Jaime Benítez, un hijo digno de la tierra boricua
RUBEN A. VILA / El Nuevo Día
SAN JUAN
Con la muerte de don Jaime Benítez Puerto Rico se acerca más
al cierre de un
capítulo trascendental de su historia, obra de la generación
del siglo XX.
Junto con Luis Muñoz Marín, Luis A. Ferré y Roberto
Sánchez Vilella, Benítez
está en el círculo de los hombres más influyentes
de Puerto Rico.
No sólo fueron creadores de nuestra única y primera Ley
Constitucional, sino
que también contribuyeron a las causas sociales y al desarrollo
económico.
Benítez jamás negó su raíz de la clase privilegiada
pero, como los otros de aquel
selecto grupo de la llamada ``primera clase'', se entregó a
las causas sociales.
Uno de sus antepasados, don José Benítez, había
sido un miembro de la
oligarquía ilustrada, el dueño de la mayor extensión
de cañaverales en Vieques
hacia fines del siglo XIX.
Don Jaime creó un sistema universitario que fue liberando al
país de las antiguas
divisiones de clases. Estableció becas para estudiantes pobres,
creó colegios
graduados para que los estudiantes de escasos recursos pudiesen estudiar
en
el país, sin tener que emigrar.
Millares de alumnos estudiaron bajo su liderato intelectual y ellos
fueron su
principal inquietud. Su dedicación a la universidad no lo separó
de su deber
como pensador y puso sus recursos intelectuales a disposición
de quienes
procuraban el desarrollo político y constitucional de la isla.
Se unió a la generación de líderes políticos
que tomaron parte en la preparación
de la Constitución de Puerto Rico, y ayudó a forjar una
declaración de derechos
que garantiza una cobija democrática para el pueblo.
En la educación se adelantó al siglo XXI con una mentalidad
abierta a la
universalidad de la sabiduría, atrayendo exiliados al sistema
de educación
superior.
Pero la aportación más reconocida por su pueblo habrá
de ser por siempre, el
papel que desempeñó como guía de la educación.
Fue paladín de un sistema
que pasó a dirigir cuando tenía 34 años de edad
en 1942 y que incluía 5,000
estudiantes y 300 profesores y $2 millones de presupuesto.
Al dejarlo, en 1972, la Universidad de Puerto Rico servía a 42,000
estudiantes,
con 5,000 profesores y $50 millones de presupuesto.
Después se lanzó al ruedo político. Triunfó
a pesar de que su mundo era la
educación. Recibió más votos que ningún
otro candidato a comisionado
residente en Washington.
``Yo no tengo vocación, ni aptitudes para la política.
La política ha sido para mí
un interesante objeto de estudio que contemplo con admiración'',
solía decir.