Cuando EE.UU. pidió a Centroamérica mano dura con su ex agente Posada Carriles
POR GABRIEL MOLINA
EL presidente Clinton advirtió a los gobiernos de Centroamérica
en 1998
sobre el terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles, pero no le
hicieron caso.
La detención de Posada durante la reciente Cumbre de Panamá
y las
revelaciones sobre cómo él se movía impunemente en
la zona,
incluyendo a Miami, incitan a analizar las razones de aquella insólita
desobediencia al Presidente de Estados Unidos.
En efecto, funcionarios de la CIA y del Departamento de Estado de
EE.UU. fueron encargados por la Casa Blanca de hacer algo acerca de la
presencia del conflictivo personaje en la zona, y varios periódicos
de la
región se hicieron eco del insólito mensaje. El diario Nuevo
Herald, por
ejemplo, reproducía en septiembre 30 de las palabras de los enviados
del
gobierno: "No es un protegido de Estados Unidos, pese a haber
trabajado para la CIA en los años 60 y para la campaña de
Oliver North
de apoyar a los rebeldes antisandinistas de Nicaragua con ayuda desde El
Salvador entre 1986 y 1988. Washington espera que los funcionarios
locales investiguen los ataques y conspiraciones anticastristas de Posada,
y lo encausen de ser posible".
Y añadía el periódico: "Posada ha vivido casi abiertamente
en
Centroamérica desde hace 13 años, e inclusive ha trabajado
para ex
presidentes de El Salvador y Guatemala, aunque es un fugitivo buscado
por haber puesto presuntamente una bomba en un avión cubano que
costó la vida de 73 personas. Recientemente admitió haber
organizado
las bombas que explotaron en La Habana el año pasado".
Ciertamente el gobierno no las tenía todas consigo. En esos días,
las
revelaciones
de Carriles al New York Times (NYT) habían sembrado la alarma. Uno
de los puntos fuertes y a la vez débiles de la propaganda norteamericana,
el terrorismo, había sido usado para fines inconfesables por órdenes
de
la CIA, según confesaba este conocido oficial de la Agencia. Era
necesario tomar distancia.
El mensaje aludía, por tanto, a "la fuerte oposición de Estados
Unidos a
la realización de actos terroristas contra Cuba... Nos gustaría
que [los
dirigentes centroamericanos] tomaran acciones policiales contra las
personas o grupos que estén realizando semejantes actos desde su
territorio", dijo un funcionario al Herald en septiembre.
Los oficiales de Seguridad en Honduras y El Salvador confirmaron al
periodista Glenn Garvin que los diplomáticos y funcionarios de la
CIA
norteamericanos asignados a las embajadas locales comenzaron a
transmitir enérgicas advertencias sobre Posada a mediados de agosto
de
ese año 98.
``Obviamente, era un mensaje duro'', comentó un funcionario de
seguridad en Honduras. Pero ¿qué ocurrió entonces?
Posada, que ahora tiene unos 72 años, escapó de una cárcel
venezolana
en 1985 donde cumplía sanción por la bomba en un jet cubano
que
costó la vida de las 73 personas a bordo. Luego se asentó
en El
Salvador, aunque también ha vivido en Guatemala y Honduras.
En julio del 98 el Herald se refería a la entrevista al NYT donde
Posada
reconoció haber contratado al salvadoreño Raúl Ernesto
Cruz León,
arrestado en Cuba en 1997, quien confesó haber puesto media docena
de bombas en centros turísticos de La Habana. Otros reportes del
diario
floridano también lo han vinculado con intentos de contratar a
guatemaltecos para hacer estallar bombas en Cuba ese 1997 y con otros
esfuerzos para matar a Fidel en Colombia, Venezuela y en República
Dominicana.
