El paciente José Martí
Un joven galeno revisa la correspondencia de José Martí para indagar acerca de las enfermedades del Apóstol
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Fotos: José la Rosa y archivo del entrevistado
CIEGO DE ÁVILA.— Días después del envenenamiento,
José Martí le confesaba por carta al
General Serafín Sánchez: “(...) mi estómago
no soporta aun alimento, después de un mes”. Las
líneas son claras en cuanto al sufrimiento del Apóstol;
mas, para un médico, la misiva todavía
guarda sus misterios.
“¿A qué se refería cuándo dijo que
no soportaba ningún tipo de comida?”, se interroga el doctor
Dagoberto Álvarez Aldana. “¿Padecía de gastritis
o los síntomas eran de otra dolencia?”
Para este galeno, de 35 años y especialista de Primer Grado
en Endocrinología y Medicina General
Integral, seguir las dolencias de José Martí por
su correspondencia resulta una tarea difícil y, a
ratos, escurridiza; pero el análisis de las mismas puede
aclarar una serie de puntos poco
estudiados sobre la vida del Maestro.
“Él era un poeta hasta en las circunstancias más
íntimas —apunta el doctor Álvarez—, por ello
resulta difícil, al paso del tiempo, arrancarle la verdad
a las imágenes literarias que utilizó. Por
ejemplo, en una carta a Juan Bonilla, fechada el 8 de agosto
de 1890, en las montañas de Castkill,
donde lo enviaron a recuperarse, escribió: ‘ya no me queda
nervio quieto (¿qué quería decir?)..., ya
yo me voy muriendo, mi querido Juan. Los pulmones se me quejan
y el corazón salta más de lo
que debe’. ¿A qué se refería con lo de los
pulmones? ¿Tenía falta de aire (disnea) o dolor en punta
de costado? Y con lo del corazón, ¿tenía
taquicardia, como síntoma de algo más complicado?
¿Cuál era en realidad su padecimiento?
“Al parecer, Martí nunca precisó en sus cartas qué
enfermedad tenía; esa es una de las dificultades
para perfilar su historia clínica. Podemos encontrarnos
con una misiva dirigida a don Miguel Tedín el
13 de septiembre de 1890, que es un ejemplo de su hermetismo.
Dice: ‘Mi enfermedad porque
estoy enfermo, es el horror de la tinta.’ Podemos hacer muchas
conjeturas y al final volver a la
misma pregunta: ¿Qué tenía Martí
en ese momento?”
SE NECESITA MÁS DE UNO
El doctor Dagoberto Álvarez inició las indagaciones
sobre el historial clínico de José Martí en 1994.
Los primeros resultados los presentó en 1998, en el XXV
Seminario Juvenil Nacional Martiano,
celebrado en Santiago de Cuba. El trabajo, José Martí:
sus padecimientos físicos y las ciencias
médicas, recoge cronológicamente los padecimientos
del Héroe Nacional e intenta esbozar su
relación con las Ciencias Médicas, entre otros
aspectos.
Sus investigaciones en el tema continúan; sin embargo,
a medida que pasa el tiempo, una certeza
se hace más evidente. “Se necesita más de un profesional”,
apunta. “Hay que trabajar con un
equipo multidisciplinario; de lo contrario, en ocasiones, sería
muy difícil llegar a la verdad.
“La propia carta remitida al General Serafín Sánchez,
luego del envenenamiento, es prueba de ello.
El Maestro se confiesa incapaz de soportar cualquier alimento.
En mi opinión, se necesitaría, como
mínimo, la presencia de un historiador, un médico
y un toxicólogo para poder diagnosticar el tipo de
padecimiento, desde el punto de vista clínico. Lo mismo
ocurre con otras cartas”.
El doctor Dagoberto señala la ausencia de una hoja clínica
de José Martí, como una de las
principales dificultades a la hora de acercarse a sus dolencias.
También define varios factores a
tomar en cuenta.
“Uno de ellos es el presidio —expresa. Todo parece indicar que
Martí fue un niño sano. Sin
embargo, los trabajos en las canteras de San Lázaro lo
golpearon en la adolescencia, un momento
crucial en el desarrollo físico. No existen evidencias
de que Martí padeciera de alguna enfermedad
hereditaria. Ahora, ¿en qué situación quedó
su organismo después de la cárcel? Esa es una
pregunta que a ratos me hago; porque justo después del
presidio aparecieron una serie de
enfermedades que lo golpearon toda su vida. Por lo tanto, me
parece que hay que partir de ese
período a la hora de analizar su comportamiento clínico”.
Las inquietudes del médico avileño se sustentan,
en parte, por la comparación entre el número de
dolencias del Maestro y su cronología de vida. Gracias
a ese método y la graficación de los
resultados, se aprecia que Martí atravesó un período
de dolencias sucesivas hasta alcanzar la
mayoría de edad. Le siguió una etapa sin complicaciones
mayores hasta 1886, cuando se lanza a
la organización de la Guerra necesaria. A partir de ahí,
los males se dispararon con un punto crítico
entre 1891 y 1893, con unos seis padecimientos registrados de
manera casi sucesiva. Un vistazo a
la gráfica arroja un dato: el 30 por ciento de los 42
años de vida de José Martí, estuvo ocupado por
enfermedades.
