El Nuevo Herald
16 de febrero de 2001

Dramática sesión en el juicio a los espías

Fue oída la cinta con las conversaciones de los pilotos castristas que
derribaron las avionetas de Hermanos al Rescate

RUI FERREIRA
El Nuevo Herald

La muerte tiene voz. Lo constató ayer el jurado que ventila el caso de cinco
hombres acusados de espiar para Cuba, cuando la angosta sala de audiencias
fue invadida por el sonido de los últimos minutos de vida de cuatro pilotos de
Hermanos al Rescate derribados en aguas internacionales por cazas castristas.

Con voz ronca, dos pilotos cubanos celebraron con entusiasmo el derribo de las
dos avionetas momentos antes.

En la sala de audiencias, una monja se bendijo y comenzó a sollozar.

``Le dimos, c... ¡Le dimos! Este ya no j... más'', gritó uno de los pilotos cubanos
cuando su misil soviético impactó la pequeña avioneta Cessna 370.

Minutos después, un segundo disparo también dio en el blanco. ``La otra
destruida... Patria o muerte, c... La otra abajo también'', gritó el piloto. Durante
una hora y media, los 16 miembros del jurado escucharon una cinta con la
grabación de lo sucedido el 24 de febrero de 1996, cuando fueron asesinados
Armando Alejandre, Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales.

La grabación fue presentada por la fiscalía, que ha acusado a uno de los cinco
hombres de haber participado en una llamada ``Operación Escorpión'',
supuestamente diseñada por las autoridades castristas para intentar detener las
actividades de Hermanos al Rescate.

La cinta, casi íntegramente en español, fue seguida con atención por el jurado,
al que la fiscalía entregó una transcripción con la traducción al inglés.

Con voz monótona y ronca, los pilotos de combate cubanos van describiendo a
la torre de control de La Habana la intensa búsqueda en que se enfrascaron,
cuando detectaron que tres avionetas de Hermanos al Rescate habían
atravesado el paralelo 24 rumbo al Sur y, por lo tanto, entrado en espacio aéreo
internacional que, sin embargo, las autoridades de la isla vigilan.

La tensión fue subiendo en la sala a medida que se aproximaba el desenlace, y
tuvo su auge cuando se escucharon los gritos de alegría de los pilotos.

Cuando la audición terminó, la jueza Joan A. Lenard decretó un receso y, al
contrario de otros días, el jurado y el público abandonaron la sala en un silencio
que se prolongó hasta el vestíbulo.