Noriega pide liberación anticipada
DAVID LYONS
The Miami Herald
El general Manuel Noriega, que está cumpliendo una sentencia
de 40 años
de cárcel por cargos de narcotráfico, quiere que
se le ponga en libertad
antes de cumplir toda su sentencia.
En una corte federal de Miami el martes, Noriega hizo la solicitud
a un juez
federal, con la ayuda de los testigos menos pensados: un ex embajador
norteamericano en Panamá, un agente de la Agencia Central
de
Inteligencia (CIA) retirado, y un coronel de la Fuerza Aérea,
también
retirado.
Todos testificaron que el depuesto hombre fuerte de Panamá,
aunque es
un ex dictador que eliminó las elecciones, entorpeció
la democracia y se
comportó en forma brutal con sus oponentes, realizó
una serie de buenos
trabajos para que los intereses de Estados Unidos en América
Latina
avanzaran, argumentando que por eso se le debería poner
en libertad y
dejar que regresara a Panamá o viajar a cualquier otro
país que escogiera.
Para Noriega, su solicitud ante el juez de distrito William Hoeveler
para
que se reduzca su condena fue su último esfuerzo para
pedir clemencia.
Sus anteriores peticiones han sido escuchadas y rechazadas. Si
Hoeveler,
que el martes sometió a estudio la solicitud, rechaza
el pedido del general,
Noriega entonces dependerá de lo que la junta de libertad
bajo palabra
decida.
En noviembre de 1997, los funcionarios de libertad bajo palabra
escucharon
argumentos similares para ponerlo en libertad, pero la rechazaron.
Para
enero de 2000, se ha fijado otra audiencia. En caso que se tome
una
decisión favorable a Noriega, el ex general panameño
sería elegible para
ser puesto en libertad en 2013, fecha que cumpliría 78
años.
A los fiscales adjuntos, Michael Sullivan y Guy Lewis, dos de
los fiscales
que convencieron a un jurado para que condenara a Noriega, no
les
pareció nada bien la solicitud para acortar la sentencia.
Lewis le dijo al juez que a través de sus solicitudes de
clemencia, Noriega
no ha expresado ``ningún arrepentimiento ni pena''. Además,
dijo Lewis, la
sentencia de Noriega debe esperar su turno en otros casos de
narcotráfico
en el sur de la Florida en los que los acusados recibieron largas
sentencias
de cárcel.
Sin embargo, los abogados defensores Frank Rubino y Jon May, que
defendieron a Noriega en la corte, dijeron que ya se había
hecho justicia, y
que era hora de otorgar clemencia.
``El general espera vivir 15 años más para asistir
a otra audiencia'', dijo
Rubino, refiriéndose a que Noriega podría ser elegible
para ser puesto en
libertad por buena conducta.
Rubino dijo que llegó el momento de enfatizar las cosas
buenas que
Noriega hizo durante su carrera como jefe del servicio de inteligencia
de
Panamá y líder de las fuerzas armadas.
Durante el testimonio del martes, los testigos señalaron
que Noriega ya ha
cumplido bastante tiempo en la prisión, y que ya no representa
ninguna
amenaza para la sociedad. Noriega, que en 1992 recibió
el status de
prisionero de guerra por parte de Hoeveler, ha estado preso en
una prisión
federal en el sur de Miami-Dade desde que se rindió en
enero de 1990.
Arthur Davis, que fungió como embajador desde 1986 hasta
finales de
1989, cuando más de 20,000 soldados norteamericanos invadieron
a
Panamá, declaró que antes de ocupar su cargo en
Ciudad de Panamá, las
autoridades en Washington le dieron órdenes y consejos
contradictorios
sobre cómo debía actuar con Noriega. Davis dijo
que el Departamento de
Estado quería que él promoviera la democracia en
Panamá, una misión que
nunca cumplió. Sin embargo, las fuerzas norteamericanas
de inteligencia, y
en particular el difunto William Casey, director de la CIA, consideraban
que Noriega era una fuente importante de información.
``Quiero decirles que Noriega representa la idea que tengo de
un perfecto
hombre de inteligencia'', recuerda Davis que le dijo Casey. ``Es
mi
muchacho, mi protegido''.
Donald Winters, ex jefe de la CIA en Panamá, dijo que Noriega,
por el
contrario, es ``prisionero de Estados Unidos'', refiriéndose
al título del libro
de memorias que Noriega escribió, con la ayuda del periodista
Peter
Eisner.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald