Espía cubano confesó cuando fue arrestado
RUI FERREIRA
El Nuevo Herald
En las primeras horas de su arresto, el aparente
jefe de la red de espionaje cubano, Gerardo
Hernández, se enfrascó en una conversación con
sus captores que abarcó desde acusaciones al
exilio hasta invitaciones a escuchar el programa
radial de Francisco Aruca.
Pero terminó con una indudable admisión de
culpabilidad.
``De colega a colega, usted sabe que no puedo
discutir nada'', contestó Hernández, a un agente
de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI),
que participó en su arresto.
Hernández, quien por esa época se hacía llamar
Manuel Viramontes, empezó a
ser juzgado la semana pasada en una corte federal de Miami.
Encara cadena perpetua por su supuesta participación en el derribo
de dos
avionetas de Hermanos al Rescate, hecho que produjo la muerte de cuatro
voluntarios de la organización.
La respuesta de Hernández fue al agente especial del FBI Angel
Berlingeri, quien
le había preguntado si tenía algo que declarar antes
de llevarlo a la cárcel federal
en el downtown de Miami.
El arresto se procesó al amanecer del 12 de septiembre de 1998,
cuando,
simultáneamente, en nueve puntos de la ciudad, el FBI detuvo
a 10 supuestos
espías cubanos que integraban la Red Avispa.
Hernández fue sacado de la cama por cuatro agentes que irrumpieron
en su
apartamento en North Miami Beach. Según la fiscalía,
el agente Raúl Fernández
le explicó las acusaciones y empezó a leerle sus derechos.
Sin embargo, no lo dejó terminar. Pidió un abogado y manifestó
una
preocupación: advirtió a los agentes que iban a encontrar
pornografía que usaba
en su trabajo de artista gráfico, así como una colección
de relojes.
Esposado y todavía soñoliento, Hernández fue transportado
por dos agentes
hacia la oficina del FBI en el noreste del condado. Allí fue
fotografiado de frente y
de perfil, y le tomaron las huellas dactilares.
No hubo un interrogatorio formal, pero Fernández y otro agente,
Oscar Montoto,
terminaron intercambiando palabras con el detenido.
Montoto era un viejo investigador de las andanzas castristas en Miami.
Entre
1993 y 1997 estuvo estacionado en Miami, e investigó el derribo
de las avionetas
de Hermanos al Rescate.
Según versiones de la prensa en ese momento, fue uno de los miembros
del FBI
que se encargó de controlar a Juan Pablo Roque, cuando el fugitivo
espía
cubano se ofreció como informante voluntario.
El agente había llegado esa misma mañana de Puerto Rico,
adonde fue enviado
en 1997, pero sabía perfectamente a quién tenía
delante en esos momentos, y
por eso la conversación no fue difícil.
Todo empezó cuando Montoto fue a buscar a Hernández a
la celda para
trasladarlo a la cárcel federal.
Cuando abrió la puerta, éste le preguntó de inmediato si era cubano.
Montoto le contestó que había nacido en la isla, pero
que la había dejado hace
tiempo.
Berlingeri, que estaba al lado, le preguntó si tenía algo
que decir antes de ir a la
cárcel, y fue cuando Hernández respondió que no.
Ya en un automóvil, mientras se desplazaban por la I-95 a moderada
velocidad,
el supuesto espía cubano dirigiéndose a Montoto añadió
--como que continuando
el intercambio anterior: ``No somos muy diferentes''. A lo que el agente
del FBI
agregó que seguramente los dos tenían opiniones muy distintas
sobre el
sistema político cubano.
Hernández entonces se enfrascó, más que en un diálogo,
en un monólogo en
voz alta, como queriendo justificar algo.
Según la fiscalía, dijo que no era comunista y que no
vino a Estados Unidos para
``trabajar contra el gobierno del agente Montoto'', sino que ``estaba
aquí para
trabajar contra grupos que amenazan constantemente las costas cubanas
y
colocan bombas en Cuba''.
En medio del silencio de los agentes, calificó de ``lamentable''
la muerte de los
voluntarios de Hermanos al Rescate, pero enfatizó que José
Basulto era el único
responsable del incidente, y que Estados Unidos debió haber
derribado las
avionetas antes que Cuba.
Casi llegando a la cárcel, Hernández, sorpresivamente,
dijo a Montoto que le
hubiera gustado conversar más sobre la realidad de la isla,
y le preguntó si
escuchaba la radio en español de Miami.
Fue entonces cuando, según la documentación gubernamental,
que ``el acusado
sugirió al agente Montoto que escuchara el programa de Francisco
Aruca, que
tiene una línea [editorial] que al acusado le gusta''.
Y expresó una última preocupación antes de entrar
al edificio: ``¿Cuál de
nosotros la c...?'', preguntó refiriéndose al resto del
grupo.