El Nuevo Herald
9 de abril de 2001

La KGB tenía instrucciones para la defensa de los espías

Kim Philby escribió sobre el proceder en la defensa de los agentes atrapados

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

El Floridita es el restaurante habanero preferido por los abogados que defienden
a los cinco hombres acusados de espiar para la isla. Después de seis o siete
viajes conocen La Habana mejor de lo que muchos exiliados la recuerdan. Es
que la defensa de los presuntos espías cubanos disfruta de algunas ventajas
insólitas, como la entrada a recintos militares, visas para que familiares los
acompañen en sus viajes, acceso a importantes funcionarios de la inteligencia.

Sin embargo, aunque las autoridades cubanas quieran ayudar a sus hombres y
faciliten la tarea a los abogados y sus especialistas, lo que está sucediendo en
un tribunal federal de Miami, pudiera no tener nada que ver con cualquier
simpatía que las autoridades de la isla muestren hacia los defensores de sus
agentes, sino que coincide con una serie de recomendaciones hechas en plena
Guerra Fría por un famoso agente del Comité de Seguridad del Estado (KGB) de
la extinta Unión Soviética.

Cuando en 1963 Kim Philby desertó en el Líbano, el KGB le pidió que realizara
un estudio sobre el comportamiento que los agentes deben asumir una vez
atrapados en Occidente. En pocas semanas, Philby plasmó la clave en unas 20
cuartillas, publicadas el año pasado: hay que aprovechar todos los recursos
legales que proporciona el sistema de justicia occidental.

Según el célebre espía británico que por 20 años estuvo al servicio de los
soviéticos en EU y el Reino Unido, esos recursos pueden llevar a la absolución
del acusado. ``Aunque sea acusado, un defensor competente puede levantar
dudas suficientes sobre la credibilidad de las pruebas y de los testigos, y
garantizar una absolución. En el caso de que la fiscalía obtenga una victoria, es
mejor que sea tras una larga batalla, que dársela en bandeja de plata'', dijo
Philby.

Es que, ``para encausar, [el gobierno] debe tener evidencias que convenzan al
jurado que el sospechoso es de hecho culpable más allá de una duda razonable''
y ``es siempre dudoso que el jurado acepte la palabra de un testigo aportado por
la fiscalía''.

Philby, que adoptó la nacionalidad soviética y falleció en Moscú en 1988,
anticipó un dato que le viene como anillo al dedo a la fiscalía en el caso de los
supuestos espías cubanos.

En estos casos las pruebas suelen venir de las comunicaciones radiales
interceptadas a los agentes extranjeros, escribió.

Y de hecho, el legajo de unas 1,500 páginas de comunicaciones intercambiadas
entre los supuestos espías y el Centro Principal parecen constituir el meollo de
las pruebas recopiladas. En ellas se pueden leer instrucciones enviadas por La
Habana para operaciones encubiertas, penetración de instalaciones militares,
órdenes de viajes y planes de acción contra personalidades y organizaciones del
exilo.

Pero esos mismos documentos, que como textos al fin y al cabo pueden tener
dos lecturas, están siendo usados por los abogados defensores para demostrar
que la fiscalía no tiene un caso contra los acusados.

El ejemplo más claro, es la acusación principal contra Gerardo Hernández, de
que conspiró para derribar las avionetas de Hermanos al Rescate. En la
documentación aportada él aparece conectado a una operación llamada
``Germán'', que era el nombre de código de Juan Pablo Roque, pero no a la
``Operación Escorpión'', nombre atribuido al derribo de las avionetas.

La defensa argumenta que, dado la usanza en espionaje de compartimentar a
los agentes y operaciones, Hernández no tenía necesariamente que saber lo que
Roque andaba haciendo.

En su estudio, Philby anticipa esta estrategia. Citando un caso semejante,
sostiene que los mensajes interceptados están sujetos a varias interpretaciones,
suelen ser imprecisos y tienden a confundir, pero también ``no constituyen por sí
mismos una prueba de que fueron enviados por una organización a quien la
comunidad de inteligencia atribuye su origen''. La fiscalía dice que muchos de
los mensajes tenían una clave atribuída a quien eran enviados, pero muchos de
esos materiales fueron hallados en poder de personas a quien no estaban
dirigidos.