El Nuevo Herald
22 de noviembre de 1998

El saqueo del patrimonio cubano

LUIS AGUILAR LEON

 Desde hace años, silenciosa y furtivamente, como se realizan todos los
 actos delictivos, el gobierno cubano, supuesto guardián del patrimonio
 nacional, ha vendido, y sigue vendiendo, muchas de las más valiosas
 piezas de ese conjunto de bienes acumulado por y para el pueblo
 cubano. En Buenos Aires, en Madrid, en Londres, en casi todas las
 capitales del mundo occidental, puede cualquiera encontrar, o le pueden
 ofrecer, libros, porcelanas, muebles, grabados antiguos o pinturas que
 llevan el cuño de pertenecer al Patrimonio Nacional de Cuba, que han
 sido adquiridas, a través de no muy sigilosos agentes, en forma ilícita,
 pero con la anuencia del gobierno. Ya se ha comprobado que, por
 ejemplo, una gran parte del Museo Napoleónico, acumulado por Julio
 Lobo, ha sido vendida a diversos coleccionistas europeos. Uno de los
 administradores de una famosa tienda de antigüedades en Londres
 declaró, no hace mucho, que en el mundo, o quien sabe si el submundo,
 del arte se da por sentado ``que en Cuba todo está a la venta''.

 Pues bien, hace cinco años, en Orlando, Florida, un grupo de cubanos
 exiliados, organizados y presididos por un médico notable, el doctor
 Alberto Bustamante, decidieron unir esfuerzos para tratar de detener esa
 infame sangría, adquirir y preservar todos los bienes nacionales que
 fueran posible obtener, y organizar reuniones y exhibiciones que sirvieran
 también como ecos de resonancia a la denuncia contra el silencioso
 saqueo de la isla. Así se fundó la Asociación del Patrimonio Nacional
 Cubano (Cuban National Heritage). Con el infatigable apoyo del
 arquitecto Manolo Gutiérrez, ejemplo de coraje humano, cuya física
 dolencia no le ha disminuido el temple espiritual ni la devoción a Cuba;
 del dentista Armando Cobelo, presidente electo; y de animosos
 compatriotas que han respondido al llamado, la organización tiene hoy
 delegaciones en Tampa, en Miami, en Jacksonville, en Nueva York, en
 Madrid, en París y en otras ciudades de América y Europa. Su revista
 Herencia o Heritage circula ya en los centros culturales de Estados
 Unidos, donde su aplauso y su denuncia tienen creciente impacto.

 Como ha reportado en estas mismas páginas mi amigo Soren Triff,
 filósofo, escritor y publicista, quien es también uno de los directores del
 Cuban Heritage, el último acto celebrado por la organización fue un
 simposium de tres días que se llevó a cabo en Cayo Hueso, en el bello
 reducto que es el Club San Carlos, donde arquitectos y urbanistas
 estudiaron el derruido presente de la arquitectura cubana, la cual, con
 ayuda económica extranjera, sólo es reconstruida o preservada allí
 donde haga juego a las miradas de los turistas, pero donde ni una pared
 se levanta, ni se emplean dos ladrillos en casas o habitaciones donde se
 vive para aliviar los males de una población que vegeta marginada
 económicamente, sin techos donde cobijar su miseria.

 Además de estudiar esos desastres presentes, los participantes les
 prestaron atención a los problemas que pudieran caer sobre Cuba y sus
 ciudades si, cuando el régimen actual sea ya historia, un desbordado
 urbanismo futuro, como el que se ha desbordado ya sobre muchas
 ciudades latinoamericanas, alterando su fisonomías, se desmanda en la
 isla barriendo con los nobles rasgos del pasado. Es por eso que, en el
 documento final que está a punto de publicarse, la organización va a
 denunciar, una vez más, el abandono total en que el régimen, siempre
 atento a los caprichos de los turistas, ha dejado a las masas pobres, que
 integran a casi toda la población cubana, las cuales viven a la sombra de
 inminentes derrumbes.

 El acto final de ese symposium, al cual fui invitado, se celebró, con
 magno afecto, en el restaurant El Mesón de Pepe, o El Cayo Hueso
 Restaurant, donde el amor a Cuba impregna todos los platos y cuyos
 dueños, José M. Díaz, inmortalizado en sus paellas, y Fred Salinero,
 quien pertenece a una tercera generación de cubanos en Key West,
 ofrecen un perenne abrazo. Pues bien, allí también escuché la ratificación
 de las ideas básicas del documento final, y la repetida convicción de que
 no se puede soñar con reconstruir ciudades sin reconstruir ciudadanos.
 Que el Heritage acumula ahora objetos, libros, sellos, y todo lo que
 pueda recoger del desbandado patrimonio cubano porque, por el
 momento, no pueden hacer más, pero que todos ellos sueñan con sumar
 su esfuerzo a la magna tarea de reconstruir a Cuba.

 Por haberme invitado a participar en ese acto de cordial patriotismo les
 expreso aquí mi agradecimiento a todos los organizadores y a todos los
 asistentes unidos en una alegría de la tierra. Como decía aquel viejo y
 amable poeta, el Conde de Lucanor: ``Deudor os quedo . . . dormiendo
 o velando''.