El texto de la carta del presidente venezolano, Hugo Chávez,
al terrorista
Carlos Ilich Ramírez, ``El Chacal'', dice lo siguiente:
``Nadando en las profundidades de su carta solidaria pude auscultar
un poco
los pensamientos y los sentimientos. Y es que todo tiene su tiempo:
de
amontonar piedras, o de lanzarlas, de dar calor a la revolución
o de ignorarla;
de avanzar dialécticamente uniendo lo que deba unirse entre
las clases en
pugna o propiciando el enfrentamiento entre las mismas, según
la tesis de Iván
Ilich Ulianov.
Tiempo de luchar por ideales, y de no poder sino valorar la propia lucha.
Tiempo de la oportunidad, del fino olfato y del instinto al acecho
para
alcanzar el momento psicológico propicio en que Ariadna, investida
de leyes,
teja el hilo que permita salir del laberinto.
El libertador Simón Bolívar, cuyas teorías y praxis
informan la doctrina que
fundamenta nuestra revolución, en esfíngica invocación
a Dios dejó caer esta
frase preludial de su desaparición física: ``¡Cómo
podré salir yo de este
laberinto...!'' La frase, de contenido tácito y recogida por
su médico de
cabecera, el francés Alejandro Próspero Reverend, es
llama de profunda
iluminación del camino que seguimos.
Otro francés, Alejandro Dumas, finaliza su obra El Conde de Montecristo
con esta frase de Jesús: ``La vida de los hombres está
cifrada en dos
palabras: confiar y esperar'', induciendo a pensar que al final de
la batalla
aparecerá algún Supremo Alguien que, investido de sabiduría
como el abate
Faría, inspirará el camino de salida, envuelto en nuevas
síntesis
revolucionarias en aproximación al Dios que cada uno lleva en
su corazón.
Digamos con Bolívar que el tiempo hará prodigios sólo
en cuanto
mantengamos rectitud de espíritu y en cuanto observemos esas
relaciones
necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas. La humanidad
es una
sola y no hay magnitud espacio-tiempo que detenga el pensamiento del
héroe
caraqueño.
Digamos con él: ``Yo siento que la energía de mi alma
se eleva, se ensancha y
se iguala siempre a la magnitud de los peligros. Mi médico me
ha dicho que
mi alma necesita alimentarse de peligros para conservar mi juicio,
de manera
que al crearme Dios permitió esta tempestuosa revolución,
para que yo
pudiera vivir ocupado en mi destino especial''.
Con profunda fe en la causa y en la misión, ¡por ahora y para siempre!,
Hugo Chávez Frías
Copyright 1999 El Nuevo Herald