El Nuevo Herald
July 12, 1998
 
 
Mas pagó por bombas en Cuba, dice Posada Carriles

En una entrevista concedida a "The New York Times" a condición de que no se le tomaran fotos ni se revelara su paradero, el exiliado cubano Luis Posada Carriles asegura que el fallecido líder de la Fundación Nacional Cubano Americana, Jorge Mas Canosa, "controlaba todo" lo referente a envíos de dinero que se le hacían para financiar sus actividades contra el gobierno de Fidel Castro. La Fundación desmintió al diario.

ANN LOUISE BARDACH y LARRY ROHTER The New York Times

Miami -- Un exiliado cubano que ha llevado a cabo una campaña de bombas e intentos de asesinato con el fin de derrocar a Fidel Castro dice que los dirigentes cubanoamericanos de uno de los más influyentes grupos de cabildeo de Estados Unidos respaldaron financieramente esos esfuerzos.

Luis Posada Carriles dice que él organizó una serie de atentados con bombas el año pasado en hoteles, restaurantes y discotecas de Cuba, en uno de los cuales murió un turista italiano, para consternación del gobierno cubano. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) entrenó a Posada en tácticas de explosivos y de guerrillas en los años 60.

En una serie de entrevistas grabadas en un recinto amurallado del Caribe, Posada dijo que la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) respaldó la colocación de las bombas en los hoteles y otras operaciones. Tres presidentes, Reagan, Bush y Clinton, recibieron en la Casa Blanca a Jorge Mas Canosa, fundador y dirigente de esa organización que murió el año pasado.

Mas Canosa fue muy influyente, tanto en las elecciones estatales de la Florida como en las nacionales, y era un espléndido donante de campañas. Jugó también un papel decisivo en convencer a Clinton de que cambiara de idea y siguiera el curso de sanciones y aislamiento contra la Cuba de Castro.

Aunque la fundación, organización sin fines lucrativos que no paga impuestos, ha declarado que quiere derrocar al gobierno comunista de Cuba usando sólo medios pacíficos, Posada dijo que sus dirigentes financiaban sus operaciones discretamente, y que Mas supervisaba personalmente las entregas de dinero y el respaldo logístico.

``Jorge lo controlaba todo'', dijo Posada. ``Cuando yo necesitaba dinero, él decía que me mandaran $5,000, $10,000, $15,000, y me los mandaban''.

Posada calcula que a través de los años Mas le mandó más de $200,000. ``Nunca dijo que era dinero de la fundación'', dijo riendo. ``El dinero llegaba con un mensaje: `Esto es para la iglesia' ''.

Los dirigentes de la fundación no respondieron repetidas llamadas telefónicas y cartas en que se les pedía una entrevista para discutir las relaciones de ellos con Posada. Pero en un breve pronunciamiento que enviaron por fax a The New York Times, el grupo niega haber jugado papel alguno en sus operaciones: ``Cualquier alegación, implicación o insinuación de que miembros de la FNCA han financiado cualquier supuesto `acto de violencia' contra el régimen de Castro es total y completamente falsa''.

Posada, de 70 años, se ha negado a hablar con periodistas; su autobiografía, publicada en 1994, describe sus relaciones con los líderes de la fundación sólo de manera superficial.

Pero en dos días de entrevistas habló abiertamente por primera vez sobre esas relaciones y cómo figuraron en la lucha a la que él ha dedicado su vida, una lucha que dista mucho de haberlo llevado a su meta de eliminar al último gobierno comunista del hemisferio.

Sus motivos para haber accedido a la entrevista no son fáciles de precisar. Posada ha sobrevivido varios atentados contra su vida, y le dijo recientemente a un amigo que teme no vivir lo suficiente para contar su historia.

Por primera vez, Posada también describió su papel en algunos de los acontecimientos importantes de la Guerra Fría en los que exiliados cubanos jugaron papeles clave. Se entrenó en un campamento de Guatemala para el desembarco en Bahía de Cochinos, pero no llegó a participar en la operación porque el gobierno de Kennedy le negó el respaldo aéreo al primer grupo de combatientes, y la operación se fue rápidamente a pique.

Fueron exiliados cubanos como Posada los que la CIA reclutó para los subsiguientes atentados contra la vida de Castro.

Encarcelado por uno de los peores atentados contra el gobierno cubano, la bomba que derribó un avión de la aerolínea Cubana de Aviación, Posada pudo finalmente escaparse de una cárcel venezolana y fue a participar en la fase más importante de la cruzada anticomunista del gobierno de Reagan en el Hemisferio Occidental: la operación clandestina del teniente coronel Oliver North para suministrar armamentos a los contras nicaragüenses.

