El Nuevo Herald
23 de diciembre de 2001

La analista arrestada pudo influir en militares de EU

 RUI FERREIRA
 El Nuevo Herald

 Lo que empezó por ser un juicio sobre la actividad de una red de espionaje en el sur de la Florida contra el exilio cubano e instalaciones militares estadounidenses,
 terminó sacando a flote las preocupaciones y el interés que parecen tener sectores militares sobre el futuro de la isla.

 Pero, ¿es genuino ese interés, o el testimonio de dos generales estadounidenses en un tribunal de Miami a favor de los cinco acusados de espionaje fue la
 consecuencia de informaciones deliberadamente distorsionadas sobre la isla?

 ``Hay quiénes creen que se debe negociar con el ejército en Cuba una transición pacífica, tranquila, posiblemente con [el ministro de defensa] Raúl Castro'', dijo el
 analista Ernesto F. Betancourt.

 Son los mismos oficiales que también han abogado por una mayor relación de trabajo con el régimen cubano en materias como el combate al tráfico de drogas y el
 terrorismo, entre ellos el general Barry McCaffrey, el zar antidrogas de la administración de Bill Clinton, quien llegó a proponer la inclusión de La Habana en un grupo de trabajo anti narcóticos estadounidense, con acceso a equipos e informaciones de inteligencia.

 Betancourt aseguró esta semana a El Nuevo Herald que el testimonio de esos oficiales retirados en el juicio estaría fuertemente influido por los análisis que les fueran
 transmitidos durante años por alguien a quien ahora las autoridades han acusado de espiar para la isla.

 Se trata de Ana Belén Montes, analista principal para asuntos cubanos de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA). El 21 de septiembre, agentes de la Oficina
 Federal de Investigaciones (FBI) entraron a su oficina en las afueras de Washington y la acusaron de enviar a la isla informes sobre maniobras militares y datos sensibles y clasificados.

 Belén Montes no era un personaje cualquiera en Washington. Pertenecía al grupo de trabajo interagencias sobre Cuba y ``daba análisis sobre la isla a gran parte de los militares y funcionarios de alto nivel del gobierno'', dijo Jaime Suchliki, director del Centro de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami.

 Uno de esos análisis fue el controvertido informe enviado al Capitolio en marzo de 1998 donde se consignaba que Cuba no representaba una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.

 Sus conclusiones fueron esgrimidas con vehemencia durante el juicio a los espías por el general retirado Charles Wilhelm, ex jefe del Comando Sur, y el ex almirante
 Eugene Caroll, para desestimar la importancia de los agentes cubanos en el sur de la Florida.

 Ambos estuvieron este año en la isla, donde cenaron con el gobernante Fidel Castro y sostuvieron un amplio intercambio de opiniones con oficiales de las fuerzas
 armadas y el ministerio del Interior.

 ``[Castro] entendió que estábamos interesados en explorar las posibilidades de una mejor cooperación entre las agencias policiales [de los dos países]. El tráfico de
 drogas, migración y terrorismo, son amenazas serias para las dos partes, y si quieren acabar con esos problemas, los dos países tendrán que trabajar en conjunto en
 alguna medida'', dijo sobre la visita el general Edward B. Atkenson en un artículo publicado en mayo en la revista Army.

 Pero, según Suchliki, las preocupaciones de los militares estadounidenses van más allá del narcotráfico, la migración o el terrorismo. ``Temen el futuro. Temen una
 transición violenta donde la situación se les pueda ir de la manos y necesitan alguien con quien identificarse para asegurar lo contrario'', dijo.

 Puede ser, argumenta Betancourt, pero el hecho es que Belén Montes adquirió importancia en este caso porque, a raíz de su arresto, se supo que ella tenía una
 influencia prácticamente ilimitada en la formación de opinión de los militares sobre la isla. ``Wilhelm, Atkenson, Caroll, todos ellos leían sus informes y se fiaban de ella'', dijo Betancourt.

 Un oficial de la comunidad de inteligencia dijo a El Nuevo Herald a raíz del arresto que, ``aunque a veces sus opiniones [las de Belén Montes] pertenecían al sector
 minoritario [de los especialistas en asuntos cubanos], la escuchábamos con atención'' y, según Betancourt, esa ``atención'' pudo llegar a un punto en que esos oficiales "perdieron la noción de quién es nuestro adversario''.

 Suchliki no duda que las opiniones de Belén Montes estuvieran condicionadas por su trabajo clandestino. ``Le convenía a Castro que ella diera la impresión de que él no desea un enfrentamiento'', dijo.

 ``A lo mejor los cubanos la querían para eso mismo, para dejarle saber a Estados Unidos sus verdaderas intenciones. Creo que es algo que no sabremos pronto'', declaró Mark Falcoff, subsecretario en la administración Carter.

 Al margen de si Belén Montes distorsionó o no la realidad en sus recomendaciones de alto nivel, las consecuencias de sus actos parecen haber logrado esos objetivos.

 ``La noción ingenua de que se puede confiar o cooperar con Castro ha penetrado en el pensamiento de nuestros militares, pese a la abundancia de pruebas de que ha sido y es un importante adversario de nuestro país'', afirmó Betancourt.

 En los últimos meses los círculos de análisis de asuntos cubanos a alto nivel parecen querer frenar la introducción de conceptos que difieran de los ya establecidos.

 ``He llegado a la conclusión de que usted no consideraría escuchar ninguna idea fuera de las conclusiones a que ya arribó sobre Cuba'', escribió Betancourt en un correo electrónico enviado a Steven Metz, director del Army War College.

 De hecho, ninguno de los grupos de trabajo de alto nivel sobre la isla tienen entre sus integrantes a ex funcionarios o militares que hayan servido bajo las ordenes de
 Castro. Hace unos meses, Betancourt señaló la incongruencia al Naval War College, pero no obtuvo respuesta.

 ``Me parecía que los aportes de cubanos interpretando la realidad cubana tienen algún sentido y podrían ser útiles'', afirmó.

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