"Miente el FBI"
Denuncia la viuda de Filiberto Ojeda
Firuzeh Shokooh Valle PRIMERA HORA
ELMA BEATRIZ Rosado rehusó arrodillarse ante la orden de los agentes del FBI porque su esposo, Filiberto Ojeda Ríos, nunca se lo hubiera perdonado.
Rosado ofreció ayer un testimonio estremecedor de lo que sucedió el viernes en la tarde en su casa en el sector Plan Bonito de Hormigueros, donde su esposo, dirigente del Ejército Popular Boricua-Macheteros, murió desangrado luego de recibir un tiro de un agente federal. Rosado es la única testigo, además de los federales, de lo que pasó en Hormigueros el Día del Grito de Lares.
La viuda de Ojeda Ríos no pudo ofrecer detalles específicos sobre la cronología de los eventos porque, según uno de sus asesores legales, Luis F. Abreu, la fiscalía federal podría someter cargos contra Rosado próximamente, contrario a lo anunciado por el director del FBI en Puerto Rico, Luis Fraticelli.
"Filiberto nunca me hubiera perdonado que me arrodillara", dijo Rosado, quien habló, en ocasiones conmovida hasta las lágrimas, ayer en la mañana en el Ateneo Puertorriqueño, donde Ojeda Ríos fue velado desde el domingo por la noche hasta ser llevado al Colegio de Abogados.
Rosado también mostró un temple inquebrantable a pesar de la tristeza que la embargaba. Sus nervios se notaron en el temblor de las manos mientras leía el mensaje. Relató lo que aconteció la tarde del viernes desde que el FBI cercó su hogar.
"El viernes 23 de septiembre, en horas de la tarde, nuestra casa fue rodeada. Hombres armados penetraron a la propiedad y tomaron por asalto nuestro hogar impactándolo de manera brutal y terrible, disparando con armas de fuego poderosas la pared frontal de la residencia", recordó.
Luego, "Filiberto, mi esposo, temiendo por mi vida, me exigió que saliera. Él le gritó a los agentes: 'Alguien va a salir, alguien va a salir'".
"Cuando finalmente salí de la casa, me llevaron a la fuerza, me ordenaron arrodillarme y, al no hacerlo, me tiraron al piso, me pillaron contra la tierra con sus rodillas y me esposaron con las manos en la espalda", narró emocionada.
Pidió ver a periodista
Vio a su perra Caoba muerta, ensangrentada, y después escuchó a Ojeda Ríos "gritarle a los agentes en varias ocasiones: '¡Yo me entrego al periodista Jesús Dávila!'".
Los agentes no le hicieron caso y finalmente dijeron "que eso no sucedería".
"Más tarde me vendaron los ojos y en ese momento sentí en mi corazón, supe, que lo iban a matar", manifestó. "Me mantuvieron en el lugar por un tiempo indefinido y cuando finalmente me llevan del lugar, Filiberto estaba vivo", añadió.
Rosado aseguró a preguntas de los periodistas que cuando se la llevaron esposada, Ojeda Ríos estaba vivo porque sintió su voz, "lo oí gritar y él todo el tiempo estaba gritando algún tipo de mensaje independentista y reclamaba al periodista Jesús Dávila. Yo escuché la voz de Filiberto antes de que me sacaran del lugar".
Dijo que entiende que en ese momento, cuya hora no precisó por instrucciones de su abogado, su esposo tampoco estaba herido.
El informe preliminar de la autopsia arrojó que Ojeda Ríos murió poco más de 24 horas antes, contando desde las 8:00 de la noche del sábado. Pero, no se ha podido determinar la hora exacta de su muerte ni cuánto tiempo estuvo agonizando.
Rosado recordó que en esas últimas horas juntos se dijeron: "Puede que ésta sea la última vez que nos veamos".
"A Filiberto no dejaba de creerle nada, pero se me hizo muy difícil pensar que eso pudiera ser cierto. Para mí Filiberto era indestructible y nada podía pasarle... Me expresó su amor, nos abrazamos, nos besamos, pero no pensaba, a pesar de que vinieron a matarlo y eso era obvio", indicó Rosado, quien estuvo acompañada por Abreu, el abogado y activista por los derechos humanos Luis Nieves Falcón, y dos de los hijos de Ojeda Ríos, Edgardo y Wilberto.
Rosado fue llevada el mismo viernes a la cárcel federal en Guaynabo y fue liberada el sábado. "No es hasta el otro día, en horas de la tarde, cuando me sacan de la cárcel, que me entero que Filiberto había sido vilmente asesinado", señaló.
Esta "invasión asqueante" de su vida se llevó a cabo en su hogar, donde una ceiba "de raíces fuertes, daba sombra a nuestras ilusiones y esperanzas, una ceiba que, recogida del lecho de un río yaucano, fue plantada con esmero y dedicación por nuestras manos y nuestros espíritus de soñadores".
Desafiante
Rosado fue contundente y desafiante al referirse al FBI y a la encomienda que entiende debe tener el pueblo de Puerto Rico para que se esclarezcan los hechos.
"Al pueblo puertorriqueño le digo hoy, cuando me embarga el dolor y aún sigo resistiéndome a enfrentar esta dolorosa realidad, que el FBI miente. Mienten como siempre han mentido. Que el FBI está pisando en arena movediza. Que nos ayuden a hundirlo. Que nos ayuden a desenmascararlos. Que rescatemos nuestro suelo y logremos sacar de este suelo a los asesinos. ¡Fuera de nuestra isla a los federales! ¡Fuera de nuestro terruño los malditos federales! ¡Que se larguen!", manifestó con fuerza.
Exhortó a los puertorriqueños a manifestarse, a pronunciarse a través de los medios e hizo un llamado a que retumbe el mensaje en toda América Latina. "Los sacamos de Vieques. Podemos ahora sacarlos de Puerto Rico. Otro Vieques es posible", aseguró.
Más que miedo, Rosado dijo que sintió un "instinto de preservación" ese viernes por la tarde. "Filiberto era una persona tan sólida, tan firme en sus convicciones, en su seguridad. Era una persona completamente serena, completamente clara. Pienso que algo de eso tuvo que haberse adherido a mí porque tal vez hubiera sido distinto si hubiera estado sola y temiendo por mi vida. Pero él estaba conmigo, él está conmigo, y tenía su seguridad", dijo.
Rosado recuerda que ya casi al final Ojeda Ríos dijo: "Pa'lante".
"Que todos los compañeros supieran que había que ir pa'lante", afirmó.