Acepta un espía que fue entrenado para vigilar bases de EU
RUI FERREIRA
El Nuevo Herald
Un espía cubano arrepentido confirmó ayer en corte que
fue especialmente
entrenado durante casi siete años para venir a espiar instalaciones
militares
estadounidenses.
``Mi primera misión era irme a Puerto Rico a vigilar las unidades
militares'', dijo
Joseph Santos, integrante de la llamada Red Avispa condenado a 48 meses
de
cárcel el año pasado, después que aceptó
colaborar con la fiscalía en el
encausamiento de otros cinco supuestos miembros del grupo.
En 1995, cuando ya Santos estaba en Estados Unidos, su misión
fue anulada
después que La Habana se enteró de que el Comando Sur
del Ejército de
Estados Unidos se iba a trasladar de Panamá al Condado de Miami-Dade.
``Me ordenaron a mí y a mi esposa que nos infiltráramos
en el Comando Sur,
que consiguiéramos un trabajo allí y buscáramos
todo tipo de información. Sin
límite'', dijo Santos, refiriéndose a su esposa Amarylis,
condenada a 43 meses
de cárcel luego de haber llegado también a un acuerdo
con las autoridades.
La fiscalía lo trajo a declarar para tratar de demostrar al jurado
que la Red Avispa
estaba concebida para espiar intereses estadounidenses, y no sólo
a exiliados
cubanos, como ha sostenido la defensa.
Bastante locuaz en sus declaraciones y extendiéndose a veces
más allá de lo
que los propios fiscales esperaban, a punto de arrancar un grito de
desesperación de la jueza Joan A. Lenard --``Sr. Santos, por
favor, limítese a
contestar lo que se le pregunta''--, el espía arrepentido narró
con lujo de detalles
cómo fue reclutado por la inteligencia cubana en 1986 mientras
era profesor en
la Universidad Central de Santa Clara.
``Señoría, me gustaría saber si hay alguna pregunta
pendiente que no hayamos
escuchado'', ironizó el abogado Philip Horowitz, ante el ``celo''
que el testigo
puso en sus respuestas.
``Me hicieron exámenes médicos, físicos y psicológicos
para ver mi aptitud y
actitud ante el trabajo'', dijo mientras explicaba cómo pasó
unos cinco años
entrenándose en una casa de seguridad en Santa Clara para integrar
el
Departamento de Oficiales Ilegales hasta que ``la Dirección
de Inteligencia en
1991 me gestionó un trabajo en la Universidad de La Habana para
poder
intensificar el entrenamiento''.
Santos proporcionó informaciones muy precisas sobre actividades
de espionaje
como reclutamiento, contrachequeo, micropuntos, trabajo de influencia
sobre
personas y medios, y explicó que lo entrenaron en el uso de
computadoras para
el envío de mensajes, aunque nunca lo llegó a hacer,
ya que en Estados Unidos
``siempre tuve otros oficiales ilegales que se comunicaban conmigo''.
El testigo señaló uno de ellos como Gerardo Hernández,
alias Giro o Manuel
Viramontes, quien está siendo juzgado junto a René González,
Antonio
Guerrero, Ramón Lavadiño y Fernando González.
``Me dijo que en ocasiones sociales debía tratarlo como Manolo,
pero en los
mensajes debía llamarle Giro'', apuntó el testigo.
Sus declaraciones provocaron una demanda de Paul Mackenna, abogado de
Hernández, quien pidió a la jueza que permita consultar
los expedientes sellados
donde se estipula el acuerdo que Santos hizo con la fiscalía.
``El jurado debe saber que este testigo tiene una razón muy fuerte
para estar
aquí y declarar contra mi cliente. No sé cuál
fue el acuerdo que hizo, pero hizo
uno y, al parecer, es importante porque el expediente está sellado.
Para que el
jurado pueda determinar su credibilidad, debe primero enterarse qué
le
prometieron al testigo para que fuera condenado a 48 meses y no a cadena
perpetua como pedía la fiscalía'', señaló
Mackenna.
La jueza prometió una respuesta para la semana entrante, cuando
se espera
que la esposa de Santos también presente su testimonio.