Seguidores dan muestras de fidelidad
Personas de todas las edades y extracciones se unieron al servicio fúnebre y el sepelio del fallecido líder Jorge Mas Canosa, destacándose la presencia de gente de bastante edad, que no vaciló en permanecer un día entero en la iglesia con tal de participar en las ceremonias.
JEANNETTE RIVERA-LYLES
Redactora de El Nuevo Herald
El fallecimiento de Jorge Mas Canosa despertó en el mundo un sinfín de hermosos reconocimientos a su persona. Pero tal vez el homenaje más significativo fue el sacrificio que algunos tuvieron que hacer para poder acompañarlo hasta su última morada.
Dinorali Simeón, diminuta anciana cubana de 72 años, permaneció unas 24 horas en la Iglesia St. Michael, donde fue velado el líder, para asegurarse de que tendría un lugarcito estratégico desde donde poder decir adiós al hombre al que se refirió como "su amigo''.
"¿Dónde durmió?'', le preguntó El Nuevo Herald. "Mi'ja, yo no vine aquí a dormir'', fue su respuesta. "Vine a hacerle compañía a un gran amigo desde hace 28 años''.
Con respecto a la suposición lógica de que a su edad debía de ser muy difícil permanecer en vela tanto tiempo, Simeón dijo que aunque había sido un sacrificio, no era gran cosa, pues su amigo Mas Canosa "se merecía eso y mucho más''.
A la anciana la acompañaban otras tres amigas, todas más o menos de su misma edad. Vestidas de luto, empuñaban ramos de flores que querían ofrecer a Irma, la viuda del fallecido líder.
Cuando se hizo evidente que no podrían atravesar el cordón de policías que flanqueaba a la viuda y a sus tres hijos, Simeón y sus amigas irrumpieron en gritos de "Viva Cuba libre!'', y optaron por arrojar las flores al paso del cortejo fúnebre.
Julio Murias, a pesar de estar confinado a una silla de ruedas, llegó a la iglesia para despedirse del líder al que tanto admiraba cuando apenas comenzaba a salir el sol. No logró entrar porque el santuario ya estaba atestado de dolientes, pero esto no le hizo desistir.
Murias acomodó su silla entre la muchedumbre frente a St. Michael y esperó pacientemente durante horas a que empezara el servicio fúnebre.
¿La razón por la que estaba allí? Muy simple, respondió:
"Todo cubano debería estar hoy aquí''.
Y agregó: "Mas Canosa nos dio un ejemplo de que se puede tener un buen negocio y hacer dinero, sin comprometer ni olvidar la lucha por la libertad de nuestro pueblo''.
Por su parte, un grupo de adolescentes cubanos de la escuela Lincoln Martí esperaba pacientemente bajo un árbol a que terminara el servicio, para acompañar los restos del líder y a su familia hasta el cementerio.
El acto religioso, de hora y media de duración, pudo haber resultado increíblemente largo para gente tan joven; pero no fue así para estos estudiantes, que tenían razones muy especiales para estar allí.
"Gracias a este señor obtuvimos la libertad'', afirmó Clara Luz Vega, de 15 años.
La joven y otros tres estudiantes que la acompañaban estuvieron casi un año detenidos en la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo, tras ser interceptados, en medio de un éxodo masivo, por el Servicio Guardacostas norteamericano, cuando trataban de llegar a Estados Unidos en una embarcación. Posteriormente, a los miles de detenidos en la base se les negó la entrada en este país.
En 1994, la Fundación Nacional Cubano Americana cabildeó en Washington y logró que muchos de los cubanos en la base pudieran reunirse con sus familiares aquí, entre otros casos.
"En Cuba no éramos libres; no se nos permitía rezar ni expresar abiertamente nuestra fe'', dijo Vega, que es católica devota. "En Guantánamo estábamos tras las rejas. Gracias a los esfuerzos del señor Mas Canosa pudimos ser libres al fin''.
Una vez terminado el servicio, miles de personas siguieron a pie a la comitiva por toda la calle Flagler hasta la avenida 32.
Entre ellas estaba la argentina Nélida Gotarri. A pesar de sus 77 años, su pequeña estatura y su espalda encorvada, ella se unió al duelo cargando una enorme bandera de su país.
"Es un homenaje a ese gran hombre que siempre defendió la libertad de nuestra Cuba; porque yo siento a Cuba muy mía desde hace mucho. Ya mi hermana me llamó de Buenos Aires a darme el pésame, porque sabe que a mí me duele esto del pobre Jorge''.
La reportera Cristina Lladó contribuyó a esta información.
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