Victoria contra la anexión
Rafael Hernandez Colon
A un siglo el Tratado de París, el pueblo de Puerto Rico
fue a las urnas
para enfrentarse a una maniobra de su actual gobierno con el
propósito
de anexionarlo a Estados Unidos.
Se trataba de la culminación de un esfuerzo iniciado durante
el año de
1997 por el gobierno de la isla para obtener del Congreso de
Estados
Unidos una legislación conducente a la anexión.
Esta legislación disponía
la celebración de un plebiscito en Puerto Rico utilizando
definiciones de
la relación actual y de la anexión. Los términos
denigrantes conque se
definía la actual condición política aseguraban
el triunfo de la anexión.
Al fracasar en el Congreso, debido a la oposición que montó
el
autonomismo puertorriqueño, optaron por legislar localmente
un
plebiscito similar pero con una definición todavía
más denigrante de la
relación actual que la que contenía la legislación
federal y una más
atractiva para la anexión. El pueblo se vio ante una papeleta
engañosa en
la cual la única salida era votar por la columna de ``ninguna
de las
anteriores''. Esta columna se tuvo que poner en la papeleta por
la
Legislatura para cumplir los requisitos que impone la constitución
de
Puerto Rico para este tipo de votación. En este plebiscito
esa columna
equivalía a un rechazo a la anexión.
Triunfó por mayoría absoluta la voluntad antianexionista
en la más difícil
de las campañas, pues se tenía que votar en negativo
por la opción que
se rechaza y no se podía votar en positivo por la opción
que prefiere el
autonomismo porque ésta, tal y como la define nuestra
constitución, no
aparecía en la papeleta. Pero la papeleta no sólo
excluyó la fórmula
autonomista como la conciben sus defensores, sino que también
deliberadamente ocultaba al pueblo ciertos aspectos de la anexión
que
habían sido anticipados en el proyecto que se manejó
en el Congreso.
El primero de éstos era que el voto por la anexión
no era un voto para
que el Congreso convirtiera de entrada a Puerto Rico en un estado
de la
Unión. Ya la legislación que se llegó a
aprobar por la Cámara de
Representantes en Washington --pero no en el Senado-- anticipaba
que,
antes de ser admitido a la Unión, Puerto Rico tenía
que atravesar una
etapa en la condición de territorio incorporado Esta condición
política es
muy distinta a la que tenían los hoy estados de Hawai
y Alaska antes de
ser admitidos a la Unión. Los tratados de adquisición
de esos territorios
fijaron la incorporación de los mismos como parte de los
Estados Unidos
de América, destinados a ser estados de la Unión
algún día. A Hawai le
costó sesenta y un años convertirse en tal y a
Alaska, noventa.
También la papeleta ocultaba al pueblo que durante el periodo
indefinido
que iba a estar bajo esa condición de territorio incorporado,
se
emprendería un programa avasallante en las escuelas públicas
para
obligar a los niños puertorriqueños a utilizar
el inglés como si fueran
norteamericanos.
Este requisito había sido objeto de un gran debate en la
Cámara de
Representantes en Washington y se consignó expresamente
en la
legislación que ésta aprobó, pero la legislatura
de Puerto Rico,
consciente del efecto negativo que esto tendría, no lo
incluyó en la
papeleta al definir las condiciones de la petición para
convertirnos en
estado de la Unión. Hacerle frente a esta engañosa
papeleta fue un reto
de grandes proporciones para la democracia puertorriqueña.
Desenmascararla fue la gran tarea política que tuvo que
llevar a cabo el
autonomismo.
La legislación bajo la cual se celebró el plebiscito,
fue tan abusiva que
incluso asignó fondos públicos para defender la
anexión pero se los negó
a aquellos que se oponían a ella promoviendo el voto por
la columna
denominada ``ninguna de las anteriores''. El gasto de campaña
en favor
de la anexión fue por lo menos diez veces mayor que el
gasto en que
pudo incurrir la oposición. Los recursos de los organismos
públicos se
utilizaron impunemente en favor de la campaña anexionista,
como, por
ejemplo, pagarle los gastos de viaje y de estancia a sus aliados
en el
Congreso que vinieron a hacer campaña en favor de la anexión.
Pero el pueblo se creció y frente a la trampa electoral
que le tendió el
gobierno, derrotó la pretensión anexionista. El
gobierno reaccionó de
manera infantil y antidemocrática alegando que había
triunfado la anexión
porque, según ellos, ``ninguna de las anteriores'' no
era un voto
afirmativo por nada. El mamarracho colonial que habían
hecho aparecer
en la papeleta alegando que era la presente relación de
Estado Libre
Asociado, como es natural, prácticamente no obtuvo votos.
Con esa
ridícula pretensión, partió el gobernador
hacia Washington para tratar de
reactivar la legislación que tiene estancada en el Congreso.
No lo conseguirá. Toda la prensa y la televisión
y la radio
norteamericanas han llevado claramente la noticia al Congreso
de que la
anexión fue nuevamente rechazada por el pueblo puertorriqueño.
Hoy me siento más orgulloso que nunca de mi pueblo. Estuvo
a la altura
de una circunstancia histórica que hubiera comprometido
su destino.
Votó para seguir siendo Puerto Rico, para seguir hablando
español, para
reivindicar su democracia y para resguardar su ser nacional.
Ex gobernador de Puerto Rico.
© ABC (Madrid)