Posada negó haber participado en el atentado de Cubana de Aviación, en el que murieron 73 personas, muchos de ellos miembros adolescentes del equipo nacional de esgrima de Cuba.

Entrevista secreta

Con un intermediario, accedió a hablar con The New York Times, con la condición de que no se revelara ni su actual residencia, ni su alias, ni el lugar de las entrevistas.

Algunas de las cosas que dijo de su pasado se pueden verificar con documentos que el gobierno ya no clasifica como secretos, y con entrevistas de funcionarios estadounidenses y ex miembros de la FNCA.

Pero en varias de las cosas que dijo sólo se cuenta con su palabra. Una de ellas es que tiene agentes en los cuerpos militares de Cuba, y que las autoridades de Estados Unidos han mantenido una actitud de benévola negligencia hacia él durante la mayor parte de su carrera, y le han permitido mantenerse libre y activo.

Posada dice que todo lo que le han dado los dirigentes exiliados ha sido en efectivo, y que no sabe si esos dineros se derivaban de fondos personales, de negocios, o de la FNCA. Según él, usaba el dinero para sus gastos de manutención personal y para sus operaciones, y Mas le dijo que no quería saber detalles de sus actividades.

En las entrevistas generalmente se extendió bastante en amplias cuestiones de filosofía, pero se mostró evasivo en detalles específicos. Hablaba en inglés y en español con dificultad, ya que tiene el habla distorsionada porque los nervios motores de la lengua se le quedaron severamente afectados en un atentado contra su vida en 1990.

Dijo estar molesto por cosas que ha dicho recientemente la prensa sobre sus actividades, y que según se acerca el fin de su vida, desea que quede constancia de su versión, que tal vez haga revivir un movimiento que según su opinión carece de energía y dirección desde que murió Mas Canosa.

La FNCA se creó en 1981, y ha querido erigirse como la voz responsable de la comunidad cubana exiliada, dedicada a debilitar al régimen castrista políticamente y no por la fuerza. Gracias a ese enfoque y a donaciones de millones de dólares, la fundación llegó a convertirse en una de las organizaciones de cabildeo más efectivas de Washington, y en arquitecto principal de la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Cualquier evidencia de que la fundación o sus dirigentes estuvieron dando dinero para republicanos y demócratas y financiando bombas por otra parte, podría perjudicar la legitimidad que esa organización reclama. Esas actividades también podrían violar la Ley Logan, según la cual es ilegal ``confabularse para matar, secuestrar, baldar o lesionar a personas o dañar propiedades en países extranjeros''.

Las declaraciones de Posada insinúan que la actitud pública de la fundación de mantener sólo una resistencia pacífica ante Castro fue una ficción esmeradamente mantenida. Cuando se le preguntó si él operaba como la rama militar del sector político de la FNCA, como hace el Ejército Republicano Irlandés (IRA), replicó riendo: ``Así parece''.

Los Caminos del Guerrero

En las entrevistas y en su autobiografía, Los Caminos del Guerrero, Posada dice que recibió ayuda financiera de Mas y de Feliciano Foyo, el tesorero del grupo, así como de Alberto Hernández, que sucedió a Mas como presidente de la junta directiva de la FNCA.

Ni Hernández ni Foyo respondieron las repetidas veces que se les pidió que comentaran, y no se sabe con claridad si ellos estuvieron al tanto de cómo Posada pudo haber utilizado cualquier dinero que ellos pudieron haber suministrado. En su autobiografía, él dice que los dirigentes de la fundación ayudaron a pagar sus cuentas médicas y gastos de manutención, y que pagaron por su traslado de Venezuela a Centroamérica cuando huyó de la cárcel en 1985.

Dice además que compatriotas exiliados algunas veces le llevaban dinero. Uno de ellos fue Gaspar Jiménez, que estuvo preso en México por la muerte de un diplomático cubano en ese país en 1976. Actualmente Jiménez trabaja en la clínica que Alberto Hernández opera en Miami, según dijeron empleadas de la oficina.

Jiménez no respondió cuando se le pidieron sus comentarios.

Cuando las bombas empezaron a estallar en los hoteles de Cuba el año pasado, el gobierno cubano afirmó que eran acciones organizadas y costeadas por exiliados que operaban desde Miami, argumento reforzado por un vídeo de un individuo que confesó haber tomado parte en algunos de los atentados.

Más recientemente, informes publicados por el Herald y por la prensa controlada de Cuba vincularon la operación con Posada, que dijo en entrevistas que las autoridades de Estados Unidos no habían hecho el más mínimo esfuerzo por interrogarlo al respecto. Le atribuyó eso en parte a sus duraderos vínculos con entidades policiales y agencias de inteligencia estadounidenses.

