El Nuevo Herald
6 de enero de 2001

Acepta un espía que fue entrenado para vigilar bases de EU

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

Un espía cubano arrepentido confirmó ayer en corte que fue especialmente
entrenado durante casi siete años para venir a espiar instalaciones militares
estadounidenses.

``Mi primera misión era irme a Puerto Rico a vigilar las unidades militares'', dijo
Joseph Santos, integrante de la llamada Red Avispa condenado a 48 meses de
cárcel el año pasado, después que aceptó colaborar con la fiscalía en el
encausamiento de otros cinco supuestos miembros del grupo.

En 1995, cuando ya Santos estaba en Estados Unidos, su misión fue anulada
después que La Habana se enteró de que el Comando Sur del Ejército de
Estados Unidos se iba a trasladar de Panamá al Condado de Miami-Dade.

``Me ordenaron a mí y a mi esposa que nos infiltráramos en el Comando Sur,
que consiguiéramos un trabajo allí y buscáramos todo tipo de información. Sin
límite'', dijo Santos, refiriéndose a su esposa Amarylis, condenada a 43 meses
de cárcel luego de haber llegado también a un acuerdo con las autoridades.

La fiscalía lo trajo a declarar para tratar de demostrar al jurado que la Red Avispa
estaba concebida para espiar intereses estadounidenses, y no sólo a exiliados
cubanos, como ha sostenido la defensa.

Bastante locuaz en sus declaraciones y extendiéndose a veces más allá de lo
que los propios fiscales esperaban, a punto de arrancar un grito de
desesperación de la jueza Joan A. Lenard --``Sr. Santos, por favor, limítese a
contestar lo que se le pregunta''--, el espía arrepentido narró con lujo de detalles
cómo fue reclutado por la inteligencia cubana en 1986 mientras era profesor en
la Universidad Central de Santa Clara.

``Señoría, me gustaría saber si hay alguna pregunta pendiente que no hayamos
escuchado'', ironizó el abogado Philip Horowitz, ante el ``celo'' que el testigo
puso en sus respuestas.

``Me hicieron exámenes médicos, físicos y psicológicos para ver mi aptitud y
actitud ante el trabajo'', dijo mientras explicaba cómo pasó unos cinco años
entrenándose en una casa de seguridad en Santa Clara para integrar el
Departamento de Oficiales Ilegales hasta que ``la Dirección de Inteligencia en
1991 me gestionó un trabajo en la Universidad de La Habana para poder
intensificar el entrenamiento''.

Santos proporcionó informaciones muy precisas sobre actividades de espionaje
como reclutamiento, contrachequeo, micropuntos, trabajo de influencia sobre
personas y medios, y explicó que lo entrenaron en el uso de computadoras para
el envío de mensajes, aunque nunca lo llegó a hacer, ya que en Estados Unidos
``siempre tuve otros oficiales ilegales que se comunicaban conmigo''.

El testigo señaló uno de ellos como Gerardo Hernández, alias Giro o Manuel
Viramontes, quien está siendo juzgado junto a René González, Antonio
Guerrero, Ramón Lavadiño y Fernando González.

``Me dijo que en ocasiones sociales debía tratarlo como Manolo, pero en los
mensajes debía llamarle Giro'', apuntó el testigo.

Sus declaraciones provocaron una demanda de Paul Mackenna, abogado de
Hernández, quien pidió a la jueza que permita consultar los expedientes sellados
donde se estipula el acuerdo que Santos hizo con la fiscalía.

``El jurado debe saber que este testigo tiene una razón muy fuerte para estar
aquí y declarar contra mi cliente. No sé cuál fue el acuerdo que hizo, pero hizo
uno y, al parecer, es importante porque el expediente está sellado. Para que el
jurado pueda determinar su credibilidad, debe primero enterarse qué le
prometieron al testigo para que fuera condenado a 48 meses y no a cadena
perpetua como pedía la fiscalía'', señaló Mackenna.

La jueza prometió una respuesta para la semana entrante, cuando se espera
que la esposa de Santos también presente su testimonio.