JULIO A. MURIENTE PEREZ
Al abstenerse de votar sobre el proyecto Craig --equivalente al
proyecto
Young de la Cámara de Representantes-- el Senado de Estados
Unidos
tomó una decisión muy clara y nos envió
a los puertorriqueños un
mensaje muy preciso.
No fue que el Senado no asumiera una posición. Todo lo
contrario. Dejó
establecido que no daría paso a un proyecto de ley que
metería al
gobierno de Estados Unidos ``en camisa de once varas''. Le tiró
la
puerta en la cara a los anexionistas, que habían invertido
millones de
dólares del pueblo en cabilderos, esperanzados en que
el Congreso les
hiciera algún caso.
El mensaje fue tan claro como el agua clara: Puerto Rico le sirve
bien a
Estados Unidos como está ahora; el Estado Libre Asociado,
que,
aunque algunos insistan en lo contrario, es criatura de Washington,
le
sigue siendo útil. El control político, económico
y militar se mantiene
inalterado. Poseen el país y disponen de éste a
su antojo. Sacan
montañas de millones de dólares en ganancias cada
año, nos utilizan para
fines militares y nos han convertido en uno de los principales
mercados
de sus productos.
Aunque en el fondo reconocen que somos distintos, que nuestras
lealtades están con esta tierra y que, en todo caso, la
relación de gran
parte de los boricuas con Estados Unidos es una de mera conveniencia,
sin que medie afecto o querencia alguna.
Al abstenerse, el Senado hizo suya la posición histórica
del gobierno de
Estados Unidos de desconocer la existencia de un problema colonial
y
de un conflicto entre naciones, iniciado con la invasión
del 25 de julio de
1898. Evidentemente, en 1998 el americano habló. Su silencio
fue
contundente; su abstención fue elocuente. Ese mismo americano
fue
testigo espantado del gran plebiscito que realizó el pueblo
puertorriqueño
en el verano de 1998: en las calles del país miles de
hombres, mujeres y
niños, bandera en mano defendiendo el patrimonio nacional,
enfrentando
la represión, rechazando la privatización y la
anexión, afirmándose
pueblo y nación, capaz de construir una sociedad superior
con sus
manos y su intelecto.
La decisión del gobierno de imponer el llamado ``plebiscito
criollo'' el
próximo 13 de diciembre es fruto de la obstinación,
que a su vez es
resultado de la impotencia o la resistencia a reconocer que al
americano
no le interesa, al menos en este momento, matrimoniarse con esta
colonia
que tan bien le ha servido. Los anexionistas insisten en forzar
la anexión
desde una posición minoritaria, aprovechando de manera
oportunista su
control circunstancial del gobierno colonial.
Los anexionistas denuncian la colonia como la mujer violada denuncia
la
agresión a su dignidad; pero ofrecen como solución
¡casarse con el
violador! Hablan en contra del colonialismo pero fantasean en
integrarse
al colonizador, como si la anexión no fuera peor que el
colonialismo.
Lo que va a darse el 13 de diciembre podrá ser cualquier
cosa menos un
plebiscito, por la elemental razón de que ese día
nada se estará
plebiscitando. Es decir, nada se estará decidiendo. Para
poder decidir
hay que tener poder; y si algo caracteriza a la colonia es la
carencia de
poder político para decidirr sobre nada. Mucho menos sobre
el status
político.
Para que se dé en Puerto Rico un verdadero plebiscito,
Estados Unidos
tiene que reconocer que existe un problema colonial que hay que
resolver entre dos naciones, nosotros y ellos. Tiene que darse
una
inmediata transferencia de nuestros poderes políticos,
los mismos que
fueron usurpados por Estados Unidos al tomarnos como botín
de guerra
en 1898.
Estados Unidos tiene que comprometerse a respetar la voluntad
soberana del pueblo puertorriqueño. Concursos de simpatía
como el del
13 de diciembre sólo sirven para dividirnos aún
más en tribus partidarias,
para sembrar falsas ilusiones. Por eso rechazamos la burla del
13. Por
eso llamamos a que nuestra voz de protesta suene alto y fuerte,
rechazando participar en ese embeleco, absteniéndonos
de votar y
reclamando un verdadero ejercicio de libre determinación
y
descolonización para el pueblo puertorriqueño.
El autor es presidente del Nuevo Movimiento Independentista
Puertorriqueño (NMIP).
© El Nuevo Día (San Juan)
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