblos y la amistad y que progresemos juntos, no
solamente para beneficio nuestro, sino para todo el mundo que no
puede compartir las bendiciones que ustedes me han hecho a mí.
Gracias (Aplausos).
Juan Vela.—Muchas gracias al presidente Carter. En nombre de la
comunidad universitaria, le quiero entregar la Medalla de la
Universidad de La Habana, para que se la lleve como recuerdo a su
país, y un libro que se llama Honoris Causa donde están,
desde
1926 a 1996, todos los doctores Honoris Causa de la Universidad
de La Habana, que por cierto hay varios doctores Honoris Causa de
la Universidad de La Habana de origen norteamericano (Aplausos).
Le doy las gracias a él por su presencia aquí, le doy las
gracias al
compañero Fidel por haber presidido esta actividad y a todos los
estudiantes y todos los profesores les agradezco que hayan estado
aquí.
Muchas gracias (Aplausos).