Desgarrador regreso al hogar
EL VOCERO / Ramón Ostolaza
Por: Jackeline Del Toro Cordero
Redactora – EL VOCERO
HORMIGUEROS – Las huellas del brutal ataque al que fue sometido su hogar el pasado viernes, tras el cual murió su esposo a manos de las autoridades federales, hicieron que la fortaleza que demostró Elma Beatriz Rosado Barbosa durante el sepelio de Filiberto Ojeda Ríos, se resquebrara ayer, cuando finalmente las autoridades estatales le entregaron la residencia en la que vivió con el líder del Ejército Popular Boricua (EBP) durante los últimos ocho años.
Aunque no pudo hablar con la prensa debido a su estado anímico, las expresiones de asombro, angustia y dolor que reflejaron su rostro mientras recorría, cerca de las cinco de la tarde, las afueras de su residencia, fueron elocuentes. En un momento, la mujer se llevó las manos al rostro, y el licenciado Luis F. Abreu Elías intentó consolarla con un abrazo solidario. "Nosotros pensamos que ella no puede vivir aquí. La reacción que le ha dado es muy dolorosa y pensamos que no puede vivir aquí", manifestó compungido el abogado y portavoz de la familia.
Por primera vez, Elma Beatriz regresó al hogar que compartió con Ojeda Ríos en el sector Plan Bonito, del barrio Jagüitas, en el que le habló, le expresó su amor y la besó por última vez, y en el que sólo quedaron su sangre derramada y sus recuerdos. Allí chocó con sus memorias y con la realidad de una tragedia que cambió su vida y la historia de Puerto Rico. En el lugar también se encontraban los dos hijos y el hermano de Ojeda Ríos.
Los impactos de bala que atravesaron las ventanas de seguridad con lamas de cristal que daban a la cocina, por donde aparentemente entró el tiro mortal, son muestra de lo ocurrido allí el día del Grito de Lares. Los techos, las paredes interiores y exteriores, la nevera, y hasta el libro "Las mil y una noches", fueron algunos de los objetos alcanzados por el centenar de potentes proyectiles que salieron de las armas de los agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).
En la entrada principal de la residencia, donde hay una puerta de caoba, la sangre del líder machetero aun permanecía en el suelo. Un integrante del EPB resguardaba el lugar, para que la sangre de su líder no fuera pisada. Según la autopsia, Ojeda Ríos se desangró en la residencia que construyó con sus manos. "¿Ustedes creen que no entraron, y lo vieron herido allí? Era imposible que ellos no vieran a Filiberto desangrándose, cuando estaba chorreando la sangre como ustedes lo han visto", sostuvo Abreu mientras señalaba la acera contigua al balcón de la residencia.
Ojeda Ríos vivió sus últimos años con lo indispensable para estar en paz. En su casa no había lujos. Posiblemente su mayor tesoro era su biblioteca, que contaba con muchísimos libros. Luego de su partida, sus pertenencias fueron alborotadas, algo muy distinto al hogar que dejó en completo orden cuando Rosado Barbosa salió de éste el viernes en la tarde, mencionó una mujer que se encontraba en el lugar ayer.
Al lado de una de las dos mesas de comedor redondas, el método Arbans que utilizaba para practicar música aún permanecía en un atril de aluminio, mientras que una flauta descansaba en su estuche abierto, cerca del amplio escritorio que tenía el también trompetista en un área privilegiada de la casa. Sobre una de ellas, que estaba cubierta por un paño tejido, había un radio, periódicos Claridad, un cuadro con el símbolo de Los Macheteros, entre otros artículos. Allí también había sillas en mimbre, y un sillón de madera y pajilla, al igual que en la sala. Encima del escritorio había papeles, libros, entre otras cosas. Ese fue el único lugar al que se limitó el acceso.
En un tablillero de aluminio había varias sordinas de trompeta, así como jarrones de cristal. Se desconocía si fue extraída alguna propiedad del matrimonio del lugar, ya que aunque llegaron con el propósito de realizar un inventario, lo pospusieron para poder dar acceso a la prensa al interior de la residencia, explicó el licenciado Abreu.
En uno de los libreros, un integrante del FBI dejó su tarjeta de presentación.
En la terraza de madera quedaron tres paquetes de maltas que no pudieron disfrutar juntos. Allí, habrán platicado durante largas horas, sentados en sus sillones de aluminio, de color verde. El área estaba rodeada por vegetación tanto ornamental como vegetal, que sembraba el propio "don Luis", como lo conoció el vecindario en el que vivió y murió.
Junto con la esposa de Ojeda Ríos, entró un contingente de personas que documentó, con fotos y vídeos, el estado en el que fue dejada la vivienda por los agentes federales y estatales.
Además, el abogado solicitó actas y otra documentación al FBI y al Gobierno estatal acerca de la evidencia levantada en la escena, mientras que no descartan una acción civil.