Toledo: 'Soy indio, terco y rebelde'
El candidato presidencial peruano propone un neoliberalismo
con
preocupación social
PLINIO APULEYO MENDOZA
LIMA / El Nuevo Herald
Si nada inesperado ocurre en los próximos dos
meses, puede decirse que Alejandro Toledo tiene la
presidencia del Perú en su bolsillo. Las encuestas le
dan una considerable ventaja sobre sus opositores.
La campaña electoral, es cierto, apenas está
calentando motores. Lima tiene aún la cara limpia, sin carteles
electorales. Sólo
algunos letreros, escritos de prisa en unos cuantos muros, recuerdan:
``Toledo
sí es peruano'' (en alusión a la nacionalidad japonesa
recobrada ahora por el ex
mandatario Alberto Fujimori).
Pero, aparte de conocer su terca posición en contra del régimen
de Fujimori,
¿Cuáles son sus planes para un posible gobierno a partir
del 28 de julio de este
año?
Dos corrientes políticas se enfrentan hoy en el mundo, incluyendo
a
Latinoamérica: socialismo y liberalismo. ¿Con cuál
de ellas se identifica usted?
Con ninguna de las dos. Son paradigmas rotos.
¿De veras? No estará usted, con esta respuesta, saliéndose
por la tangente
como su compatriota, el presidente Velasco Alvarado, cuando dijo que
él no era
de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario?
(La broma no parece caerle bien. Repentinamente, responde, serio.) Le
voy a
decir muy francamente que mi propuesta es moderna y atrevida. Por eso
he
llegado donde estoy.
¿En qué consiste el atrevimiento?
Pues en esto: yo creo que hoy es posible manejar la economía
con
responsabilidad, de la manera que llaman liberal. Creo que se puede
manejar la
política monetaria y fiscal disciplinadamente, tener los precios
en su lugar,
impulsar las privatizaciones y la inversión privada nacional
y extranjera
respetando las reglas del juego y, en especial, la seguridad jurídica.
Hasta ahí, todo eso es liberalismo. O neoliberalismo, para usar
esa mala
palabra.
Si, pero es que eso no es incompatible con una profunda preocupación
social,
como la tengo yo. Y eso no me hace socialista ni me hace liberal. Hay
que
manejar bien la economía para invertir en el área social.
Si la economía no
crece, ¿con que voy a dar salud y mejor educación a mi
gente?
Y el Estado, ¿cómo deberá ser?
Chiquito, moderno, fuerte.
Chiquito... ¿Quiere decir que va disminuir la burocracia? Eso,
en el primer
momento, podría incrementar el desempleo.
Para reducir el Estado hay que reformarlo. El Estado necesita concentrarse
en
cuatro grandes áreas: educación, salud, nutrición
y seguridad ciudadana. Y tiene
aún otra gran responsabilidad: construir un clima propicio de
estabilidad jurídica
para atraer las inversiones nacionales y extranjeras y darle al sector
privado la
responsabilidad de hacer crecer la economía, pero en condición
de ser
competitivo.
Un gran problema del Perú y de cualquiera de nuestros países:
la pobreza.
¿Cuántos pobres hay en su país?
Trece millones de pobres. Y ahí está la guerra frontal
que debo librar. Mire, soy
indio, terco y rebelde. Pero con cabeza. Eso me permitió derrotar
a Fujimori.
Hoy en día esa misma terquedad, ayudada por mi profesión
de economista, me
permitirá enfrentar la lucha contra la pobreza.
¿De qué manera?
Primero, con la generación de trabajo, y ya le dije qué
condiciones se necesitan
para que la economía crezca y se produzcan nuevas ofertas de
empleo. Luego,
dándole un impulso muy fuerte a la educación.
¿Piensa reducir el Ejército y los gastos militares? El
Perú parece haber resuelto
sus problemas con Ecuador y Chile, problemas que lo obligaban a tener
un
Ejército de ciertas dimensiones.
Primero, déjeme decirle que los acuerdos con Ecuador y con Chile,
si bien es
cierto que los firmó Fujimori, son capítulos cerrados.
Nos conviene que así sea,
no sólo por amar la paz, sino porque al dejar de comprar armamento
podemos
invertir más en educación. Además, el momento
es propicio para redefinir la
función democrática de las Fuerzas Armadas. Ahora bien,
aquí no pueden haber
decisiones unilaterales. Esa política --la de reorientar los
recursos que se
empleaban en gastos militares hacia la inversión social-- debe
formar parte de un
acuerdo regional. Pero lo haremos consultando a los militares.
¿Piensa mantener el asistencialismo social? Me dicen que hoy
en día se ayuda
a millones de pobres con desayunos gratis.
En el corto plazo, mientras tengamos una economía en recesión,
no podemos
desenchufar. Es como si se le estuviera dando a usted suero por las
venas y sin
que se haya curado, se le quitara. Vamos a repotenciar los comedores
populares y el [programa del] vaso de leche [para los niños].
Sin embargo, como
filosofía de gobierno, no soy partidario de regalar pescado.
Prefiere dar cañas de pescar.... ¿Qué piensa hacer
con las comunidades
indígenas? ¿Cómo facilitarles su ingreso a la
modernidad sin que pierdan su
identidad cultural?
Hoy en día no es incompatible ser moderno, global, competitivo,
cibernético, con
la identidad cultural. Le doy una primicia. Vamos a restituir el quechua
como una
segunda lengua nacional. Necesitamos anclar en nuestras raíces,
pero sin
cerrarnos al mundo.
A propósito: uno advierte que el Perú es un país
con una fuerte fractura social y
aún racial. ¿No incrementará usted esa fractura
insistiendo en su condición de
``cholo''? Por ese camino, va a ser difícil que el Perú
vuelva a tener un presidente
blanco. ¿No será ello un racismo al revés?
(En un tono sarcástico.) No, no le tengan miedo al 95 por ciento
de los peruanos
que al fin le tocó su turno. No, el mío no es un tema
racial; es el de la igualdad
de oportunidades.
¿Cómo ve el Plan Colombia? ¿Con inquietud?
Por una parte, lo veo con inquietud y preocupación. Pero admito
que allí, en
Colombia, hay un problema serio que se debe resolver. De todas maneras,
he
expresado mi solidaridad con los colombianos y con el Plan Colombia.
Espero
que en él cuente más el componente social que el militar.
Siempre he admirado
cómo la sociedad colombiana ha logrado convivir con una violencia
endémica sin
que la economía deje de crecer.