.... Me retiré muy tarde de la función del teatro ("El Salón"), y no había logrado conciliar el sueño a las dos de la madrugada del 19 de mayo de 1850, cuando el estrépito producido por tres descargas de fusilería, me hizo abandonar el lecho y salir a la callo para saber lo que ocurría. La población en masa abandonó sus hogares y al enterarse de que aquellas descargas habían sido dirigidas contra el cuartel por las fuerzas filibusteras del Gral. Narciso López, que acababan de desembarcar, corrieron en busca de refugio a los montes y maniguas cercanos a la ciudad....
.... Era teniente de gobernador el coronel D. Florencio Cerutti... La cárcel y cuartel donde se alojaba la guarnición, compuesta de más de cien hombres, estaba en la misma calle Real esquina a Aranguren, de manera que la separaba de la Tenencia de Gobierno, una plazoleta en cuyo centro se veía la Iglesia Parroquial. Los tres edificios tenían el frente a la Plaza de Armas.
El Gral. López tomó con sus fuerzas por la calle de Pinillos, torció a la derecha en Real, y así que estuvo frente al cuartel, alineó su gente y mandó a hacer fuego.
Si el susto de los habitantes fué grande, puede calcularse cuál sería el que se apoderó de la sorprendida guarnición, tan de súbito y tan briosamente atacada. Abrieron las puertas, se echaron a la calle y desbandados corrieron, unos catorce hombres siguiendo al capitán Segura y al teniente Aguado, en dirección a la casa del gobernador, y sobre cien, guiados por los otros oficiales, ganaron las afueras, tomando albergue en el lugar conocido por la Tienda de Capdevila, camino de Lagunillas.
El coronel Cerutti, que también se echó a la calle en los primeros momentos recogió a la carrera a los hombres que con Segura y Aguado llegaron, y entró con ellos en la Casa del Gobierno. Tan pronto notó este movimiento el Gral. López, abandonó su posición frente al desguarnecido cuartel e inició el ataque contra la Tenencia, desde cuya azotea correspondieron los soldados con vivísimo fuego. A las 6 de la mañana cayó herido el joven Juan Manuel Macías [Navarro se equivoca: debió decir Ambrosio José Gonzáles], que fué conducido a bordo del "Creole" en el carruaje del asesor D. Blas Dubouchet.
Intimaba López la rendición y viendo que Cerutti resistía y continuaba defendiéndose con tenacidad, ordenó que se prendiera fuego a la casa. Serían las siete de la mañana cuando empezó a arder el edificio, y cuando entraba yo, de vuelta en la ciudad, que había abandonado en los primeros momentos acompañando a las familias fugitivas. Cerutti permaneció en la Tenencia hasta que el fuego y la humareda hicieron imposible la permanencia allí. Bajó y se rindió con sus fuerzas. El General puso en libertad a los soldados y condujo a Cerutti, Aguado y Segura al cuartel, donde los dejó prisioneros con guardias de vista. En seguida dió libertad a los presos de la Cárcel.
Yo me dirigí con mi amigo Antonio Serrano a la casa de sus padres, situada en la calle Real, y allí nos enteramos de la rendición de Cerutti y de que la ciudad quedaba, por lo tanto, bajo el mando y posesión del Gral. Lopez. Este, al frente de alguna fuerza y al toque de tambores, recorría la población haciendo pregones para que los vecinos entregaran las armas que tuvieran.
Serrano y yo, como empleados de la Aduana, teníamos uso de uniformes. Serrano pidió permiso a su padre para entregar la espada. Yo me negué a ello; pero como estaba cerca en el momento en que hizo la entrega, oí que el General le preguntó por su nacionalidad y cuando supo que era cubano, devolviéndole el arma, lo dijo:
--Pues si no ha de hacer con ella el uso que corresponde a un cubano, !rompala Ud!,-y continuó su marcha.
Se dirigió entonces a la Plaza de Armas y clavó la bandera cubana frente a la Iglesia, pidió unas proclamas impresas que traía y me las entregó para que las repartiese por la ciudad, lo que inmediatamente hice.
A las once de la mañana, encontrándose con Julio [Felipe] Gauneaurd llegó el oficial José Elías [Manuel] Hernández, al que fuí presentado; e invitados por él visitamos el cuartel, donde se hallaban presos los oficiales españoles. Saludé a Cerutti y a Aguado, a quienes conocía y trataba.
Al medio día un oficial americano que salió a caballo a recorrer la población, fue muerto por un tiro. Luego se supo que el asesino había sido un fondista español, de apellido Carricarte.
Mientras esto ocurría en la ciudad, los soldados fugitivos se unieron en Lagunillas con el teniente Morales, que mandaba veinte lanceros, y algunos paisanos, vizcaínos en su mayor número, y vinieron sobre la población...