TIMES: FBI NO INVESTIGO LOS PLANES DE ATENTADO
El ingeniero de 65 años, Antonio Jorge Alvarez (Tony), quien dirigió
las
actividades de WRB Enterprises en Guatemala y tuvo allí contactos
con
Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano, dijo al New York
Times en esos días que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI)
al
parecer no investigó a fondo las denuncias de que se preparaba un
atentado contra el líder cubano en la Cumbre Iberoamericana en isla
Margarita, Venezuela.
``He arriesgado mi negocio y mi vida, y ellos no hicieron nada'', declaró
Alvarez en un informe publicado sobre las actividades de Luis Posada
Carriles.
Alvarez, quien reside en Greenville, Carolina del Sur, indicó que
en 1997
informó a los servicios de Inteligencia de Guatemala y Venezuela,
y al
FBI, de que Posada y un grupo de personas que entonces trabajaban en
su fábrica, preparaban atentados contra el Presidente de Cuba y
una
campaña de bombas contra hoteles turísticos dentro de la
Isla.
La reacción de las autoridades venezolanas fue inmediata. Expulsaron
a
todos los cubanos que llegaron a Margarita para la Cumbre que se
celebró en noviembre y registraron con mucho cuidado las instalaciones
en busca de armas y explosivos.
Posada había trabajado como jefe de operaciones del Servicio de
Inteligencia venezolano, antes de ser condenado por el atentado contra
un avión de pasajeros cubano que salía de Barbados en 1976.
En 1985
escapó de la prisión con la ayuda de Jorge Mas Canosa, presidente
de la
Fundación Nacional Cubano-Americana, según confesó
Carriles al New
York Times.
Sin embargo, la reacción de Estados Unidos fue ``sorprendentemente
indiferente'', agrega el diario, el cual confirma que un agente se puso
en
contacto desde Miami con Alvarez, pero nunca el FBI ni la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) le interrogaron sobre la información
que
decía tener.
``Me dijo que mi vida estaba en peligro, que era gente muy peligrosa y
que abandonara a Guatemala. Nunca volví a saber nada de ellos'',
declaró Alvarez.
Justo antes de la Cumbre, la Guardia Costera de Estados Unidos detuvo
en Puerto Rico una embarcación con cuatro hombres, y el líder
del
grupo, Angel Alfonso Alemán, de Union City, aseguró que tenían
la
misión de matar a Fidel en isla Margarita.
Las investigaciones posteriores confirmaron que el bote era propiedad de
dirigentes de la FNCA, y que una de las armas estaba registrada a
nombre del presidente de esta organización.
The New York Times escribió que si el FBI hubiera entrevistado al
empresario Alvarez, hubiese conocido cómo Posada planeaba los
atentados y conocido las conexiones entre este grupo y otros de exiliados
cubanos en Union City, Nueva Jersey.
En la entrevista al Times, Posada describió al agente del FBI que
llamó a
Alvarez, Jorge Kiszinski, como ``un muy buen amigo'' al que conoce
desde hace tiempo, y consideró que no investigaron más por
las buenas
relaciones que mantenía.
En la carta que mandó a las autoridades guatemaltecas alertando
del
complot, y que llegó a manos del FBI, Alvarez explica que dos de
sus
empleados, el exiliado cubano José Francisco (Pepe) Alvarez y el
militar
retirado guatemalteco José Burgos, habían conversado al respecto
con
Posada.
Y no sólo eso. Señala haber visto cómo Posada les
entregaba mucho
dinero para que compraran detonadores y relojes para la fabricación
de
artefactos explosivos, y observado en su posesión explosivos plásticos.
En otra ocasión, conoció a otros dos individuos guatemaltecos,
Marlon
González y Jorge Rodríguez, que, según reconoció
más tarde Posada,
eran los encargados de fabricar las bombas que fueron utilizadas en La
Habana en abril de 1997.
Posada dice que tardó ``uno o dos meses'' en organizar todos los
atentados, e insinuó que el material fue introducido en la Isla
utilizando
la visita de un circo mexicano y a un mecánico de la aerolínea
``Aviateca'' que vuela a La Habana, entre otros métodos.
