El arresto fue una verdadera sorpresa para presuntos espías
RUI FERREIRA
El Nuevo Herald
El arresto de alguno de los supuestos espías cubanos en Miami
era una
posibilidad tan real, que La Habana les recordaba periódicamente
las
circunstancias que pudieran encarar y les aconsejaba cómo reaccionar.
Pero nunca les dijo que podían ser atrapados mientras dormían.
Eso fue precisamente lo que sucedió a ocho hombres y dos mujeres
al
amanecer del 12 de septiembre de 1998, cuando fueron sacados de sus
camas
y acusados de integrar la Red Avispa, que supuestamente espiaba a
organizaciones del exilio e instalaciones militares estadounidenses.
Según varios documentos del legajo de 1,400 páginas confiscadas
por la Oficina
Federal de Investigaciones (FBI), el Centro Principal en La Habana
envió un
mensaje al supuesto jefe de la red, Gerardo Hernández, instruyéndolo
sobre tres
posibles circunstancias de arresto en lo que llama ``el área
de operaciones''.
La primera era la posibilidad de ser detenido en Nueva York mientras
contactaba
a diplomáticos cubanos en Naciones Unidas; la segunda, al contactar
algún
agente bajo su control, y la tercera pudiera darse por accidente, como
un
desastre de automóvil, una redada policial en un lugar público
o cualquier otra
eventualidad.
En todas esas circunstancias, Hernández debía engañar
a las autoridades
asumiendo la identidad ficticia del diseñador gráfico
de origen puertorriqueño
Manuel Viramontes, ya que disponía de abundante documentación
falsa.
``En la segunda fase, después que [las autoridades] han logrado
demostrar que
todo eso es falso, entonces se debe atener a la `leyenda básica'.
Bajo ninguna
circunstancia debe Giraldo admitir ser parte o estar conectado con
la inteligencia
cubana o alguna organización gubernamental cubana'', instruyó
el Centro
Principal.
Considerando que la verdad no podía ser revelada bajo ningún
concepto, la
``leyenda básica'' era también otra historia ficticia,
pero más difícil de demostrar
porque, entre otros detalles, implicaba lograr algún tipo de
confirmación en la
isla.
Hernández --que según esos documentos respondía
al nombre de código ``Giro''
o ``Giraldo''-- debía hacerse pasar por un ``marielito'' llamado
Roberto García
Fernández, que adquirió esa documentación estadounidense
falsa pagando
$2,500 a un desconocido.
``Como resultado de los hechos en la embajada del Perú, viniste
en un barco
comandado por un negro fuerte con bigote, que dirás creer ser
un cubano, y que
para evitar las multas aplicables a los que traían cubanos,
te dejó
clandestinamente junto a un grupo de siete en un punto de la costa
sin
documentación alguna'', explica el documento.
Pero ninguna de estas variantes se aplicaron. Hernández fue arrestado
mientras
dormía, al cabo de casi cuatro años de seguimiento por
las autoridades.
Posiblemente por eso, Hernández no tardó mucho en asumir
la realidad. En
cuanto le leyeron los cargos, dijo al agente que lo arrestó
que, ``de colega a
colega'', no le podía decir nada.
El y cuatro otros supuestos espías empezaron a ser juzgados el
mes pasado en
una corte federal de Miami.