SU GRAN AMIGO ERA UN MÉDICO
En el rastreo realizado a la edición de 1975 de las Obras
Completas, el doctor Dagoberto Álvarez
encontró 64 artículos dedicados a la Medicina.
De esa labor surgió su segundo trabajo, José Martí
y las ciencias médicas (compilación), presentado
en el XXX Seminario Juvenil Nacional de Estudios
Martianos.
En él están presentes los artículos periodísticos,
entre otros textos, del Maestro sobre la Medicina.
Están, por ejemplo, los comentarios a la obra de J. Leonard
Corning, Cansancio y agotamiento
del cerebro; las opiniones sobre el bacteriólogo francés
Louis Pasteur; sus consideraciones
acerca de la cirugía plástica, publicadas en la
crónica Un rostro rehecho, en La América, de
Nueva York, y los criterios sobre la salubridad en los que se
lee su cita: “La verdadera medicina no
es la que cura sino la que precave. La higiene es la verdadera
medicina”.
Al hojear los textos, salta la pregunta: ¿Cuál era
el origen de ese interés de Martí por las ciencias
médicas? Dagoberto, expresa: “Sin dudas que su inquietud
intelectual lo condujo a obtener
información en ese campo, más cuando a cada rato
tuvo que encontrarse con un médico. Por otra
parte, su labor como periodista lo obligó a seguir los
momentos importantes de las revoluciones
científico-técnicas que se operaron en el siglo
XIX y que tuvieron impactos en la Medicina. Por
último, no podemos olvidar que su gran amigo, Fermín
Valdés Domínguez, era médico”.
Pero los argumentos no se detienen. De un librero, en el que sobresale
un busto del Héroe
Nacional, el joven extrae un texto con portada amarilla. “Para
acercarse a la relación del Maestro
con la Medicina hay que empezar por aquí”, dice. Es un
folleto titulado Médicos en la vida de
Martí, editado en 1955 por el doctor César Rodríguez
Expósito, historiador del Ministerio de
Salubridad y Asistencia Social.
En el material se hace referencia al criterio de Gonzalo de Quesada
de que el Maestro nunca tuvo
historia clínica. Pero para el joven avileño, el
folleto tiene otro valor. “Nos menciona los médicos que
tuvieron una relación más directa con el Apóstol.
Valdés Domínguez; Carlos Sauvalle, con quien
hizo amistad en España, y, sobre todo, el doctor Ramón
Luis Miranda, el médico de Martí, como lo
llamaban los cubanos de la emigración, entre otros.
“Es posible que al revisar los testimonios de estos especialistas
se encuentren precisiones sobre
las dolencias de Martí. Ramón Luis Miranda, por
ejemplo, relata que lo atendió en la calle Oeste
No. 61, de la Avenida Columbus, aquejado de bronquitis. Dice:
‘(...) lo encontré en su modesto y
estrecho cuarto, postrado en cama, febril, nervioso’. ¿Cómo
el enfermo hubiera descrito su
padecimiento en una carta personal? De ahí la importancia
de indagar en la papelería de los
galenos”.
Sin embargo, a pesar de los misterios que rodean a la hoja clínica,
el doctor Dagoberto Álvarez es
concluyente en un punto: “Martí es grande no solo por
lo que hizo en el plano político y literario. Lo
es porque su historia es la de un hombre, que supera las dolencias
que constantemente
aparecieron en su camino. Por ello es necesario conocer con precisión
sus padecimientos, porque
nos brindarán la dimensión íntima de un
ser humano en la lucha por conquistar su cuerpo, con el
único recurso que tenemos a mano en estos casos: la voluntad”.
Al salir del presidio, José Martí padecía
de afecciones oculares y de una úlcera en el tobillo por la
presión de los grilletes. En abril de 1871, en España,
se le diagnosticó sarcoidosis, una
enfermedad con síntomas parecidos a los de la tuberculosis.
Fue operado en noviembre. Sin
embargo, su estado se mantuvo crítico; por lo que en julio
de 1872 era conducido de nuevo a la
sala de operaciones. La convalecencia lo obligó a posponer
los exámenes en la Universidad,
espera que se hizo eterna. A finales de 1875, ya en México,
sufrió otra recaída. Entre otros males,
la sarcoidosis lo atormentaba con infartos ganglionares. En 1876,
se le practicó otra intervención
quirúrgica, y al año siguiente padecía de
conjuntivitis crónica en ambos ojos. Paradójicamente, la
década de los ’80 del siglo XIX constituyó un período
de aparente calma clínica. En los ’90,
apareció otra enfermedad, la cual lo acompañaría
por el resto de su vida: la broncolaringitis (Nota
elaborada gracias a los datos contenidos en la investigación
José Martí: sus padecimientos
físicos y las ciencias médicas, del doctor Dagoberto
Álvarez Aldana).