El Nuevo Herald
December 12, 1998
 
Estados Unidos se abstiene

 JULIO A. MURIENTE PEREZ

 Al abstenerse de votar sobre el proyecto Craig --equivalente al proyecto
 Young de la Cámara de Representantes-- el Senado de Estados Unidos
 tomó una decisión muy clara y nos envió a los puertorriqueños un
 mensaje muy preciso.

 No fue que el Senado no asumiera una posición. Todo lo contrario. Dejó
 establecido que no daría paso a un proyecto de ley que metería al
 gobierno de Estados Unidos ``en camisa de once varas''. Le tiró la
 puerta en la cara a los anexionistas, que habían invertido millones de
 dólares del pueblo en cabilderos, esperanzados en que el Congreso les
 hiciera algún caso.

 El mensaje fue tan claro como el agua clara: Puerto Rico le sirve bien a
 Estados Unidos como está ahora; el Estado Libre Asociado, que,
 aunque algunos insistan en lo contrario, es criatura de Washington, le
 sigue siendo útil. El control político, económico y militar se mantiene
 inalterado. Poseen el país y disponen de éste a su antojo. Sacan
 montañas de millones de dólares en ganancias cada año, nos utilizan para
 fines militares y nos han convertido en uno de los principales mercados
 de sus productos.

 Aunque en el fondo reconocen que somos distintos, que nuestras
 lealtades están con esta tierra y que, en todo caso, la relación de gran
 parte de los boricuas con Estados Unidos es una de mera conveniencia,
 sin que medie afecto o querencia alguna.

 Al abstenerse, el Senado hizo suya la posición histórica del gobierno de
 Estados Unidos de desconocer la existencia de un problema colonial y
 de un conflicto entre naciones, iniciado con la invasión del 25 de julio de
 1898. Evidentemente, en 1998 el americano habló. Su silencio fue
 contundente; su abstención fue elocuente. Ese mismo americano fue
 testigo espantado del gran plebiscito que realizó el pueblo puertorriqueño
 en el verano de 1998: en las calles del país miles de hombres, mujeres y
 niños, bandera en mano defendiendo el patrimonio nacional, enfrentando
 la represión, rechazando la privatización y la anexión, afirmándose
 pueblo y nación, capaz de construir una sociedad superior con sus
 manos y su intelecto.

 La decisión del gobierno de imponer el llamado ``plebiscito criollo'' el
 próximo 13 de diciembre es fruto de la obstinación, que a su vez es
 resultado de la impotencia o la resistencia a reconocer que al americano
 no le interesa, al menos en este momento, matrimoniarse con esta colonia
 que tan bien le ha servido. Los anexionistas insisten en forzar la anexión
 desde una posición minoritaria, aprovechando de manera oportunista su
 control circunstancial del gobierno colonial.

 Los anexionistas denuncian la colonia como la mujer violada denuncia la
 agresión a su dignidad; pero ofrecen como solución ¡casarse con el
 violador! Hablan en contra del colonialismo pero fantasean en integrarse
 al colonizador, como si la anexión no fuera peor que el colonialismo.

 Lo que va a darse el 13 de diciembre podrá ser cualquier cosa menos un
 plebiscito, por la elemental razón de que ese día nada se estará
 plebiscitando. Es decir, nada se estará decidiendo. Para poder decidir
 hay que tener poder; y si algo caracteriza a la colonia es la carencia de
 poder político para decidirr sobre nada. Mucho menos sobre el status
 político.

 Para que se dé en Puerto Rico un verdadero plebiscito, Estados Unidos
 tiene que reconocer que existe un problema colonial que hay que
 resolver entre dos naciones, nosotros y ellos. Tiene que darse una
 inmediata transferencia de nuestros poderes políticos, los mismos que
 fueron usurpados por Estados Unidos al tomarnos como botín de guerra
 en 1898.

 Estados Unidos tiene que comprometerse a respetar la voluntad
 soberana del pueblo puertorriqueño. Concursos de simpatía como el del
 13 de diciembre sólo sirven para dividirnos aún más en tribus partidarias,
 para sembrar falsas ilusiones. Por eso rechazamos la burla del 13. Por
 eso llamamos a que nuestra voz de protesta suene alto y fuerte,
 rechazando participar en ese embeleco, absteniéndonos de votar y
 reclamando un verdadero ejercicio de libre determinación y
 descolonización para el pueblo puertorriqueño.

 El autor es presidente del Nuevo Movimiento Independentista
 Puertorriqueño (NMIP).

 © El Nuevo Día (San Juan)
 

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