A hibernar el Oso Blanco
Francisco Rodríguez-Burns PRIMERA HORA
Tras años de pararse sobre una colina riopiedrense con todo su peso
y grandeza, el Oso Blanco,
finalmente, parece estar a días de comenzar su primera hibernación.
El silbido constante del viento por sus estrechos pasillos y la ausencia
de vida en la mayoría de sus
niveles representan una señal irrefutable de los días contados,
mientras del otro lado de
sus macizas paredes de concreto armado la vida parece transcurrir a un
paso vertiginoso.
Desde las pequeñas celdas de la Penitenciaría Estatal de
Río Piedras, nombre oficial de la institución,
se divisa claramente el expreso Las Américas y se escucha con nitidez
el ronroneo de los
carros, al pararse sobre la diminuta mesa que compartían los dos
confinados que habitaban la celda y
que está colocada exactamente debajo de la cilíndrica apertura
de los barrotes. El un recorrido por el
histórico inmueble PRIMERA HORA corroboró cómo las
entrañas del Oso han sido desparramadas
por doquier: pedazos de concreto regados por el suelo y cables eléctricos
guindando del techo como
enredaderas selváticas.
El edificio estuvo a punto de ser remodelado por el anterior secretario
de Corrección y Rehabilitación,
Víctor Rivera González, pero la obra fue suspendida por la
actual administración de Miguel Pereira, al
éste llegar a la conclusión de que para cumplir con las exigencias
del Gobierno Federal por el histórico
caso Morales Feliciano la cárcel, que desde la década del
90 ha servido como un centro de ingreso,
tenía que ser completamente desalojada. En la actualidad quedan
apenas unos 101 confinados, los que
esperan ser removidos a otros centros a más tardar el próximo
mes.
Pereira, por su parte, considera que por la cárcel encontrarse rodeada
de otras cuatro instituciones
penales, entre ellas un hospital, lo más idóneo sería
convertirla en las oficinas centrales de Corrección.
Además de estar insertada en el complejo penitenciario de la capital,
el Gobierno se ahorraría más de
$7 millones anuales por la renta que paga por el edificio que en la actualidad
alberga la agencia en Río
Piedras.
La dureza de las paredes del Oso Blanco contrasta con los mosaicos y otros
detalles de diseño
arquitectónico que representaron un cambio histórico y radical
en la política correccional de Estados
Unidos y que marcaron un distanciamiento drástico de los calabozos
del imperio español. Sumido en una
profunda crisis económica, el Gobierno Federal contrató en
1926 al arquitecto puertorriqueño Francisco
Roldán para el diseño de la estructura. Roldán, que
había sido un estrecho colaborador del checo
Antonín Nechodoma, se preocupó por imprimirle a su diseño
una suavidad que pudiera contrastar con el
aspecto funcional de seguridad pero que a la vez representaría su
componente rehabilitador. En ambos
lados de la entrada principal, flanqueada por las señoras de la
Justicia y la Ley, está inscrita la solemne
cita de la penalista y socióloga española Concepción
Arenal: "Odia el delito y compadece el delincuente".
El contagioso apodo de Oso Blanco, según cuentan algunos funcionarios
correccionales, provino de una
cementera venezolana que se llamaba igual y cuyo cemento fue utilizado
para la construcción de la
cárcel. Tras una inversión de $779,822, la institución
fue inaugurada en 1933.
En su explanada interior, ahora ocupada por una cancha de baloncesto y
una malla de voleibol rodeada
por césped, había numerosos talleres de ropa, sombreros y
otros artículos, que luego tuvieron que ser
reemplazados por unidades de vivienda, según las sentencias se hicieron
más punitivas y la
delincuencia comenzó a alcanzar cifras inconcebibles para la época
en que se inauguró la cárcel.
Los 70 fue la década más dramática para los cambios
dentro de la institución en términos de las
relaciones entre la población carcelaria y el Gobierno, cuando las
pandillas se establecieron como entes
con poder, ejecutando a aquellos que eran considerados como una amenaza
a sus códigos no escritos.
De este ambiente violento surgió Carlos Torres Irriarte, alias "La
Sombra" y fundador de la Asociación
Los Neta, la cual, a pesar de tener algunos ideales más "nobles",
como asegurar la protección de las
mujeres, los niños y envejecientes, también incurría
en asesinatos para asentar su poder. La afiliación
de muchos de los confinados también dependía grandemente
del tipo de crimen que habían cometido y
de dónde se habían criado. Aunque la Cárcel Regional
de Bayamón por muchos años se consideró más
violenta que Oso Blanco, ésta última siempre tuvo la "reputación"
de ser temida tanto por los
confinados como por los empleados de Corrección.