Regreso marcado por el rastro del dolor
Por Gladys Nieves Ramírez
HORMIGUEROS - La fuerza que exhibió los pasados días se desmoronó tan pronto vio la sangre sobre las losetas a la entrada de la casa y el rastro que dejó al fluir hacia el balcón por debajo de la puerta.
En ese instante, Elma Beatriz Rosado Barbosa se desplomó y tuvo que ser asistida por su asesor legal, el licenciado Luis F. Abreu Elías, y algunos de los familiares que la acompañaron ayer durante la primera visita a su casa tras el dramático operativo federal el viernes pasado que culminó con la muerte de su esposo, Filiberto Ojeda Ríos, líder del grupo independentista Los Macheteros.
Al reponerse, Rosado continuó la inspección del hogar que compartió con el fugitivo durante los pasados ocho años pero sin volver a mirar hacia el lugar donde Ojeda Ríos murió desangrado.
El impacto fue tan grande que se recluyó en el dormitorio y no quiso atender a los periodistas que lograron acceso a la estructura por primera vez desde que ocurrieron los hechos.
La pequeña vivienda de un dormitorio, sala, cocina y un baño recibió 109 impactos de balas que fueron cuidadosamente enumeradas por peritos del Instituto de Ciencias Forenses y agentes de la Policía de Puerto Rico, quienes concluyeron ayer la investigación de la escena.
A eso de las 3:15 de la tarde llegó Abreu Elías a la residencia, ubicada en el sector Plan Bonito del barrio Jagüitas de Hormigueros, para examinar la escena. Poco después arribó Rosado con varios familiares, entre ellos los dos hijos de Ojeda Ríos.
Abreu Elías, quien estuvo acompañado de varios abogados, informó que en el grupo había un camarógrafo, un fotógrafo, un notario y un especialista en escenas criminales.
“Hay que levantar un acta notarial y hacer un inventario. Se van a tomar pronto unas decisiones”, afirmó al referirse a la posibilidad de radicar una demanda en contra del Gobierno de Estados Unidos por la manera en que murió Ojeda Ríos.
“Ellos tenían que saber que él estaba herido porque está la sangre chorreando ahí. Ellos estaban afuera y se vio la sangre salir afuera”, expresó Abreu Elías.
El abogado reiteró que la escena fue alterada por los agentes federales y que le envió una carta al jefe del FBI, Luis Fraticelli, y la fiscalía federal para exigir la entrega del inventario de lo que se llevaron de la vivienda, los nombres de los agentes que participaron del operativo y las películas y fotografías que hayan tomado.
La casa, pintada color verde claro y cobijada por grandes árboles, está construida al costado de un talud de tierra en medio de un apacible bosque.
La pared del frente y una ventana de cristal y aluminio, a prueba de huracanes y ubicada en el área de la cocina, recibieron cerca de 50 balas.
Los impactos más grandes estaban al lado derecho de la estructura, en un pasillo que servía de área de lavandería. Allí había múltiples impactos en las paredes y el techo. La máquina y los artículos de lavar fueron arrojados a una esquina de un gazebo de madera construido frente a la casa.
Por dentro, la sala y un área que la pareja usaba de biblioteca estaban en desorden. La licenciada Jan Susler indicó que los agentes federales incautaron la computadora que estaba sobre el escritorio, vídeos, discos compactos y grabaciones.
“En este revolú que vemos es imposible decir por el momento todo lo que se llevaron pero se llevaron un montón de cosas”, subrayó Susler.
Los objetos en la vivienda y sus alrededores delataron un estilo de vida sencillo. En la pequeña sala había una mesa de cristal redonda con un mantel blanco y sillas de mimbre y bambú, dos mecedoras, un televisor de 19 pulgadas y un tocadiscos antiguo. Sobre la mesa había varios libros y dos ejemplares de la última edición de Claridad.
Ojeda Ríos aparentemente siguió cultivando su afición por la música, ya que se pudo observar una flauta en su estuche y algunos libros para practicar la trompeta.
En las paredes había varias serigrafías, una del pintor Elizam Escobar y otra que mostraba a un cortador de caña con el machete en el aire. Afuera se podían observar muchos tiestos, en uno de los cuales estaban cultivando un palo de limón y en otro, una mata de rosas.
“Por lo menos tuvo su nido donde asentar su vida. El anduvo mucho y aquí tuvo sus libros, su cocina, una mesita con mantel, unos mueblecitos, todo lo que nos gusta tener”, expresó Silvia, esposa de Wilberto, uno de los hijos de Ojeda Ríos.