Alvarez también interceptó un fax de `Solo', uno de los nombres
de
guerra de Posada, que reproduce el diario, en el cual se muestra
frustrado porque los diarios estadounidenses no están publicando
la
campaña de bombas contra los hoteles de la Isla.
``Necesito todos los datos de la discoteca para tratar de confirmarlo.
Si
no hay publicidad no hay pago. Espero noticias hoy mismo. Mañana
estaré fuera dos días. Reciban un saludo. Solo'', dice el
fax enviado en
agosto del 97 y que fue obtenido por The New York Times de fuentes
venezolanas.
EL TIMES USO A LA CIA PARA INVESTIGAR A MAS
CANOSA
El diario reveló que había utilizado los expedientes que
la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) y la Oficina Federal de Investigaciones
(FBI) tienen acerca de Jorge Mas Canosa, el fallecido líder de la
Fundación Nacional Cubano-Americana, y sobre Luis Posada Carriles
como fuentes para la serie de reportajes en los que se revelan las
estrechas relaciones entre ambos personajes.
El Times aseguró que sus fuentes incluyen también el testimonio
de
cerca de 100 personas, 13 horas grabadas de entrevistas y
conversaciones con Posada, archivos de inteligencia, declaraciones
juradas, la autobiografía de Posada e incluso documentos suyos
firmados de puño y letra.
El diario reiteró su ``apoyo y confianza'' en los autores de los
artículos,
el corresponsal en Miami, Larry Rohter, y la periodista independiente
Ann Louise Bardach.
Posada Carriles afirmó en los reportajes haber recibido dinero para
sus
actividades de la FNCA y su fallecido líder, Mas Canosa. Jorge Mas
Santos, el hijo mayor de Mas Canosa, convocó a una rueda de prensa
al
día siguiente de publicarse los dos reportajes, en la cual "rechazó
las
alegaciones y acusó a los periodistas del Times de fundamentar sus
reportajes en una fuente sin credibilidad".
Un ejecutivo del New York Times dijo 24 horas después que el diario
no se retractaría de los reportajes.
``No creo que haya que responder o aclarar algo —dijo el subdirector
Bill Keller a El Nuevo Herald—. La historia habla por sí sola y
estamos
muy contentos con nuestros reporteros. (Larry Rohter, corresponsal del
diario en Miami, y Ann Louise Bardach, reportera independiente.) Han
hecho un excelente trabajo.''
Bardach fue autora de un extenso reportaje publicado en la revista New
Republic en octubre de 1994, y que fue objeto de una demanda legal por
parte de Mas Canosa, porque en la portada de la publicación apareció
un
titular que decía ``El mafioso miamense de Clinton'', refiriéndose
al
fallecido líder de la FNCA.
Dos años más tarde, Mas y New Republic llegaron a un acuerdo
fuera
de corte y la revista pagó $100 000 a la FNCA. Aunque la publicación
se
disculpó por el titular, jamás se retractó del contenido
del reportaje.
Posada decía en el reportaje que los directivos de la Fundación,
Francisco ``Pepe'' Hernández y Manuel Foyo, entre otros, le enviaban
dinero para sus gastos personales.
The New York Times citó a Posada Carriles diciendo que Mas Canosa
y
la FNCA le habían suministrando el dinero utilizado para financiar
al
menos 11 explosiones en hoteles e instalaciones turísticas cubanas.
``Jorge controlaba todo. Siempre que necesitaba dinero, él decía
que me
lo mandaran, me daba $5000, me daba $10 000, me daba $15 000, y
me lo mandaban'', dijo Posada, citado por The New York Times.
``Tenemos tres días de conversaciones grabadas con el señor
Posada, en
las cuales él dice que las bombas en los hoteles y otros actos fueron
apoyados por líderes de la Fundación'', dijo Nancy Nielson,
de
relaciones corporativas del diario.