RAFAEL HERNANDEZ COLON
La tecnología meteorológica y de comunicaciones
ha avanzado mucho
desde que yo era niño hará unos 50 años.
En aquellos tiempos, en
Puerto Rico seguíamos el movimiento de los huracanes mediante
unas
pocas estaciones de radio.
La información nos llegaba a través de la voz del
profesor McDowell, un
norteamericano que hablaba un español torturado pero simpático.
Hoy
día recibimos información más fiable de
parte del meteorólogo Israel
Matos. La información comienza a fluir a través
de la televisión, la radio,
la prensa e Internet, desde cuatro o cinco días antes
de la posible llegada
del huracán. Puerto Rico es uno de los países con
mayor número de
medios de comunicación por kilómetro cuadrado en
el mundo.
Contamos con 134 estaciones de radio, diez estaciones de televisión,
sin
contar los canales de cable y cuatro diarios nacionales. A medida
que se
aproxima el huracán, los boletines oficiales del servicio
meteorológico se
emiten por los medios electrónicos con una mayor frecuencia
y en la
recta final, de hora en hora.
Georges llegó a eso de las 3:00 de la tarde del lunes 21
de septiembre, a
los municipios de Vieques y Culebra, que se encuentran en el
extremo
oriental de Puerto Rico. A las 6:00 de la tarde las ráfagas
huracanadas
llegaban a San Juan. A las 9:00 de la noche comenzamos a sentir
los
vientos fuertes y se fue la luz eléctrica. Puerto Rico
quedó sumido en la
negrura de la noche mientras nos golpearon los vientos huracanados
por
espacio de seis horas. Como todas las familias puertorriqueñas,
perdimos el contacto televisivo con el mundo exterior. El servicio
telefónico de pueblo a pueblo y el internacional quedó
interrumpido y el
servicio de agua también.
Georges devastó Puerto Rico. Ningún municipio escapó
a su furia. Más
de 30,000 familias perdieron sus hogares y otras 60,000 resultaron
seriamente damnificadas en sus viviendas. Todos los ríos
y quebradas
crecieron, algunos ocasionando serias inundaciones. La desolación
fue
total.
Al sufrir la pérdida de la energía eléctrica
y de las comunicaciones a
escala de toda la isla, revertimos a la forma primaria de comunicación
que es el contacto personal. Los vecinos comenzaron a conocerse,
a
visitarse y a ayudarse mutuamente. Comenzó nuevamente
a valorarse la
conversación como forma de pasar el tiempo. La generosidad
afloró de
parte de los que se habían preparado mejor para con aquéllos
que
necesitaban. Mi barrio volvió a ser el de mi niñez.
Al desconectarnos forzosamente de la tecnología que nos
aísla y nos
separa como el aire acondicionado, una bendición en el
trópico, la
televisión, las neveras, que mediante la acumulación
de alimentos
congelados limita la interacción con los mercados, etcétera,
los
puertorriqueños nos encontramos nuevamente con nosotros
mismos a
través de las formas de relacionarnos que existían
antes de nuestra
industrialización y desarrollo.
Es grato encontrar que una gran tragedia nacional como la que
acaba de
vivir Puerto Rico no sólo produce desgracias, sino también
aflora
sentimientos, actitudes y valores suprimidos por los estilos
de vida.
Ya ha pasado más de una semana desde que Georges asoló
Puerto
Rico. Pasarán meses hasta que la isla vuelva a su normalidad.
Pero,
lentamente, el país se recupera socialmente, económicamente
y
sicológicamente.
El paso de Georges por Puerto Rico nos deja un legado de sabiduría
que
debemos aprovechar cuando este país vuelva a la normalidad.
Consiste
en lo que descubrimos dentro de nosotros mismos. Sentimientos,
actitudes y valores no deben ser reserva para casos de huracán,
sino
recursos de aplicación cotidiana para enriquecer nuestra
convivencia en
la particular etapa de desarrollo en que se encuentra nuestro
país. Se
trata de un reto a nuestro discernimiento en cuanto al reencuentro
de una
humanidad que clama por la comunicación y la solidaridad.
© Diario ABC (Madrid)