Panamá manda al infierno a los "diablos rojos''
FRANCO ROJAS / EFE
PANAMA
El ministro de Gobierno y Justicia, Winston Spadafora, ha decidido poner
fin a
uno de los mayores purgatorios de los panameños, el transporte,
y para ello
mandó al infierno a los ``diablos rojos'', los autobuses bajo
cuyos neumáticos
han muerto cientos de peatones.
Se acabarán las carreras salvajes en medio de calles atestadas
de vehículos, se
respetarán las luces rojas de los semáforos, se conducirá
por su vía y ruta, los
choferes tendrán que afeitarse, asearse, usar uniforme y asistir
a cursos de
relaciones humanas.
Estas son algunas de las condiciones por las cuales el ministro Spadafora
pactó
con los transportistas la unificación de la tarifa a $0.25,
que empezó a regir
desde el jueves, y que ha provocado violentas manifestaciones callejeras
de los
estudiantes, que consideran la medida un ``golpe'' a sus bolsillos.
Durante veinte años la población ha pagado una tarifa
del transporte público de
entre $0.15 y $0.20, precio que los dueños de los ``diablos
rojos'' dicen que ya
no pueden sostener.
Spadafora ha dado a los transportistas un plazo de seis meses, divididos
en tres
etapas, para que eliminen de sus máquinas las ``troneras'' (tubos
de escape
abiertos), las calcomanías obscenas, las frases con doble sentido,
satánicas o
que hagan alusión a la muerte.
Muchos ``diablos rojos'', que por su condición mecánica
pueden ser salvados,
tendrán que ir a una especie de ``purgatorio'', donde se les
limpiará de retratos
de mujeres desnudas, frases obscenas, satánicas y otras, pero
muchos, por su
estado deplorable, irán al ``infierno'', como le llaman a los
cementerios de
chatarras.
Entre las frases que se podían leer durante un viaje a bordo
del autobús
``Príncipe Dorado'' estaban algunas como ``vivo de la envidia'',
``dichoso Adán
que no tuvo suegra'', ``pídele a Dios el cielo porque el infierno
ya lo viviste aquí'' y
``a favores no me niego, pero de las gracias no vivo''.
El pasajero podrá disfrutar ahora de un dulce sosiego y recordar
como pesadilla
cuando debía soportar una velocidad de vértigo, la música
salsa y el ``reggae''
que le rompía los tímpanos y terminaba mareado con las
luces rojas, violetas,
amarillas intermitentes que giraban sobre el techo interior cual discoteca
ambulante.
Tampoco irá como ganado a bordo de los autobuses, porque el titular
de
Gobierno y Justicia ordenó colocar una barra segura o asidero
para los pasajeros
y un número de teléfono visible a donde pueden dirigir
sus quejas.
Los conductores, con las nuevas disposiciones, también tendrán
que dejar el
machete en casa, el bate de béisbol, el martillo oxidado o el
cuchillo de cocina
que usaban como ``herramientas de trabajo'' contra algún pasajero.
Una medida que ha permitido un respiro de alivio moderado entre pasajeros,
peatones y automovilistas ha sido el hecho de que ahora los ``diablos
rojos''
deberán tener un seguro obligatorio de vida para los usuarios
y otro para pagar
daños a terceros.
A juicio de los miembros de la organización no gubernamental
``Seguridad pro
Ciudadana, Orden y Disciplina'', la tarea encomendada a los transportistas
será
``titánica'', porque es muy difícil lograr los cambios
en un corto plazo.
En una de las últimas tragedias causadas por el exceso de velocidad
de los
``diablos rojos'' murió el pasado jueves el médico Ismael
González, de 31 años,
y otras sesenta personas resultaron heridas cuando un autobús
perdió el control
y se estrelló contra otros dos vehículos.