``Como pueden ver'', dijo, ``a mí no me molestan ni la CIA ni el FBI, y yo me mantengo neutral con ellos. Siempre que puedo ayudarlos, lo hago''.

Posada dio versiones contradictorias de sus contactos con las autoridades de Estados Unidos. Primero, habló de sus duraderos lazos con las agencias de inteligencia de aquí, y de su estrecha amistad por lo menos con dos oficiales actuales del FBI. Después, pidió que se omitieran esos comentarios, y dijo que no ha tenido trato inmediato con dichos individuos desde hace varios años.

Un funcionario del gobierno de Estados Unidos dijo que la CIA no ha tenido relación alguna con Posada ``desde hace décadas'', y el FBI negó también sus aserciones. ``El FBI no tiene ahora ni ha tenido nunca ninguna relación a largo plazo con Posada'', dijo John Lewis Jr., que en calidad de subdirector a cargo de la división de seguridad nacional supervisa toda labor de contrainteligencia y antiterrorismo de la agencia.

Hay documentos revelados en Washington por los Archivos de Seguridad Nacional que apoyan la insinuación de Posada de que el FBI y la CIA tenían conocimiento detallado de sus operaciones contra el gobierno de Cuba desde principios de los años 60 hasta mediados de los 70.

G. Robert Blakey, asesor principal de la Comisión Selecta de la Cámara de Representantes para la investigación de asesinatos, dijo que él revisó muchos de los archivos secretos del FBI de 1978 relacionados con cubanos anticastristas y que notó muchos casos en los que dicha agencia hizo la vista gorda ante posibles violaciones de la ley. ``Yo fui fiscal federal, y cuando leí algunas de esas cosas, pensé: `¿Cómo es que no hay nadie encausado por esto?' ''.

Castro no va a cambiar

Con respecto a una cosa, Posada habló francamente y sin excusas: él sigue con la intención de matar a Castro, y cree que la violencia es el mejor medio de ponerle fin al comunismo en Cuba.

``Es el único modo de suscitar una rebelión allí'', afirmó. ``Castro no va a cambiar jamás. Hay varias maneras de hacer una revolución, y yo me he estado ocupando de algunas''.

Dentro de los círculos de exiliados cubanos militantes, Posada es una figura legendaria, célebre por su tenacidad y dedicación a la causa anticastrista. En diversas oportunidades también ha trabajado para las agencias de seguridad de Venezuela, El Salvador y Guatemala, porque ``quería luchar contra los comunistas, contra los que ayudaban a Cuba''.

El gobierno cubano lo considera un terrorista y un ``criminal monstruoso'', responsable de numerosos actos de violencia contra instalaciones y personal del gobierno, tanto en la isla como fuera, y le ha pedido a Estados Unidos que obstruya sus actividades.

Posada admitió con orgullo haber organizado la colocación de las bombas en los hoteles el año pasado. El los describe como actos de guerra cuyo fin es derrocar a un gobierno totalitario, privándolo de turismo y de inversiones del exterior.

``No queríamos hacerle daño a nadie'', dijo. ``Sólo queríamos crear un escándalo para que los turistas no sigan yendo. No queremos más inversiones extranjeras allí''.

Dijo también que la intención al poner las bombas era crear dudas en el exterior sobre la estabilidad del régimen, hacer que el gobierno de Cuba pensara que él tiene operativos en los cuerpos militares y fomentar la oposición interna. ``La gente ya no tiene miedo de hablar'', explica él. ``Hablan abiertamente, en la calle. Pero hace falta algo que encienda el fuego, y esa es mi meta''.

Durante varios meses, las bombas hicieron disminuir el turismo, por cierto. Con alguna pesadumbre, Posada describió la muerte del turista italiano como un accidente inesperado, pero afirmó también que tiene la conciencia limpia, y dijo: ``Duermo como un niño''.

``Es triste que haya muerto alguien, pero no podemos parar'', continuó diciendo. ``Ese italiano estaba donde no debía cuando no debía''.

En La Habana en septiembre pasado, las autoridades arrestaron a un salvadoreño de 25 años, Raúl Ernesto Cruz León, y lo acusaron de haber puesto bombas en media docena de hoteles. Posada dice que Cruz León, a quien describe como ``mercenario'', estaba trabajando para él, pero añadió que ``quizá una docena'' de otros que le rinden cuentas siguen en libertad.

Dijo además que lo de las bombas se organizó en El Salvador y en Guatemala. Los explosivos se consiguieron mediante sus contactos allí, y sus subordinados a su vez reclutaron mensajeros como Cruz León para introducir los explosivos en Cuba y detonarlos en lugares cuidadosamente escogidos.

