Solo pedimos que cese la impunidad
Es el reclamo de Francisca Francia y de Lissette Díaz, esposa
e hija de Artaignán Díaz Díaz, asesinado en Mérida
en julio de
1976 durante el intento de secuestro del cónsul cubano en esa
ciudad mexicana
Emilio del Barrio Menéndez
Aquel día de carnaval de julio de 1976, Lissette Díaz Francia
vio
acercarse al lugar donde ella y su familia disfrutaban de las fiestas
a un grupo de compañeros de su padre, Artaignán Díaz
Díaz, quien
se encontraba en Mérida, México, en funciones de trabajo
y que
estaba por regresar.
No más verlos y comenzar a exclamar con alegría: "Llegó
mi
papá, llegó mi papá". Su papá no estaba en
el grupo de
compañeros de la Flota Camaronera del Caribe. Se
cercenó su alegría.
Algo que no comprendió de inmediato desde sus nueve años
comenzó a suceder, aunque percibió, por instinto, algún
mal
presagio. Los compañeros, con rostros tristes, acompañaron
a
Francisca Francia, su mamá, hasta su casa. A Lissette, junto a su
hermana Esperanza, la llevaron al hogar de un vecino.
La noche se enlutó más allá de su negrura: el esposo
de Francisca,
el padre de Lissette, Esperanza y Enrique había sido asesinado en
Mérida por un grupo de contrarrevolucionarios de origen cubano.
Las garras ensangrentadas de Orlando Bosch y Luis Posada
Carriles, con su cobardía característica, participaron en
la
organización de la acción; pero, como siempre, no dieron
la cara,
no formaron parte del comando.
El hecho se produjo durante el intento de secuestro de quien fungía
en esos momentos como cónsul de Cuba en Mérida. Artaignán
se
encontraba con él. Se frustró el secuestro; pero las armas
asesinas dispararon. El padre de Lissette cayó sin vida.
Los disparos también destrozaron a una familia cubana, otra más.
Nunca, jamás pudo ser la misma, a pesar de la alegría del
nacimiento de tres niños, hijos de las dos hermanas y nietos de
Francisca.
Lissette comentó: "durante estos 24 años, mi madre y mis
hermanos hemos estado esperando el momento en que llegara la
hora en que se pudiera hacer justicia. Parece que ha llegado. Junto
a Posada Carriles está preso en Panamá, uno de los que disparó
contra mi padre, Eugenio Jiménez Escobedo.
"Ningún juicio, por justo que sea, ninguna condena, le quitará
el
dolor y la tristeza a mi familia, ni le devolverá la vida a mi padre;
pero eso sí, acabará con tantos años de impotencia,
de impunidad
y evitará que macabros personajes, como estos, continúen
regando dolor, sufrimiento, sangre en su paso por el mundo.
"Por eso comprendí perfectamente la posición cubana, los
planteamientos de Fidel en la Cumbre de Panamá relacionados con
la resolución de condena al terrorismo. Ese flagelo de la
humanidad, de cualquier índole que sea, se practique contra quien
sea, no solo debe ser condenado, sino combatido hasta las últimas
consecuencias.
"Lo digo con toda la autoridad que me da ser, junto a toda mi
familia, una víctima del terrorismo de Estado, que aquel atentado
en
el que cayó mi padre no es otra cosa.
"Yo no reclamo sangre, ni exijo venganza, solo pido apoyo de las
personas honestas del mundo, solidaridad, en esta lucha contra la
impunidad, y a favor de la justicia."