``Todo está separado en compartimientos'', afirmó. ``Yo conozco a todo el mundo, pero ellos no me conocen a mí''.

``Esto fue una operación dentro de Cuba'', añadió, y explicó que ahora está tratando de buscar otro modo de perjudicar la economía cubana y demostrarle al pueblo que la maquinaria de seguridad de Castro no es todopoderosa ni omnisciente. Y vaticinó que ``habrá noticias emocionantes pronto''.

Dijo también que tiene varias operaciones en curso, incluyendo una que resultó en la captura de tres de sus colegas en Cuba a principios de junio: ``Castro lo ha mantenido en secreto, no sé por qué''.

En respuesta a varias preguntas sobre detalles operativos que obviamente no quería contestar, dijo bromeando: ``Me acojo a la Quinta Enmienda''.

Aunque accedió a que se grabaran las entrevistas con él, no dejó que le tomaran fotos. Dijo que no quería suministrarles ninguna información que ayudara a los agentes del gobierno cubano a identificarlo. ``He durado tanto porque nadie sabe el estado en que estoy. Sin retratos de mi linda cara me he podido mantener vivo durante mucho tiempo''.

Atentado en Guatemala

En Guatemala en 1990 lo atacaron y lo hirieron gravemente, en lo que él describe como un intento de asesinato fraguado por sus enemigos de los servicios de inteligencia de Cuba. Le dieron varios balazos, uno de los cuales le rompió la mandíbula y casi le cortó la lengua. Tuvo que someterse a varias operaciones de reconstrucción quirúrgica.

Dijo que durante su larga convalecencia en El Salvador, algunos de sus gastos los pagó Hernández, el actual presidente de la directiva de la FNCA, a quien describió como ``un gran patriota cubano y querido amigo''. Agregó que el año pasado, un cirujano de Houston a quien también describió como amigo suyo, viajó a El Salvador y le hizo otras operaciones.

Posada describió en detalle casos en los que ha recibido el apoyo de los dirigentes de la FNCA durante su carrera. Dijo que Mas ayudó a organizar su fuga de la cárcel en Venezuela en 1985, y que después lo ayudó a establecerse en El Salvador, donde se unió a la operación dirigida por la Casa Blanca que dio lugar al escándalo llamado Irán-contras.

Y comentó: ``El dinero que recibí cuando me escapé de la cárcel no fue mucho, pero fue mediante Jorge''.

Dijo además que Mas estaba muy al tanto de que él estuvo detrás de las bombas de los hoteles en Cuba. Pero, según él, los dos tenían un viejo acuerdo de no discutir detalle alguno de cualquier operación en la que él estuviera involucrado.

Miedo al teléfono

``Jorge nunca conoció a ninguno de los operativos, nunca. Si uno le pedía dinero, él decía: `No quiero saber nada'. Nada se discutía con detalles específicos, porque él era lo suficientemente inteligente como para saber quiénes sabían hacer las cosas y quiénes no sabían''.

Añadió que Mas ``le tenía miedo al teléfono. Esas cosas no se discuten por teléfono''.

Al preguntársele cuándo fue la última vez que visitó Estados Unidos, respondió con una carcajada y con otra pregunta: ``¿Oficial o extraoficialmente?''. Un funcionario del Departamento de Estado dijo que, según los informes, Posada visitó Miami en el verano de 1996.

Admitió que tiene por lo menos cuatro pasaportes, todos con nombres distintos. Se considera ciudadano venezolano, pero tiene un pasaporte salvadoreño con el nombre de Ramón Medina Rodríguez, el nombre de guerra que adoptó durante el asunto Irán-contras, y un pasaporte guatemalteco con el nombre de Juan José Rivas López.

También admitió con renuencia que tiene un pasaporte estadounidense. Pero no quiso hablar de cómo lo consiguió ni dio el nombre que dicho pasaporte lleva. Dijo que sólo lo usa de vez en cuando para visitar Estados Unidos ``extraoficialmente'', y que una vez lo usó para obtener refugio en la embajada de Estados Unidos cuando lo sorprendió una revolución en el oeste de Africa, en Sierra Leona.

``Tengo muchos pasaportes'', dijo riendo. ``No es ningún problema''.

Y añadió: ``Si quiero ir a Miami tengo distintos modos de hacerlo. Pero no voy. Uno no puede controlar a los agentes de Aduanas, y ellos pueden hacer lo que quieren''.

``Y entonces'', concluyó, ``las amistades de uno no pueden ayudar''.

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